jueves, 4 de diciembre de 2014

Dejemos la ira en un instante, odiemos en amago,
no sirvamos de instinto un kamikaze de sentimientos
que no llegan ni a un todavía de imprecisión.
La limpieza doméstica del uno mismo comienza con saber cuándo no drogarse es incluso mejor opción.
Que no hay nada más duro que perder un durante, y verte a ti mismo mentir
mientras buscas entre la basura de antes la mierda
que tendrás que recoger mañana.
La ropa tirada por el suelo sigue teniendo mucho que ver con mi vida.
Yo no tengo que perdonarme nada, ni nadie tiene que perdonarme a mí.
Creo.
Aunque el crujir de esas hojas afiladas en mitad de este otoño
sólo sea una excusa muy barata
de no decir
que empezamos a desprendernos
-como un alud-
de piel muerta, de miradas vacías, de sueños inconclusos, de promesas oxidadas y gritos rotos
de paisajes anhelos y pozos colindantes,
desprendernos
-como la magia y las casualidades-
del rencor perenne, del odio alargado, del jamás constante y el siempre nunca,
de este letargo asumido y esta derrota de adormidera
-como ese baile que siempre soñamos con la chica realidad en nuestro abrazo-
nos desprendemos
de vuestra herencia en potestad y vuestro molde de deudas
nos desprendemos
porque aquí hemos venido a volar
y derrumbarnos
a llorar como sólo los humanos saben hacerlo,
no nos extrañemos de nuestra miseria:
han sido muchos siglos de aprendizaje.

Pulsa la tecla de olvidar.
Y si no hay mucho más que añadir, vámonos.

A la mierda.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Lo único que me aterra de la realidad
es que se me aparezca en sueños.

Y no sepa cómo despertarme.

...

Tirando piedras
nos encontramos
tirando piedras.

Somos los de los ojos morados
y el humo en la boca
y el corazón en un puño
golpeando gotas
goteando golpes
de sangre, en cualquier caso
de muro.

Tirando piedras
nos encontramos
tirando piedras.

Y nosotros somos los malos.
¿Seguro?

 He disparado un verso contra una comisaría
y no.
Ha pasado nada.

No sé si el inútil soy yo
o son ellas.
Las palabras.

La revolución comienza en uno mismo
pero termina en muchos distintos.

O no termina

martes, 28 de octubre de 2014

llegará un día en que las campanas de las ciudades tocarán a muerto y no habrá nadie que baile

Hay un mar de lodo al lado del río donde te ríes en las postales,
cloacas enteras de quiensabes y de nadiecontestas que claudican
como si hubiera un reino de preguntas inciertas ensuciándonos
tras nosotros, atascándonos los asumideros en cada bostezo,
el joven drogadicto ya no quiere bailar si no tiene su rayita en el baño,
la chica de las anfetaminas ha parpadeado su último sueño
y ahora sólo quiere follar mientras la ciudad duerme,
los desahucios han abonado los terrenos sin propiedad de los abandonados
y sólo ve crecer margaritas en el sino de los containers
sólo huele a polución y policías,
sólo abanica un presagio en el que no hay música que no surja de afilar una herida,
presa del pánico, la honestidad  huye de los cazadores de tendencias,
la noche es como una balada de depredadores enseñando sus dientes post mamada,
ya nadie da las gracias después de correrse,
a veces hay un abrazo que cambia el mundo pero este, ciego, sigue girando,
sólo se detiene si un juez corrupto da la orden
y el miedo hace su trabajo,
los niños ya no lloran cárceles, sólo se duermen memorizando
los prejucios de siglos enteros
y pasados,
la mecha se apagó y murieron duendes como dragones que escupían ceniza,
solo queda un retrato robot de nuestro alma tan llena de números,
la espuma de una vida que se deshace como un tedio contagiado de sonrisa en sonrisa,
pobre médico aquel que quiera curarnos con pastillas legales nuestra tristeza de contrabando,
pobre doctor y su razón, que todo lo cura,
acolchad el silencio, porque vamos a estrellarnos contra señales de stop
que fuman el opio de nuestras ideas,
vamos a enfrentarnos a golpes contra la verdadera ostia de descorrer la cortina
y ver
ese paisaje de cacerolas oxidadas
y huesos rotos
y ningún testigo,
que alguien dispare solo por intentar a la suerte,
que nadie venga con un carro de cal a quitarle el olor a esta pobre podredumbre,
es el viento de sabernos liebres lo único que juzgará nuestra huida de galgos
sin huracán ni motivo,
supervivientes de una mera pausa,
nada en la historia nos dirá lo que hicimos
excepto el dedo de los hijos que nos señalan
por lo que no,
esa fue nuestra huella jamás dejada,
el camino hecho de lo que nunca ocurrirá,
la paz ganada
mi vida
la guerra perdida

la nuestra.

viernes, 10 de octubre de 2014

Si no me vas a dar la mano al menos choca esos 5

I
Tengo esta desnudez que no sirve de nada
como si solo estuviese arrugando un folio para
tirarlo a la papelera.

