lunes, 31 de diciembre de 2012

2012


Gracias por hacerme tan duro como un cristal roto imposible de romperse más,
y por demostrarme que en la levedad de las caricias
existe una pequeña inmortalidad
dispuesta a quedarse para hacerte daño cuando vengan sus ausencias,
y gracias por el almidón amargo del corazón,
por reencontrarme conmigo mismo en toda mi brutalidad,
por aquella primavera nublada donde el sudor solo fue frío y sin excusas,
por el rock&roll muchísimo más allá de la cocaína y todas sus mierdas parecidas.

Gracias por devolverme el cine cuando lo tenía cabizbajo y llorando olvidos
en mi esquina de sueños pasados,
por cederme la fuerza  para contar la historia de los nuevos héroes
anónimos y en minúsculas
que cambiarán el mundo antes de que éste logre cambiarlos.

Gracias por esa revolución oscura de almas brillantes, por hacernos caer tan bajo
que ya solo podamos subir,
por el reto de cimas imposibles que nos has planteado: será leña en el fuego
de las hogueras que calentarán nuestras manos
en todos los inviernos que nos impongan.

Gracias por el dolor.
Por haberme hecho tragármelo.
Por haberme obligado a digerir derrotas, decepciones e imposibilidades.
Por el escozor de heridas inconclusas con que llené el vertedero
antes de sacar la basura.

Gracias por el amor. Por saber que he amado. Que todavía lo hago.
Que nadie podrá impedírmelo jamás. Amar.
Solo yo.
Y no pienso ser ya más mi rival
ni mi enemigo.
Todo eso se acabó. Voy a querer sin cortapisas. Sin cláusulas ni contratos.
Gracias, insisto, por el amor.

Y por la poesía. Como forma de vida.
Gracias. De verdad.

Por lo demás, en lo que a mí respecta, te puedes ir a la puta mierda, maldito 2012.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Cuando los payasos se lo hacen no tienen ni puta gracia.


El amor es sucio. El sexo una guarrada. Y yo soy un cerdo. Ya puedes quitarme las esposas, ¿dónde había que firmar? Seamos honestos pero de verdad, sin plásticos ni incienso, sin corsés ni riendas a las que atarse, ¿de qué va todo esto si no? Así que te mueves con miedo a la libertad porque temes a los containers, los descampados, y los vertederos. Entre basuras el juego no es tan bonito pero es más real, ¿no crees?

Mira: la peña se muere por un beso pero mata por un escupitajo. El valor de la saliva camina cabizbajo ante el indulto de tu justicia, podríamos echarle azufre a esta desidia de nausea, meter las manos en los bolsillos.
Olvidar.
Pero en cambio nos encantan las agujas de la nostalgia, hacernos daño como un recuerdo de taladros, la sangre que gotea mientras tú te chupas los dedos.

En el tira y afloja de los sentimientos la risa fértil crece con el dolor y la mierda como fuente de abono. Y hay un cielo en cada pozo sin fondo. Y mentiras que reivindican la verdad cuando te miro a los ojos y no me respondes. Saca las pancartas de esterilidad contra estas palabras llenas de semen, seguro que el cartel publicitario de la suavidad lima las asperezas y las dudas, que no hay manchas en tu sonrisa, que mi mirada está limpia porque detrás hay un manantial de lágrimas por donde se desangra tu tristeza.

Exactamente, qué es lo que vendes tras ese sonido en pausa, qué quieres si lo bonito de la historia es simplemente que sucede y nos cambia. Que somos el fantasma de las navidades pasadas, su juguete roto, su fiesta de bebidas vacías en nuestras excusas.

Y tapa la fecha de caducidad, esconde el mohín debajo de la cama, que las cortinas oculten ese paisaje de abismos en donde no te suicidarías, mucho menos conmigo. El orgullo no nos podará las espinas, ¿sabes? y esa vida en resumen, ese trailer de cosas fáciles por el que debería apostar, ese esquema de revolución sin heridas ni ruido me sabe a cero y de nada, me hace temblar de conformismo, me obliga a desplegar estas alas a cualquier otra parte.

¿La huida de quién pagarán tus monedas?  ¿qué clase de mendigo te crees que soy? ¿Acaso el precio de tus caricias es mayor que esta forma de bailar desnudo a la intemperie? Yo cargo con mis propias maletas y trato de pagar mis rondas. La culpa, sabes, tengo un sentimiento de posesión sobre ella. De asunción. Y este look de heridas abiertas es mi manera de que nadie pueda hacerme daño, solo yo, y eso es lo que hago. Protegerme. Aunque no haya ningún quién al acecho de mis huesos tristes, aunque la pólvora esté mojada de tanta lágrima sin petición de auxilio y los fantasmas sean los mismos a los que un día vencí por goleada contigo como cheerleader.

Dicen que la tristeza, si la abanicas, se extiende como el fuego. Y que eso da calor. También.

Puedes ponerle el perfume que desees a todo esto, hacer que huela bien o duela menos, pero la única forma de maquillar una mirada es escondiéndola entre las sombras y esperar a que los miedos terminen de comer el alpiste.

Luego pondremos el tedio sobre la cornisa y lo llamaremos paisaje. O madurez. Y llamaremos a los hombres por sus cosas y a cada losa por su nombre. Ya hay una humanidad que limosnea la belleza en stocks de pornografía en horarios de máxima audiencia, y hay odio que habita detrás de cada mentira esperando su turno para el estrellato. Sus 15 minutos de infamia: su última oportunidad.
¿Sabes que el odio está lleno de esperanza?
Aquí tienes tu caja fuerte, tipo débil. Ya puedes alquilar un precipicio con vistas, pagar el seguro, y arrendar en desprecio tu jardín de hierbas silvestres a los fumigadores de lo doméstico. No vas a desnudarte, ¿verdad? Yo venía a pedir el sexo y la balada. A rogarle suciedad a lo impoluto. Yo quería el barro y dejarme llevar sin etiquetas, pero solo fui un muñeco de trapo en tu cajita de alfileres.

Ahora que tengo un montón de recetas contra el hambre he perdido las ganas de comer. Quizá sea el momento de alienarse con los más débiles y rezar a zaratustra porque baje  pronto de esa maldita montaña, que tanto grano de arena no va a mover el culo ni por una ráfaga de viento.
Joder.
Puedo quemar el refugio y las naves solo por verlos arder en tus ojos.
Puedo saltar del llameante carro de la libertad en cuanto me queme mi necesidad de cárceles y llorar tras mi traje de sábanas sin testigos.

