domingo, 31 de mayo de 2009

motivos de leña

es una actitud ante las letras.
fumar tranquilo frente a las palabras. obviar la rabia.
el llanto.
puedes centrarte en el color de las lágrimas, pero no olvides contar
que siempre son del color de las mejillas que hay detrás.
las cosas se dirimen por su importancia.
y escribir se escribe para dar un empujón. soltar un puñetazo.
o ganarte un beso. un polvo si acaso.
siempre la misma batalla rozando la lona.
el escritor y su hoja, como si eso en el metro importara.
las crestas de las olas son como los punkis de malasaña: cada uno cuenta con sus propios poetas, esa fea palabra.
será que hablo demasiado con gente que sueña o que nunca hago caso de las señales de prohibido el paso.
lo cierto es que sigo buscandoles las metáforas
a todas esas manos que te sujetan para que no te caigas.
las mismas que te levantan una vez estás en el suelo.
y te limpian luego, y te dicen no pasa nada, y te dan un beso para que puedas dormir por las noches.
porque hace frío y las sábanas solas no bastan.
y no me creo que se pueda morir de calor.
¿que para quien escribo?
para los míos.
para quién si no.

uñas mordidas

hay tantos momentos de los que querría hablarte, tantos desvanes alquilados
ahi esperándonos esparcidos por las noches,
dejando las treguas a un lado porque no hacen falta descansos existiendo tu risa,
el juego maravilloso de conocerte en gestos cotidianos que tiemblan de alegorías,
de presagios,
de columpios donde lanzarnos al aire de las primeras mañanas de verano
y tu tienes que estudiar toda la tarde y yo llego tarde al trabajo
pero están todos esos domingos que ahora imaginamos en los que no tendremos que salir de la cama
ni jugar al despiste
ni buscar huecos entre agenda y horarios, esa lucha infatigable que a veces nos gana la partida
y hace que terminemos enfadados por pedir horas libres,
por dejar a deber cuentas, por costar a veces tanto ser feliz
más allá de un sabado por la noche, te acuerdas?
hay un sentimiento más allá del amor y yo apelo a ti,
te lo dije cabizbajo para que me creyeras, para que vieras que no solo soy
un cúmulo de groserías que forcejean por todas las cosas que querría hacerte
y que no me pierdo entre letras tecleando imposibles de cuentos de buenos y malos,
hay pequeños rincones de inocencia, extractos de rutina en una vida a medias
a conciencia elegida, aunque querer, he aprendido, solo sea un acto inconsciente,
un naufragio,
un camino precioso esperando la próxima curva en tu cuerpo,
ese impredecible que me vuelve loco cada vez que asoman tus pies al quitarte los calcetines,
el cálido vértigo de llama en reposo cuando te veo dormirte desnuda en la cama,
ardiendo como fuego a la espera,
metida en sueños que a veces me cuentas y otras muchas te guardas: hay tantas preguntas
entre las uñas que me clavas en la espalda que tienes que entender que yo me las muerda,
que a veces "maldiga injustamente a los que antes"
o tiemble con miedo por los de después
pero me contenga mientras,
en mitad de un brindis porque sé que la suerte son tres días a la semana
y cuatro en reposo esperando, agazapado en mi tela de araña,
cuatro en reposo esperando a que vengas con tu lote de fuerzas y de ganas
a plantarte en mitad de todas mis guerras y me digas: vamos, que esta noche te toca otro tipo de batalla.