Después lo cojo
y lo vuelvo a lanzar
y lo vuelvo a coger.

Así
una y otra vez
y otra
y otra.

Pero yo sigo sin ser otro.

II
Tengo esta soledad que me sirve de todo
como si solo estuviese estirando el plástico
con el que esterilizarme.

Un muro por la independencia.
Con una frase a modo de esquela que solo diga:
No necesitas a nadie.

Amar al margen.
De todo.

Como mola verse a uno mismo creyéndose sus propias mentiras, eh?

III
Si me ves llorar, es porque se me metió la velocidad en los ojos.

IV
Oigo el rugir del motor y pienso:
soñaba mejor en tu risa.

¿Sabes qué?
quizá no sea tanto por las mentiras que te dices
si no por las verdades
que te callas.

Tus pistas de absurdo asesino en serio.

Como cuando alguien te sonríe mientras se cuelga el cartel de
“estoy bien, solo he cerrado por vacaciones”.

De quién es la culpa:
¿de quien no tira el penalti o de quien lo falla?

V
Cambio hogar por escondite.
Tiempo por dinero trabajando.
Cambio privilegios por responsabilidad.

Cámbiame, que no llevo suelto
el ser libre.

Hasta la furia podría cambiar
por un beso de tranquilidad,
a cambio.

Pero no cambio cicatriz por medallas, así que deja mis heridas en paz.

VI
He llorado hacia dentro
regándolas
mis heridas.

Y han echado raíz.
En mí.
De algo.

Y no sé que es pero está creciendo
como frutales en primavera,
como grietas en la casucha del arlequín.

Ni siquiera sé
si me da valor
o miedo.

He tratado de besarlo con mi saliva,
pero dice que solo quiere mis lágrimas.

Y fuego.

¿Tienes?

VII
Un palacio de silencios cabizbajos donde pedir perdón es osadía
y el orgullo se traga como el semen: a disparos.

Con un paisaje de cortinas y ninguna fe.
Derritiéndose en sus propios peldaños.

Un museo de cera donde cobijarse
en caso de incendio.
Eso era.
Todo lo que supe construir.
Sin vivir en el intento.

IX
Solo estaba jugando al basket con cigarrillos y papeleras, señor,
solo estaba jugando a mentir,
a bajar la ventanilla sin gritar,
con todos esos mecánicos diciéndome “arranca, joder, arranca”
mientras el cambio de marcha sólo señala un nuevo bar donde cobijarse,
donde poder pudrirse uno a gusto
mientras el tiempo derrite las fuerzas que ya no tienes
y las que todavía te faltan.

X
Buenos besos
mchas noches
hasta mañana.

jueves, 28 de agosto de 2014

Todavía sé llorar de la emoción, todavía tengo el cosquilleo atento del dolor acariciándome a la mínima en que me quedo solo. Me enchufo adrenalina y canciones para salir a la calle y vaciarme al primer peldaño. Las lágrimas secas y el sudor efervescente. No ver venir sentimientos, chocarte con ellos, desangrarte sin ninguna clase de preparación. El estilo cascado de los viejos boxeadores tras el KO y las apuestas. Para qué besar la lona si puedes follártela. La resistencia de esos corredores escuálidos que se aferran al asfalto como pidiéndole droga a su horizonte. El hambre ha llegado, señor, pero no da tanto miedo como el hombre que la trajo. Así avanzo, haciendo tratos de lavadora con la ropa sucia, atrasando media hora cada reloj, con un mono de cansancio como único uniforme de animal sin fuerza, así avanzo, con la mochila rota y los libros a medio leer, incapaz de ninguna resistencia, como si me hubieran soltado o acabara de escapar y no tuviera más que una ciudad aletargada a la que le sobra leña y le faltan pirómanos que no trafiquen con la espuma artificial del fuego. Así avanzo majestad, descalzo sobre las brasas buscando un abrazo en la mirada turbia, buscando las ganas en la lástima de la caricia, buscando las fuerzas tras una obertura de piernas en soledad. Que me compre quien lo entienda. No hay alma de regazo, ni aprecio de oferta, ni olvido infinités y mal, una vida vivida y la otra bebiéndotela, dos caras y ninguna moneda, lo que el aire te da tú sólo lo intoxicas, así fue el juego de tirarnos piedras, que terminamos construyendo muros, y distrayéndonos con sus grietas. A veces, cuando ya no sé que más destrozar,  me vuelvo tan injusto que vuelvo a cogerte de la mano y te susurro: vete a la mierda. A lo mejor allí, al fin, nos encontramos.