Y puedo matarme sin mirar hacia atrás
y resucitar sin mirar hacia delante.

Tenía que decirlo.

domingo, 23 de diciembre de 2012

ungreatest hits


Todavía me duelen algunas canciones
y cuando saltan en el playlist
las paso con prisa como esperando que nadie se fije.

Este disfraz alquilado no traía consigo una sonrisa
contra la música,
así que es un poco como desnudarse
pero con muchas heridas
y ningún orgasmo.

Imposible delante de las visitas.

Pero luego,
cuando me quedo solo, las pongo una y otra vez
nuestras canciones
e imagino que las escuchas
desnuda
por aquí,
escondida entre las sábanas
y quejándote por el frío.

(Si vieras la de bajoceros que han crecido en la habita
desde que no vienes…)

Y me imagino a mí
metiéndome con todos tus grupos maqueteros
para picarte,
intentando hacerle cosquillas a tus opiniones,
o riéndome del punk para que pongas esos ojitos de
“como te pases me lo vas a tener que comer muy bien,
así que sigue así, valiente”
y siguiendo así, claro,
hasta besarte como una chica difícil,
yo, que siempre fui tan fácil.

Y no sé si me pongo triste o feliz
al recordarte
dibujándole  striptease a los empalagos
y al rock&roll
follándotelo
directamente.

Qué preciosidad de rabia, qué maravillosa tristeza
esconde el paisaje de las cimas más altas
una vez has bajado.

Y qué nostalgia abierta te abre su futuro de puertas cerradas
para que las recuerdes,
para que aprendas a vivir alrededor de lo que ya no harás.

Llega un momento en que si miras hacia atrás
lo bueno y lo malo
pierden su matiz de diferencia para unirse
en un solo tiempo verbal:
pasado.

Da igual lo mucho que duela,
el vacío aséptico con que te trate
o que no pida permiso para los puñetazos.

De qué nada sirve la indómita libertad
del que no le quedan monedas
ni balas
en la ruleta.

Qué poco importa la velocidad
después de haber escupido el equipaje
y los besos
por la ventanilla. 

Quiero decir que si no tengo cicatrices
es porque nunca dejé que se cerraran mis heridas
y  por eso le doy al play
como si el dolor fuera un juego de musas
enjauladas.

Lo único que sé
es que en mitad de este desierto también llueve
cada vez que pones ojos de música.

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nota de pro-vocación: me he quedado sin revistas. están todas repartidas por ahí. Intentaré sacar más, pero tengo que recibir el dinero de estas para ello, así que ahora mismo hay en las siguientes ciudades:
Madrid
Barcelona
Murcia
Málaga
Sevilla (ya llegan, lo juro que ya llegan)
Granada (van a ir más este enero)
León
Palencia
Valladolid
cádiz
Santander
Oviedo
Vigo-A coruña
Logroño
Valencia
Almería
Bilbao
y un pequeño lote que va a tenerife
y otro también pequeño destino mallorca.


son un porrón, eh? a vuestra salud, muchisimas gracias joder.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Guerrilleros


En 10 días me han echado de un curro, me han pedido que vuelva a otro, me he puesto la americana para un tercero, y no consigo avanzar con el cuarto. Sigue haciendo muchísimo frío en esta habitación y es el mejor antídoto contra las ventanas. Marcus me ha dicho: la vida es un constante suicidio. Y yo no le he respondido, pero lo he pensado: y bien que lo sabes, tío. La valentía es perder la cuenta de las veces que sales vivo de la misma guerra.  

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la primera vez que estuve en Barna me quedé a dormir en casa de Edwin y María, que habían sido mis compañeros de aquel pìso en embajadores durante casi un año. Y vi tocar a Jordi el piano con una suavidad que pareciera el masaje de una madre primeriza a su recién nacido. La primera vez que estuve en Barna conocí a Marla Singer y escuché a Xavi balbucear un pequeño rock & roll que sudaba en su jardín notas de ginebra y hoteles.
Y me hice hermano de Dani. O él me hizo, mejor dicho, hermano suyo, porque hay personas que uno no está seguro de merecerse pero te callas y lo disfrutas, mientras aprendes de ellas. Solo con decir que Dani fue quien me descubrió a Nacho Vegas debería valer para entenderme. Y que además me ha enseñado a defenderme con una mueca de mirada cómplice, o a dudar de toda la seguridad implícita del complejo de antihéroe que tanto mola. Prometiéndonos visita obligada cada dos meses, nos vemos, con suerte, una vez al año. Pero qué veces.
Cuando Ana me dijo: “voy a Barna este viernes”, sonreí pensando que tendría que conocer a Dani. Así que la di un puñao de revistas y la dije: “te apetece traficar con un poco de poesía?”. Ana es de esas personas que sabe (que entiende) que hay cosas a las que directamente no se las puede decir que no. Líos en los que por instinto es imposible no meterse. Así que vivamos de ellos.
Quedaron ese mismo viernes por la noche. Dani creo que llegó tarde con sus pintas de tipo desorientado en su propia casa. A Ana, en el mensaje que me puso tras el encuentro, Dani la llamó “Labios rojos”. Ya tengo las revistas. Labios rojos me las dio. He llegado tarde y no tengo perdón pero llevo la mochila llena de poesía para repartir. Es bonita. Es bonita. Es bonito. Corre el vino por las venas y la alegría de tener algo en común. Va el abrazo. Pregunta tonta y materialista: ¿cuál es el precio de lo que no tiene precio? ¿por cuántas sonrisas lo cambio?
Ya no quedan revistas en Barna. Estoy mirando para enviar más, y Dani me dice que el chute, como que le ha sabido a poco, nen, que a ver si labios rojos podría volver a pasarse. Me dice. El dealer catalán es un cachondo. De verdad.

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El lado violento de la tristeza está como en desahucio y sin patria,
quemando goma y fumándose el alquitrán de tanto asfalto y cigarrillos.
Agárrate porque este show ha dejado de ser business,
la decadencia  es el amor a lo caduco, la pasión a un simple “ya” que ni siquiera nos pertenece.
Ahí está el re-volver,
cuidado: disparar engancha.
Y salir corriendo es de cobardes sólo si miras hacia atrás.
De nada por las gracias.