martes, 19 de mayo de 2009

gracias por el fuego

Voy a intentar que no sea triste, aunque lo sea.
Voy a respirar con la noche y el whisky, y no voy a llorar aunque me duela
tan adentro que me sienta fatal por este intento de despedida tardía.
No pude ir allá a darte el abrazo, viejo, y no seré yo el que diga descanse en paz
porque los vivos nunca lo hacen, y tú no estás muerto.
No lo estás.
Te conocí de casualidad, que es como se tiene que conocer a las personas.
Y no hablo del destino, ese cabrón traicionero que solo se apunta los tantos cuando ganas por goleada.
Hablo de una señal que te apunta con el dedo y te dice ¡dispara!, ¡dispara ya!.
O cállate para siempre.
Y no sé si después fueron las palabras
o los hechos, porque en tu caso eso da igual, pero fueron
y yo me llené con ellos
y con ellas
y fui creciendo mirando de reojo a la gente buena,
a los últimos , los de atrás,
todos esos no-dueños de la tierra de los que siempre hablabas,
de los que siempre hablarás, porque siempre habrá alguien que necesite escucharte.
En algún lugar, da igual cómo
o de qué manera, habrá una pareja cogiéndose a escondidas de la mano
o tallando un corazón con dos nombres en un árbol,
esos finos gestos de la inmortalidad,
sea como sea siempre será primavera en el primer beso de marzo
y habrá quien levante la voz por encima de las rejas
y habrá exiliados, claro que los habrá, tomando cerveza en la calle
mientras discuten por el partido del domingo.
Estamos vivos, y ante eso no hay muerte que valga,
no hay olvido que nos pare,
no hay nada que detenga las risas de los niños en los parques
o el delicado vals de los transeúntes en el metro.
Tú querías que así fuera y algún día sueño con poder decirte
“lo conseguimos”
Aunque tu estés allá y no me conozcas,
aunque este trago sepa a suspiro y las ganas de llorar
a veces puedan
a las ganas de reír, pero quien va a evitar los guiños en las escaleras,
las pintadas de las paredes,
quien va a callar los gritos de la gente que no morirá jamás,
de todos esos hombres
y mujeres
valientes
que cargaron el asfalto a sus espaldas y siguieron su propio camino.
Quién podrá ocultar el himno que hay detrás de cada puño cerrado,
de cada herida abierta,
de cada jueves en la plaza de mayo
o cada viernes en la puerta de este bar.
Ahora que te fuiste no descanses en paz
porque llueve, y todo está lleno de barro,
de simiente,
de augurios y fuentes con agua tan cristalina que parecen ojos,
nos dejaste el telegrama marcado con un “tenéis que ser fuertes”
y te haremos caso, aunque el desgarro duela
y no tenerte sea uno de esos actos imperdonables de la muerte,
aunque nos cueste acostarnos por este infatigable mes de mayo
que nunca tuvo a los malos tan de su parte,
haremos de este mundo un mundo de manos
que tocarán la hierba
y de pies descalzos como huellas sobre el cemento,
y serán los de siempre, los de más abajo, los que saldrán a la calle
sin fusiles
ni publicidad,
sin pancartas ni medios de información masiva,
serán los de siempre, los de más abajo,
los que con más fuerza se reirán en la noche de todas las hogueras,
tu tendrás una libreta en la mano
por si acaso es necesario firmar un recibo por cada ceniza
o leernos las caricias de buenas noches,
los susurros de buenos días,
los inconformistas latidos latinoamericanos de un planeta
a la búsqueda de su especie, porque estamos más perdidos que encontrados,
es bueno decirlo y ser fuertes,
andamos jodidos y cabizbajos, pero andamos
y nunca hubo horizonte que quedara cerca,
nunca hubo un pañuelo blanco que no soñara con sangre
o con lágrimas,
pero sobre todo nunca hubo un sueño que no estuviera manchado de imposibilidad,
es duro el rival
y luego, además, las circunstancias,
y es duro ver que te vas diciéndonos “venga”
porque es una mezcla de fuerza y debilidad,
de no saber cuándo parará esta rueda en la que andamos metidos,
y están los crucigramas en la cola del paro,
los silencios de parejas que dudan como dos seres humanos más,
está el chirrío de los trenes que se van
y quién sabe lo que se llevan
o lo que dejan detrás,
en verdad que está todo lleno de pequeñas poesías,
de gestos cotidianos como la escarcha,
como el hierro oxidado
o las paredes de un baño de cualquier bar de Malasaña
donde alguien, quién sabe quién,
quién sabe cuándo,
un día le dio por pintar:
Mario Benedetti no ha muerto porque los hombres buenos no mueren jamás.

martes, 5 de mayo de 2009

plano general en contrapicado

La caja de música te hacía bailar. El semen te desbordaba la boca.
Decías te quiero y sonaba a pergamino.
A beso, verdad o guillotina.
¿o cómo suenan si no los discos del extraradio?, esas canciones
que saltan cuando conduces por las afueras de la ciudad, rodeado como siempre de putas
y de farolas.
A una por cabeza. O una por coño.
Maldita sea, quién puede responder esas preguntas y mirarte a los ojos.
Me gustaría que solo me hubieras dicho: sigue chupando.

Como ves, así nunca lograré callarme.

Y seguiré arrastrando esta cara de vicio, este hambre innato sin trato alguno.
Y seguirás descontándome de uno en uno los días que todavía nos quedan.
Por favor, las noches no.

Porque sigo creyendo en las luciérnagas como forma instintiva de iluminación.
Sigo creyendo que el amor es como aquel demonio que te comía las orejas: nadie tiene, nadie sabe,
pero todos corren.
unos detrás, otros delante, pero todos corren.

El día que se me jodió la brújula ya me viste: buscando tu mano, perdido con los dedos al aire.
Luego te oí respirar y quise sentir el sonido, tocarlo como en otras veces te tocaba abajo:
sin engaños, inconsciente, atento a cualquier contracción delatora.

Porque nadie controla lo que late o deja de latir. Pero eso se nota.
Hay veces que no, pero veces que sí.

Cuando te conocí la cerveza era el mejor mensaje que podíamos lanzar al mar,
y así hicimos.

Ahora reconozco tu sombra entre mis sábanas, mis ganas constantes de aproxiamarte.
Mis confesiones de disco rayado entre siglas repitiendo una y otra vez
que este barquito de cera alquilado es mi vida, y no importa que se derrita al tocar tu nombre:
tu estabas buscando un náufrago, y yo no quería seguir siendo isla.

ojala supiera hablarte del mar en lugar de usarte como chaleco salvavidas.
O decirte un tranquilo "sin ti no puedo", sin que suene a necesidad.

Todo lo demás, si existe, viene a mayores.
Y lo acepto como un regalo.

Me he buscado un refugio de niño pequeño donde nada me impide sacar la lengua.
Y contarte orgasmos.

Me lo leiste el otro día y desde entonces no me lo puedo sacar de la cabeza: "es como correrse dentro".
claro.