Pero tú me besas, y vuelves a volar. 

sábado, 21 de junio de 2014

merecer las penas


A cuantos amaneceres estoy de ti
le pregunto cada mañana a mis ojeras

Madrid despertándose y yo bajando las persianas.

Cuántas noches más durará este naufragio
cuantísimas borracheras serán las necesarias.

Si algún día ordenara la habitación encontraría
todo lo que me faltas.

Toda mi ropa tirada para tapar la ausencia
de tu ropa interior en mi armario.

 Es tan fácil cortarse cuando tus sueños son de cristal

Mis heridas siguen abiertas así que, supongo, puedes pasar.
De mí.

O besarlas.  

lunes, 9 de junio de 2014

¿Cuántos delitos cometerías si pudieras olvidarlos después?

No es de miedos a castigos ajenos de lo que viven mis culpas.

Sigo dando de comer a mis monstruos.
Y ellos siguen teniendo sed.

Un día romperé los espejos y me clavaré todos sus cristales.

Es cuestión de tiempo.
Y de sangre.

Bebed. 

sábado, 7 de junio de 2014

¿El derecho a echarte de menos cuándo se termina?
¿Cuándo empieza la limpieza del dolor  y todas esas mierdas?

Han sido dos sueños contigo en un mismo día.
Todas las cosas que te decía y al despertar
este silencio.

Me siento como un turista incapaz de besar la tierra,
mirando cada paisaje con las manos en los bolsillos,
pidiendo comida a domicilio
y diciendo “ticket para uno solo” en cada museo.

Me basta tu risa para aferrarme a un recuerdo,
el bastón de tristeza con el que trato a los gusanos
cuando vienen a comerse los pedazos
y habitarme las sombras,
el horario de visitas de este absurdo trabajo
de olvidar  tus manos frías
cada vez que me emborracho.

Cada día.
La gente dice que deje de hacerme daño.
Olvidarte.

Eso sí que me dolería. 

jueves, 5 de junio de 2014

No sé cómo frenar esta jauría.
No sé cómo dejar de dejarme llevar.

Cada mañana miro restos de tempestades y daños ajenos
heridas reabiertas como un pub sin licencia lleno de drogas
y ningún sueño,
la endeble fuerza de ninguna decisión tomada,
el viejo alquimista que repasa sus recetas para comprobar
que la velocidad no era cualquier tipo de rebeldía,
que no había sonrisa en la rutinaria puesta en escena de un ciego
hinchado de prisas y hundido de culpas,
sólo esta forma de remar la soledad lejos de cualquier orilla,
de mandarme a la mierda y bailar,
de regatear principios y miradas
como un espadachín de la nada a la defensiva,
el desencanto arbitrario de una ruleta rusa que no termina de terminar
conmigo,
las aceras maltrechas, el cielo jodido y apagadas las estrellas,
el azufre de un paraíso sin derecho ni admisión,
el breve artificio de quien confunde potencia con intensidad,
temeridad con valentía,
un griterío de sombras y ninguna revolución.

Hasta qué punto yo y hasta qué puta la vida
si no tengo nada que declarar en esta confesión de polvareda,
en este silencio me arrodillo ahora que no me queda ningún dios
que matar, ningún hombre por el que salvarme,
ninguna guerra en la que poder decir: la vida entera.
Contigo.

Hasta que duela, cariño,
hasta que muera.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Cada día veo cómo se hace de noche, y cada noche veo cómo se hace de día. Quizás es el momento de confesar que ambos momentos han dejado de impresionarme. Hubo un tiempo en que mandaba un sms para compartirlo con alguien a la que no le importaba las molestias ni las horas. En plan “he visto cómo la luz entraba por la calle y me he asomado a ver si pasabas. Y de paso mirarte el culo”. O me hacía un canuto para ponerle humo al paisaje de las idas y avenidas de la luz, y me lo fumaba sin pensar que mañana ya nada sería igual o que esa noche iba a ser la misma de siempre. Supongo que uno termina por acostumbrarse porque ahora, bueno, ahora simplemente bajo y subo la persiana cuando toca. Y lo único que pienso es que otra vez se me ha hecho tarde. “no tengo ni idea de adónde voy, sólo sé que llego tarde”. Ese es el sms que ahora mandaría.
Si tuviera a quién.

Perdón por la soledad, es elegida. No tanto como una elección sino más bien como un pacto, algo que implica y concede, un pozo de ambición y tristeza que trato de no mostrar en el día a día, ni en el paso a paso, ni en el  toco a fondo. La sonrisa no es fingida, ni la resignación impuesta. Este es el baile tras el que me escombro. La chinesca ilusión de una sombra, la partritura de anhelos que he compuesto con trazos rotos y notas caídas. Pero es mi música, y no tengo mucho más que cantarte. Si no.