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Fue el 29 de agosto del último año antes de dejar el cole y pensar qué íbamos a hacer con eso de la universidad. Estábamos en el pueblo y no sé por qué pero mi hermana no estaba, así que solo estábamos Marta y yo. Recuerdo que quedamos después de cenar y estuvimos paseando por las callejas del pueblo, hablando de cómo sería nuestra vida ahora que íbamos a empezar a ser adultos, de las cosas que queríamos hacer y las personas que queríamos ser. Terminamos apoyados contra una pared cerca de la iglesia, mirando el páramo de Castilla iluminado por los faros contados de coches que se iban o venían a lo lejos. Y allí nos dieron las 12, era el cumple de Marta, y nos pusimos a contar las campanadas y a pedir deseos. Esas cosas que haces cuando llegas a los 18 y te pilla en mitad de un pueblo, con tan solo un amigo, y ningún bar abierto. Contar deseos. Contárselos. Marta es que es mi amiga, ¿saben?
Luego la vida nos fue separando. Quizá mucho. Hace un mes me llamó porque venía a Madrid con su chico a ver el musical del rey león (¿?), y estuvimos toda una noche en mi casa bebiendo y recordándonos, mirándonos tan de mayores que se nos escapaba una incontenible risa de niños cada vez que decíamos una palabrota. Y eso que decíamos muchas.  Al final se lo dije: ¿te lío? Y me dijo “claro”. Y la he liado. Allí está, por Bilbao, dice que la gusta jugar a que es una camellita de barrio a veces y otras una gran traficante de poesía. Siempre. Qué tía.
Así que de repente pienso un día en Aurora, en que hace meses que no hablo con ella, en que desde que no curro a su lado la producción ha empezado a traérmela bastante pero bastante floja. Y la llamo y la digo: ey, dónde estás y hacia donde conduces. Y me dice: Bilbao, primero, después Murcia. Y pienso, joder, esto va a ser bonito. Y le digo: tienes que conocer a alguien de allí, primero, y después a otro, en Murcia. Y me dice: vente a mi kelly que tengo porros y me cuentas más tranquilo.
Marta me escribió ayer diciéndome: las tengo. Aurora me dijo “Hecho, jefe, paquete entregado”. En Bilbao, el que no tiene poesía, es porque no quiere. Y en Murcia, poquito queda. Es la parada siguiente.

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Que tenemos la ilusión de un telón recién subido,
expectantes como un paisaje de cimas por escalar,
el viento nos guía este quizás que llevamos a modo de promesa
o principio de intento,
a modo de corbata elegante sobre el disfraz de payaso
riéndonos
de las pérdidas con dignidad de zapatos viejos,
de historias que contar.
Y eso hacemos.

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Cuando me chivó la única respuesta posible a un te quiero, supe que Irene me tenía. Luego me dio un abrazo (de los suyos, de tres letras) y las 6, así, por la poesía y otras drogas. Esta vez era yo el que tenía que conocerla. Así que pasó por Madrid e inevitablemente terminamos borrachisímos por la latina, con javi y little T , bebiendo gyntonics y poniendo extremoduros a un bar de reggaetoneros. Me dijo que se llevaría las revistas a Salamanca, y después a Zaragoza. Que me iba a ayudar a pelear esta sonrisa. Que le gustaban las almas de fuego porque ardían  “como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas…”. Y luego le cambiamos la letra a aquel poema de Ajo: si juntamos tu desnudez y la mía, ¿qué tenemos? ¿dos desnudos o un abrigo?
 El pasado fin de semana me dijo que no la quedaban revistas. Y que quería más. Así que se las daré para donde sea que vaya, para los que tengan la suerte de verla. Y a Javi le voy a llevar otras tantas pa Salamanca, como diciéndole: más madera, mi capitán, más madera.    

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Eres como echarle un pulso a dios
y ganarle por 7 milagros.

La felicidad es un espasmo con tu culo en pompa.

No sé si estoy borracho, fumao
o contigo.
Pero sé que por donde pasas no crece la tristeza.

Respiras y me excito.

Perverso como un violín que siente la navaja en sus cuerdas
y trata de respirar
y de tragar saliva.

Podemos estar tranquilos, el amor es otra forma de pornografía
y nosotros sus pornstars favoritos.

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Coge todas tus cosas, las que consideras que van contigo para formar un hogar del sitio en donde vives. Tus ropas, tus amuletos, tus libros, lo que sea que haga de ti lo que eres y te guste que sea así, todo eso, cógelo y trata de meterlo en una maleta. Hacer de tu vida un viaje consiste en eso. En ir con la casa a cuestas. Y poder cargar con ella, subir montañas, cruzar ríos, volar. Me lo explicó Marina cuando volvió de indonesia. Y tenía como un disparo de salida en la mirada. Hablaba en serio y sin miedo de la libertad. Sin vergüenza. Cuando me dijo que en su destino pasaba unas horas por granada, supo que estaba metida en un lío. Y que encantada, muchas gracias. 
Pablo me había dicho que tendría que ir a Sevilla si yo no las llevaba a Granada. Así que le dije que se las llevaría si él podía recogerlas. Me dijo que claro, qué cómo no, que por supuesto.
Sé que se pasaron toda la mañana juntos porque Marina tenía que hacer no sé qué de un pasaporte y que Pablo fue un auténtico caballero llevándole la maleta mientras ella revoloteaba entre funcionarios y burocracias. O así me lo he imaginado según me lo contaron ellos. El caso es que las revistas ya están en granada en las manos de Pablo. Rulando.

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resumiendo e informando:
ahora mismo hay revistas ya (o están a punto de llegar) en: Bilbao, León, Murcia, Cádiz, Valencia, Palencia, Valladolid, Burgos, Sevilla, Vigo, Granada, Almería y Mallorca. A punto de cerrarse el envío a Salamanca, Jaén, Guadalajara, y las islas canarias, y seguimos buscando mensajeros que las lleven a Logroño, Asturias, Santander, Málaga y Lleida. 
A Barcelona irán más también, estoy en ello.
mi mail de contacto: escandaralgeet@gmail.com

y este sábado, en el bukowski a las 22:00.



lunes, 3 de diciembre de 2012

pro-vocación (numero 5)


Es una guerra. Tenemos las manos sucias y respiramos humo y aun conservamos la nitidez del amor cuando te hace cosquillas. Y a pesar de la sonrisa, lo dicho: esto es una puta guerra. Y de las que van para largo, así que posicionémonos sobre el tablero, peones de la triste figura, porque estas son las cartas.

Se lo he escuchado decir a Marcus en unos cuantos recitales, y hoy lo voy a poner por aquí como declaración de principios, escarbando en la tierra para desenfundar el hacha, sin importar hacia dónde salpique la sangre, izando las velas a la espera de un huracán que nos deje a nuestro a ritmo.

Vayas donde vayas siempre hay un gilipollas dispuesto a decir en voz alta: no, es que a mí no me gusta la poesía. Y quedarse tan ancho. ¿No me gusta la poesía? ¿Has escuchado a alguien que diga no me gusta la música, paso del cine, me aburre la pintura? puedes detestar el reggaeton o dormirte con el jazz, ser incapaz de tragarte una peli de miedo o vomitar con las comedias románticas. Puedes mearte en un cuadro de Miró o bostezar frente a las Meninas de Velázquez. Pero siempre se le concede el derecho a la oportunidad a cualquier arte, porque nunca sabes cuando te va a pillar por los huevos para hacerte estremecer con sus embestidas. Nunca sabes cuándo va a posarse sobre ti y anidar follándote hasta que no puedas pensar en otra cosa. En eso consiste al final. Y sin embargo, hay tantos y tantos que dicen sin ruborizarse que no les gusta la poesía que casi da rabia, joder, que te cabrea hasta ese punto en el que amenazas: te vas a enterar tú y todo tu mundo de notienesniputaidea que vas abanderando.

Y pegas un puñetazo en la mesa, tan fuerte que hasta te haces daño.

Poesía. De esto se trata. Me la he comida cruda y con patatas, con lubricante y sin preservativos, la he visto desnudarse o cubrirse con vergüenza de metáforas. La he visto huir y quedarse, sobria recién levantada y borracha tras una vida con ojeras. Seria o llena de risa, la he tocado, besado, hecho el amor y llorado su ausencia. Y sin embargo, puedo decir con absoluta fe en los imposibles que no tengo ni puta idea de en qué consiste ese milagro de 6 letras. A veces me lo preguntan y me quedo callado. Como pensando la inconcreción de tamaña respuesta. Tengo claro que la poesía no es pulsar la tecla de intro al final de cada frase. Incluso tengo mis dudas respecto a la importancia de las letras y las palabras dentro de ella. De que exista la necesidad de algo para crearla. Más que lenguaje, la siento lengua. Me basta una forma de pegarle un trago a la cerveza para indefinirla. De inspirarse en una calada. Un beso en mitad del frío. Pero si tengo que ponerle un disfraz de términos para reducirla a palabras, me quedo siempre en el intento, o me defiendo tras un no me da la gana, y tan tranquilo. Por eso, cuando alguien dice “no me gusta la poesía” lo único que pienso es: tú no tienes pero ni puta de lo que hablas.

Y como he dicho al principio: esto es una guerra. Así que aquí están los granitos de arena que traigo para tan personal montaña. Me ha llevado 2 años hacerla, y porque Marcus me cogió este verano y me dijo: ya me encargo yo de la maquetación, tú vete pensando cómo quieres que quede.
Así ha quedado:

Pro-vocacion, número 5. El chanel también huele a sudor y saliva después de un buen polvo. Son 104 páginas. Unos 90 autores (los conté una vez y no he vuelto a chequearlo). Y es una colección de escupitajos con sed de mar a tamaño cuartilla. Y vale 4 pavos. ¿cómo conseguirla? Bien. Veamos.

Como siempre he sido un desastre distribuyéndola (muchos son los testimonios que puede aportar la fiscalía en este acto), y como estoy en ese punto de llamar a las cosas por mis nombres, de hacerlas a mí manera, me la voy a jugar (ese precioso verbo) apostando por la informalidad como el método divertido de hacer las cosas. Por el tráfico clan-destino de la poesía. Así que pro-vocación, digamos, no se vende en ningún sitio, te la tiene que pasar alguien. Para ello estoy intentando organizar una red de camellos locales a los que habrá que invitar a una birra para que te la vendan. Todo está un poco empezando, pero ahora mismo, aparte de Madrid (donde voy a clases de baile), hay revistas en valencia, barcelona, y no sé muy bien si en Salamanca o Zaragoza (es lo que tienen los dealers ambulantes, que nunca sabes muy bien dónde andan). Y hay envíos previstos para Santander, Sevilla, León, Burgos, Galicia (se me ha olvidado la ciudad, mierda), y pa las islas (canarias, by the moment).  Y Cádiz, también. Ninguno tiene fecha cerrada, pero digamos que conozco gente que va a pasar por allí antes o después, y ya me encargaré de empaquetárselas. Aprovecho para decir así como por la bajo que si alguien va de Madrid a algún sitio que me lo diga, que le invito a una caña y le llevo un regalo.

Toda la peña de la que os hablo. Toda esta gente que va con sus maletas cargadas de poesía como revoloteando entre el barro pesado de la tierra firme. Todos estos compañeros de road movie aventurera, son los protas. Yo solo soy un intermediario. Pegaros una buena borrachera a la salud de quien sea, el mundo se hizo para que os conocieseis, así que no preguntéis por quien doblan las apuestas. Doblan por ti. Por vosotros. Y como he dicho todo este rato, insisto, esto es una guerra. Y esto es un bando. El próximo que diga que no le gusta la poesía se come un revistazo, avisao queda.
(mi mail es: escandaralgeet@gmail.com, para mirár cómos y dóndes escribidme y negociamos.) 

Muchos abrazos y saludes a todos los que os dais volteretas por aquí, imposible no flipar con tanto cariño y tan buena yerba, muchas gracias, de verdad.    


miércoles, 28 de noviembre de 2012

galeras




 Y tú de espaldas remando a la contra,
quemando tus fuerzas en busca de una isla desierta
(“y desierta quiere decir sin ti, el mundo nunca me ha hecho compañía, recuerdas?”)
donde puedas sobrevivir a base de invierno
sin ocultarte,
sin tener que ceder tu potestad de utopías a los sueños de otro
ni nadie que te diga que su pared
es tú única opción de horizonte,
sin nadie que te tapie las laderas donde me besabas
cada vez que eras feliz,
quizá yo ya no tenga la impunidad de decir que estábamos equivocados
cuando el único error que cometí
fue no aceptar la culpabilidad de mis dudas,
esas hijas de puta,
hasta que crecieron y anidaron como un cáncer,
hasta que el amor se fue derritiendo como un gris en la materia.
Esa mierda
que solo podía ser humana.

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Miro de lejos las llamas
mientras hago de la velocidad una forma de vida.

Ya pararemos cuando la gasolina se acabe, de momento sigue pisándole.
A fondo.
A ver si lo tocas.

Me produce ternura la ingenuidad de las señales de stop.
Aunque puede que sea peor lo mío:
confundí estrellas fugaces con semáforos en ambar
y claro, los deseos se me pusieron en rojo.

Y yo creyendo que era por tus labios…

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La ansiedad llega cuando cruzas la tercera fila de  infelicidad
en un baño.
Decías que en un trocito de bolsa quemado
no podía  caber toda mi tristeza.

Pero sí la necesidad, te respondí.
Y toda tu ausencia.

Me cabe una vida de pérdidas por la nariz.
Tengo el sudor reseco y los dientes pestañeándote
en modo Fast-trip, non stop destruction.

Y el semen, al parecer a veces, me sabe a cocaína.

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En el ditirambo el alcohol se mezclaba con lágrimas
para emborrachar a la tristeza,
había un sufragio universal de heridas
que se ponían hasta el culo de olvido,
y en cada regazo se buscaba una orgía donde poder prostituir
los principios y la fe.

En la procesión, una inquietud de bolsillos vacíos
agitaba sus caderas al futuro
y se les oía gritar: “más madera joder
queremos más madera”.

En una pancarta habían escrito:
“construido el mundo, solo nos queda destruirlo”.

Y en otra
“Talado el bosque, quién pagará nuestra necesidad de leña”

Cuando el naufragio llegó, los restos entendieron rápido
el precio solitario de la inmortalidad.
La borrachera podía disimular la tristeza
pero no el cansancio.

Y todos, como por inercia, siguieron bailando.

Pero ni siquiera la libertad, tan escuálida,
tan débil y desnuda
como una top model recién violada,
tenía fuerzas ya
para mover el culo.

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Tengo un cuarto lleno de desordenes porque nunca se me dio demasiado bien
lo de la obediencia.
En esta resaca, he aprendido a mojarme los pies sin tener que cruzar el río,
ahora lo corriente pasa pero yo me quedo,
con mi par de guijarros y mis vaqueros sucios
y una afónica de traviesos en la sonrisa
y mis pintas de cigarro consumido
sentado al borde de esta alcantarilla.

En el palacio de invierno la mascarada sigue llorando
su difunta ilusión de refugio.

Cómo pesa la levedad de unos labios
cuando se estrella contra otros.
Labios.

Libremos a la luna de nuestra mierda,
y a las putas de nuestro precio.

La tristeza tiene un punto, sí.
De sutura.

Y también de ebullición
si la sacas a bailar sobre el fuego.

martes, 27 de noviembre de 2012

Aproximación melódica a este desahucio de riesgos a la intemperie



Como pinturas rupestres dibujándonos grietas en la cara, 
haciendo de la respiración asistida el único método de supervivencia asumible:
El boca a boca.

Nadie vendrá a suplir las sombras por indiscreciones,
a ponerte el pan en las manos
y la levadura en el alma,
nadie lo hará por el aire
como palomas picoteando sobre un smoking de adoquines
y alfombras,
como cucarachas en celo desprovistas de culpa
ni testigos,
con nuestra desnudez de ventanas abiertas tras las persianas,
incapaces de evitar el frío pero sí la luz,
como si solo bastara con cerrar los ojos
para dejar de vernos.

Nadie contará en gritos nuestros silencios
mientras  descontamos días en el calendario,
mientras pasamos páginas como derrotas asumidas en viernes
o deseos desprovistos de lo imposible,
tendremos que asumir lo innecesario como parte importante
de nuestros desánimos,
vivir con la cotidiana hoja de la navaja en el cuello,
apostar por el tambor contra sus balas.

No hay tinta más allá del sudor y el esperma,
de esta mezcla de lágrimas, saliva y sangre con la que empastamos
nuestras huellas como en cemento fresco,
como en arena a la espera de futuras olas
o como esas desgracias que das vueltas con el café de las 8:30
o la cerveza de las 7 de la tarde.

Somos un mechero sin chispa ni piedras en los bolsillos,
apenas el sabor de la comida recalentada nos sostiene,
decimos te quiero como el que pide cambio
porque no lleva suelto.

Tendremos que afilar los criterios sin olvidar la caricia
y bebernos las cervezas que nos queden
tendremos que sujetarnos fuertes los añicos
para no descomponernos al volver a casa,
aceptar que las migas de pan suelen conducir a callejones
y precipicios,
que ya no existe ningún camino de vuelta.

Habrá que fingir el día a día como si fuera un orgasmo que no llega
y tampoco esperamos,
mirando al techo con resignación
y alevosía
mientras el otro se corre
y tu sólo quieres saber si te queda o no
tabaco.  

domingo, 18 de noviembre de 2012

martes, 13 de noviembre de 2012


Traías la libertad como si fuera tu única compañera de viaje. “El resto de cosas las llevo aquí”, dijiste señalándote la sonrisa. Luego caminaste moviendo el culo y bueno, ¿por dónde iba?

Hiciste una alfombra con nuestra ropa y sobre ella nos pusimos a bailar el ruido de la calle. Como si Madrid nos dijera al oído: me sois más fieles a mí que a vosotros mismos. Y nos hubiera dibujado un paraíso a modo de cuarto, y nosotros fuéramos como adán y eva en una piscina de manzanas. Pero sin vergüenza.

El tercer verso te resbalaba por la espalda hasta dejarse mecer por la ladera de tu culo. Mierda. Otra vez. El tercer verso era una lágrima de sudor en tus labios. Sí… Como una coma enumerando los sueños de todas esas vidas que señalabas en el mapa. El tercer verso  ni siquiera era la mitad de la mitad de la peor de tus mamadas, pero era humilde y feliz, un poco travieso, bastante macarra, y romántico hasta el atardecer. El tercer verso brincaba como un arlequín cada vez que te corrías y aseguraba que tú ya sabías (“que tú siempre lo habías sabido”) dónde terminaba.

Dentro de ti.  
Decía.
Y yo le insultaba llamándole poesía.

sábado, 10 de noviembre de 2012

ex-preso de noche y media.


Bienvenida a mi mundo. Verás algunos monstruos por los pasillos, procura no asustarlos, se enamoran al primer suspiro.

Te dije.

Dime dónde has estado. Cuéntame en pétalos tu alegría.
Hazme reir.
Tengo cerveza, siéntate o quítate la ropa. Pero ponte cómoda.
No voy a dejar que te marches.
Hace demasiado frío como para dormir con ropa,
y esto es ya una guerra contra los pijamas.

Ok. Me dijiste como quien acepta un reto.
Sonriendo.
Mirándome la bragueta.

Así que nos hicimos de cosquillas
y de adioses, como si tuviéramos en propiedad la noche
y la poesía.
O alquilada mejor, porque nunca nos gustó ser dueños de nada.
Mucho menos de nadie.

Te pusiste a bailar desnuda para dejarme con la boca abierta. Y mucha sed.
Que era como me querías.

Y te acercaste como si fueras música.
Sobre mí.
Para que te tocara.

Como un dedo deslizándose con timidez e increcendo
por las teclas de una piano
de cola
o como un refugio de notas heridas en la cuerda floja
donde estábamos los dos.

Asfixiados y excitantes,
como el sudor y la rebeldía.

Nos reconocimos al recordarnos, o tal vez al revés,
nos emborrachamos y dejamos que la piel hablara su propio idioma

y nos contamos tantas cosas

y nos hicimos tantas otras que por la mañana
la humedad en el colchón era un mapa
con la palabra AHORA
como única ley de nuestro nuevo mundo.

Sudabas.
Y estabas preciosa.

Así que te lo volví a comer 
a modo de desayuno.

jueves, 8 de noviembre de 2012

ilaborables


Y contaremos que el paraíso era un piso alquilado,
que la ciudad era un mar abierto toda la noche,
y que había una juerga de tesoros inimaginables
bailando detrás del humo.

Que las pintadas eran de guerra pero nos hacían el amor.
Que dejábamos huellas en el aire
y que mezclábamos sudor y sueños
en las cocteleras.

Como si fueran los monstruos salvajes de un infante
orgulloso
lo contaremos idolatrando naves
y leyendas,
salivando las palabra al besarlas,
las iremos llenando de lunas, humor
y pornografía.

Hasta que nadie dude de la risa infatigable
que nos gobernaba,
de la irreverencia con que besábamos a imposibles
y extraños,
de la inseparable duda que nos hacía sentir
tan perdidos
como seguros de nosotros mismos.

Y después, fatigados tras el éxtasis y la elegancia,
brindemos con paisajes por la osadía,
colguemos la vergüenza en el perchero
y sigamos con nuestra fábula de cigarros
contra las hormigas.

miércoles, 31 de octubre de 2012

rexistir


Siempre hay un bye detrás de cada good
y el corazón pisa el freno
después del primer infarto.

Tendría que resistir las losas,
los transeúntes
y no verte.

Pero mi pequeña revolución
se postra ante ti
como un esclavo que echa de menos
sus cadenas.

Como un perro sin bozal ni ladridos.

Deshabitándose como una ciudad abriéndose en comisarías,
mirándome como tratando de decir: ¿no ves que ya te desprecio?

Una marabunta de rugidos agónicos clama
tu presencia entre butacas
para esta función de desánimos.

Perdona por utilizarte,
pero sigues siendo mucho más que poesía
en mi plegaria de bares para solo de sexo.

No sé si te habrás fijado, pero en Madrid
las ansias han dejado paso
a las dietas como si ya no tuvieran nada que hacer.

Como si todo lo que queda por ocurrir
nos considerara innecesarios.

He comprado una vida normal a precio de saldo
y trato de hacer las cosas bien:
he cambiado el vaso de agua aquel
en que decías que me ahogaba
por un océano lleno de peces
y ninguna sirena.

Sé que la noche me es infiel porque trae el olor de otros cada mañana.
Porque uso el despertador y tiro de café con prisas.
Porque tu risa sigue removiéndose en mi estómago
cada vez que hago repaso de mis destrozos por tu vida.

Hay huelga de reponedores en mi almacén de fuerzas.
Los contenedores ya no contienen
y las ganas ya no ganan al final de la partida.
Todos pierden.
Y en nuestros dientes se van acumulando los mordiscos
una vez te has tragado hasta el último sueño.

Es que solo veo manos que se separan en cada boca.
Y un negro muerte en cada ojo.
Y peña que solo habla de otros países,
que te cuentan los idiomas que van a aprender.
 Las cosas que harán más allá de nosotros.

Sentimientos que cotizan en el paraiso fiscal
de las soledades anónimas, suciedad limitada.

Y yo puedo mirar el silencio como una pequeña orgía de ausencias,
que se lleva los ruidos a algún otro lado que no me pertenece,
como si midiéramos los gemidos en decibelios
en lugar de en arañazos.

Supongo que la resignación es aprender a sonreír mientras esperas.

Y así voy, con el cinturón de seguridad desabrochado,
seguro del a todo riesgo,
acelerando.

No hay curvas peligrosas después de haberte caminado con la lengua.
Solo un muro a lo lejos que me mira con sus ojos
de futuro insatisfecho
mientras susurra: ¿a dónde te crees que vas, tipo duro?

Y siempre es la misma mi respuesta:
 a la guerra.

Aunque ahora que no voy contigo
no es tan divertido ir contra el mundo.

Ni sé si merece la pena.

viernes, 19 de octubre de 2012


Si vieras el silencio agonizándose de quietudes,
de estados de espera,
acercándose con la lengua fuera
y dispuesto a darte un beso
¿no saldrías corriendo
y gritando
como esa gente loca de las calles,
esos parbularios de la libertad
que llevan linternas en los ojos
y morado en los golpes
y recuerdos en costillas que enumeran
como quien cuenta muertos?
¿No pondrías las manos sobre los barrotes
y cerrarías los ojos,
imaginándolo,
el futuro?
¿No respirarías con esa ansiedad por saber
a qué olía el otro lado?
Yo sí.
Y entre la resignación y el miedo, también me callo.

Pero si el suicidio rutinario de la escarcha
trajo remando tus huellas
a pasarte el pasado por la cara,
a restregártelo
como princesas que se masturban
al otro de la pantalla de un ordenador
y tú, que no miraste en los bolsillos antes de barrer la casa,
ni rezaste bajo el alcohol, cuando todavía creías en algo,
ahora tienes sobre ti el paisaje mudo de las cimas estériles,
un abanico de oportunidades que te la soplan
y al fin entiendes que el único superviviente
es el único
que se siente solo,
abanderado de una nación sin oponentes,
el olor insatisfecho de los escombros
es del humo en el campo de una batalla
que nunca sirvió para dignificar ninguna muerte
pero que tal vez sí salvó alguna vida,
no lo sé y quién podría,
¿vamos ahora a imaginar auroras por el tragaluz?
No seré yo quien le juzgue la desnudez a tu vestido de cristal, miss mañana,
puedes ponerme contra la pared,
en mi saco solo hay palabras
que duran tanto
como toda tu historia: nada.




Entre la sangre y el barro
los nuncamás
fumaban el último suspiro de los parasiempre
llorando
como hombres
lo que no supieron cuidar como mujeres.

lunes, 8 de octubre de 2012

20 alegatos para la tristeza


Es domingo, son las 4 de la mañana,
y se me está terminando el tabaco.
Han dejado de actualizar los periódicos deportivos
y no encuentro un enlace
a ningún partido de football americano.
No hay nadie en la calle.
Solo un silencio de balcones cerrados
como cárceles que no dejan ni un salto mortal
para la eternidad.
Puede que me masturbe antes de acostarme.

***
La danza de la lluvia eras tú caminando
mientras te alejabas.

***
Mi índice de suicidios es casi nulo
y beso la noche como quien busca un bar.
A estas horas
o no me dejan entrar
o están cerrados.
Es así siempre: caminas entre extraños
que solo muestran sus arrugas tras el fuego
y te entra miedo
cada vez que enciendes un cigarro.

***
Creo que la felicidad está
donde no la estoy buscando.
Más que creerlo lo sé.
Quizás por eso lo hago.

***
Voy a bajarte la cremallera
hasta el final
decías
y parecías tan desnuda…

***
 Cada mañana soy una vela
que alguien se olvidó de apagar.

En un bolsillo tengo un montón de piedras
sin mechero.

Tanto darle vueltas y éramos nosotros
los que estábamos rodeados.

En mis ojos la tierra se ha secado y no existe el mar.

A veces el derecho de admisión pasa por uno mismo
y el todo vale cuesta igual que el nada importa.

***
Fuiste origen y dueña de mi amor, y este dolor también te pertenece.
Ojalá yo pudiera cargar con el tuyo.
Y llevarlo tan lejos
como fueras capaz de brillar.
Que los dos sabemos que es mucho.

***
Te dije “no salgo de mi metro cuadrado de irrealidad”
“dejarme llevar ha dejado de llevarme hasta ti”
“si me lo permites, voy a prescindir del paracaídas”.

***
Hasta los gestos circunstanciales de las chicas guapas
tienen un punto de sucedáneo,
algo que te hace decir: no es mi película
ni ellas serán mi actriz porno favorita.

***
Sales.
Con tu disfraz de regalo bajo la luz del flexo.
El culo en pompa por los tacones.
Los labios pintados.
Y tus ojos de felina en celo.
Entro.

***
Estabas bajo la lluvia, pero no bailabas.
Me mirabas triste como diciendo: puedo hacer llover,
pero eras tú el que se encargaba de las sonrisas

***
Varias veces al día cambiaría el rock&roll
y la poesía
por tus labios.
Sin dudarlo.
Echo tanto de menos verte.
Cada día.
Varias veces.

***
Así que el amor explota lleno de vida,
dispuesto a contagiarse
e invadir,
a reproducirse.

Y luego se va resecando
como arrugas en la piel.

Mientras buscas un kleenex para limpiarte.

***
Me siento como un vampiro
al que le gusta su propia sangre
y eso hace: consumismo.

***
Cuando quisimos cambiar de canción
estábamos atrapados en un estribillo.

***
Dile a mi juventud las ostias que le faltaron,
cuéntale lo de la ausencia de cicatrices,
empótrala contra el paredón.

Y de paso, pregúntale por qué hago lo que hago.
Que me lo explique.
Si tiene huevos.

***
Se pasó el huracán y su presagio de vientos,
y nuestra risa de hierba desafinada
murió, como si nada, tras el barbecho.

Todavía sucios de ceniza
nos pintamos la cara
como si fuésemos a la guerra.

Es nuestra forma de mirar a la vida.

Como en un campo de batalla.

***
Cuando te vi llorar en mitad de la revolución
dejé de entender por qué estábamos luchando.

Contra quién.

Si tú estabas llorando,
y no por su culpa.

***
La poesía es eso que queda cuando no puedo correrme en tu boca.

***
.

miércoles, 3 de octubre de 2012


Ojalá algún día los hijos de vuestros hijos
os miren ya ancianos al preguntaros
qué hicisteis
abuelo
y tengáis que explicarles
ya sí, con la vergüenza que el tiempo otorga
(pero no destina, ¿o eso ya no lo recordabas?)
que pusisteis policías a la puerta del congreso
como cipreses custodiando la sombra
y el cobijo,
que igualasteis la maldad y la pobreza
pisoteando, con vuestros zapatos de alfombra,
la hierba que crecía en las ideas de la gente,
que comprasteis el alma y los calendarios
como sortija barata de lencería,
como un trozo de plástico tras la lluvia,
que vuestra risa era lo que se oía tras el telón y la furia
de todas las desgracias,
que hipotecasteis el sudor, la dignidad
y el aire
y vendisteis por ticketmaster entradas VIP para el Apocalipsis.

Que cerrasteis las ventanas y el sueño.

Y pusisteis cámaras en la calle.

Y que inventasteis el miedo, decídselo, a perder lo que no se tiene.

Ojalá
los hijos de vuestros hijos
de puta
os traigan el espejo donde cortasteis la democracia
antes de esnifarosla con turulos de 500,
y que la impunidad sea afilada de nuncajamases
señalándoos como una navaja
a la puerta de vuestros refugios,
y que lloréis de vejez la violencia heredada
de los púlpitos
en los que hablabais de pueblos
sin haberos limpiado la boca
ni subido la bragueta.

Y que os crujan los huesos ante el roto de infancia
en la mirada de vuestros nietos
cuando os traigan la vergüenza y la poesía
a juzgaros,
a deciros

¿qué hicisteis?

¿qué hicisteis?

¿y por qué,
abuelo?

jueves, 27 de septiembre de 2012

hará falta la lluvia

el 11 de marzo del 2011 escribí esto. y hoy me he acordado:


hará falta la lluvia
para que todo sea incomodidad
y se llene de atascos la jauría,
para que nos mojemos de verdad
y hasta a la policía
se les llene de goteras la vergüenza
y el alma
y hará falta para que se lleve
en su discurso torrencial
el lujo y los privilegios
de los que sí tienen mucho que perder
y se empapen de riego los miedos
de los que, ya derrotados, solos les queda ganar,
hará falta la lluvia
de cada viernes
empañando esta ciudad
que se retuerce entre andamios
para limpiar el vómito inapelable
de rostros caminando cabizbajos,
hará falta
la lluvia que venga a mojarnos
para que no olvidemos
que nunca existió aquel milagro
de los panes y los peces: los que quisieron lograr algo
tuvieron que pringarse hasta el cuello
y remar entre el lodo y el barro,
y nadar en contra de una corriente
que gritaba: nunca lo lograrás
nunca nunca
y será que esta lluvia
vendrá como un huracán
irritado de hielo
con los puños cerrados
a inundar con su aliento salado
el podrido muro de cristal
desde donde la realidad
era solo un programa de la tele.
hará falta esta lluvia
y las que aun quedan por llegar
para juzgar a los que reían las injusticias
de los de siempre
y dejar al fin limpias
las retinas de los que vieron
arder en llamas
y caer de escombros
la dignidad de los valientes.
hará falta esta lluvia
porque es la de nuestros ojos
llenos de ira
y de odio
llorando porque este mundo de mierda
nos duele
y no tenemos más armas que nuestras palabras
y esta lluvia de lágrimas
incandescentes.

lunes, 24 de septiembre de 2012

cosquillas en la mirada


Él se había terminado el mojito pero a ella todavía le quedaba la mitad de un gyntonic al que ya se le habían derretido los hielos. Estaban al final de la barra, él con un codo apoyado mirando hacia ella y dándome la espalda a mí. Ella de frente, como mirando a las camareras por no mirarle a él. Supongo. A mí me quedaba media cerveza y estaba casi convencido de que me tomaría otra. Así que los miraba distraído, al principio, y después como un espectador que reconstruye la trama y algo se le revuelve por dentro. Ella era delgada, muy delgada, y cuando entró me pareció una chica preciosa, con su punto de fragilidad, natural y con estilo. Él parecía el malo de la peli y me recordaba a mí. Jugaba con el vaso de mojito y apenas balbuceaba monosílabos que la iban destrozando, a ella, que era quien más hablaba. No sé lo que decía, imposible oír a distancia en un bar de sábado a las 3 AM. No paraba de hablar, se veía que la estaba costando decir lo que estaba diciéndole, que lo estaba sacando de dentro como con necesidad o justicia, una especie de “no puedo más” que logró estremecerme. A mitad de una frase, entornó los ojos, y dejó de luchar contra las apariencias. Como si se rindiera, rompió a llorar. Pero siguió hablando. Con una mano se quitaba las lágrimas de los ojos, y miraba a las camareras que ponían cócteles, a las botellas que estaban en la pared, a su copa de hielos derretidos. Él la miraba, o eso creo, porque me daba la espalda y no lograba verle. Apenas decía un par de frases cortas y ella volvía a tomar la iniciativa, pero ya sin preocuparse de las lágrimas, asumiendo la caída y los sentimientos, respirando para coger aire y seguir de nuevo sacándose las astillas de la garganta como puñales de palabras rotas. Supongo que hasta en la derrota el amor es precioso y sobrecogedor. Tan triste que solo puede ser bonito. Todo continuó así. Ella sin ocultar los destrozos, golpeándose. Él con la cabeza gacha, escondiéndose del terremoto. A mí se me estaba terminando la cerveza, pero ya no tenía tan claro que fuera a tomarme otra. No me gusta llorar cuando bebo. Ella, en un momento, dejó su copa sin hielos sobre la barra, se arregló el estropicio de lágrimas que tenía en cada gesto, y se fue al baño pasando detrás de mí.  Me pareció un buen momento para largarme. Hay que saber cerrar las historias, sobre todo en el mundo real. Mientras sacaba la cartera me fijé en el tío. Me recordaba tanto a mí, que me caía mal. Intentó beber lo que no quedaba en el mojito hasta que desistió, después se giró para coger la copa de ella y pegó un buen trago, como si tuviera una bola de silencios por tragar. Luego la dejó, la copa, y sin levantar la cabeza se volvió a girar, esta vez hacia mí, dejándome ver al fin su cara. Una cosa es estar solo y otra estar perdido. Parecía decir. Por la mejilla, como si se le hubiera posado un mosquito que le molestara, empezó a deslizarse una lágrima. Creo que le hizo cosquillas durante un segundo y ésta fue cogiendo velocidad, indiscreta y traviesa, hasta que él la espantó disimulando que se rascaba un ojo. Entonces ella volvió del baño. Y yo me pedí otra cerveza, pero sin ganas de sonreír.

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así que haces de tu vida un ring,
y te tiras contra las cuerdas a esperar los golpes.

Es muy fácil: cuando no puedes hacerte más daño
buscas a alguien que te lo haga.


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Me cuesta reconstruir los hechos,
como si caminara por un palacio de escombros
y no pudiera dejar de ver tu jardín
de pétalos desnudos,
guiñándome un ojo,
sonriéndome con pasión y tacones.

Como si cada recuerdo
llevara una marca de agua con tus labios.
A modo de saliva.
O de sudor, ya me entiendes.

Y no hubiera un desierto
de incómodos silencios estropeándonos la sonrisa
en las fotografías.

Cuando estás ciego es muy difícil saber
si quieres ver.

Olvido todo lo malo.

No sé por qué,
pero tu recuerdo hace lo que le da la gana.

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Ya van 3 veces que inconscientemente
te he estado a punto de llamar
mientras fumaba el piti de cerrar el “este o este”.
O alguna más.

Lo hago sin querer, pero me duele
como si fuese queriendo.
Y me da tal bajón que tardo en reaccionar
durante un buen rato.
Me quedo mirando minifaldas
y contenedores
hasta que se me pasa un poco.

Y así con casi todo
y casi todos los días.
Tranquila, no voy a hablar de las noches.

Entiendo que me estoy descubriendo
y que está bien, no pasa nada.

Pero echo muchísimo de menos tu risa,
tus pies descalzos,
y tus mamadas.

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Qué normal es atocha sin esperarte.
Qué inverosímil cotidianidad es ésta..
Dónde está el redactor de esquelas cuando se le necesita.
Qué vulgar el beso, qué insípida la caricia.
Para qué la risa fértil si todo es asfalto.
Qué azul de mierda es este.
Hasta cuándo estará la lluvia para ocultarnos.
Por qué el otoño, precisamente.
Qué más dará y qué poco queda.
Cuánta tierra para cuántos gusanos.
Con qué sed agachan los animales la cabeza.
Cada cuanto un a quién.
Y a quién cuánto de cuánto.

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No sé qué hacer con la pantalla del movil,
con el fondo del ordenador,
con las fotos de las paredes.
Y con nuestras canciones.

 He dejado tus llaves
donde las dejaste: encima del libro de peter pan.

Y me dolió que te llevaras el cepillo de dientes.
Era el último rastro de tu sonrisa.

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Fui yo.
Me alejé incapaz de hacer all in en nuestra apuesta.
Lo estropeé y luego dije: no quiero un amor estropeado.
La fuerza se me fue por las letras
e hice daño, que es lo que he hecho toda mi vida.

Te cambié por miles.
Que valían millones.
Menos que tú.

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Hay dos tipos de cosas:
las que se tienen
y las que no se tienen.

Y solo hay un tipo de personas.