Es el silenció después de la fiesta a lo que no me acostumbro. A cerrar los ojos, trabajar el cansancio y consumir la desgana. No es la derrota lo que me asusta, si no perderme el partido. Verlo por la tele. Quedarme solo y hacerme una paja soñando que soy otro.
Ciego de envidia y absuelto de borrachera, pongo mis dudas en esta mesa para su delirio o gula, para que jueguen con ellas a los naipes como castillos venidos abajo por la leve brisa de un oír cortante de niños y pelotas.

“Desafinando al destino con tus ojos de música. Así amanece.
Desde mi calle.
Hasta tus párpados, todo es grito”. Te habría dicho.

Nunca me gustaron las certezas ni la puta verdad absoluta en la punta de cada lengua que no hablé. Odié su tamaño de templo, su oficio de test, su fronteriza imparcialidad. Gente que siempre está de vuelta y ni siquiera saben adónde van. Si la vida llueve, no me seas impermeable y mójate.
Esa fue mi defensa al hombre en suciedad.

Pero luego ves las humedades en las paredes, los gestos de cisterna, la inundada valentía de proteger una casa vacía de caricias no dadas, y bueno.
Quizá no escriba mensajes, pero sigo tirando botellas:
“Estate grieta, te dije antes de echar a correr. Quiébrate aquí, te insistí. Y tú, que creías en mí como un puente que había que cruzar, te quedaste allí viéndome huir, arrastrándome como corriente destino mar, pero al otro lado de todo. Quiero decir: de ti. Que cerrabas los ojos, y te echabas a llorar.”

“Busco náufrago”. Eso ponía el cartel aquel con el que una vez viniste a por mí.
Si, como dijo Elvira, “huir significa ir a buscarte”, supongo entonces que perderse se podría definir como asumir que no te voy a encontrar.
Por eso quizá ya no te envío ningún mensaje.

domingo, 27 de abril de 2014

Fue que al primer telón ya nos habíamos venido abajo
envejecidos como esos niños que soñaban
con ser árbitros.

Convencidos de sus paredes blancas
y de sus silenciosos muros
fuimos, nosotros mismos, colocando los barrotes
con los que íbamos a defendernos
de todo aquello que fuera
primero en acto
después en potencia
distinto.

Y tachamos al error de cobardía
para no tener que arrepentirnos
e insistimos
en bajar la mirada
cada vez más por si acaso.

El suelo cotidiano de la rutina.
Ese es el horizonte hacia el que caminamos.

Cabizbajos, como un sueño disuelto entre las cenizas de una nada
a la que nunca llegamos.
Contando nuestras monedas de plata.

Estoy de acuerdo.
Tenemos que  levantarnos, sí.


Sobre todo la mirada.  

martes, 8 de abril de 2014

Nadie que ha visto el fuego desmiente la luz
nadie ha dejado de temblar por una respuesta sin balas
o se ha dormido porque quisiera soñar
nadie que crea en los sueños
nadie que los crea
 nadie deja su espada en el alfeizar para contar a los animales que no va a matar
nadie que no sea una asesino deja una página en blanco después del sudor
nadie sabe
nadie contesta…

Este es el cóctel de los últimos días. El recuerdo de una sola conversación a metro y medio del suelo. Mi abuela preguntaba: quién es. Y yo le decía: mi chica, abuela, mi chica. Y aunque no es mía, es a la que quiero. Cuidar. La que me cuida. Ella.

Supongo que al principio fueron tus ojos cielo y los míos tierra, y los dos niños de primavera y viaje, que los dos cosechábamos hierba de paisaje y mar manchando sábanas y encontrando calor, supongo que después fue el refugio de manos agarradas como si el futuro y todo eso que se supone ya sabes pero nunca nadie y sin embargo, lo que más he echado de menos desde la huida (cuando yo suponía ciudades donde uno pudiera derrumbarse de alcohol y tú y yo no existiéramos) ha sido tu voz caricia y tu voz perdón, tu voz de sílabas y musicales abanicando el silencio estremecedor de este horror a solas, de este quién soy a cuestas, de este voy a andar hasta la última piedra o correr hasta reventarme, de este impuesto cansancio de ojeras que ha sido el desnudo y la vergüenza del error repetido y ninguna respuesta, soy lo que soy y aquí estoy, otra vez, buscándote.

Entre la niebla los gritos parecían un rock&roll, la muchedumbre de una fiesta que huía, las represalias de una partitura maltrecha. Sólo hicieron falta 3 llamadas seguidas para despertarme. 2 de mi madre y una de mi hermana. Para contarme que la niña de la casa había dejado de olvidarnos para olvidarse. De ella misma.
Me cago en Dios. Fueron mis únicas palabras.

A cuánto está la lágrima en este pozo, señor, a cuánto el dolor de frío, a cuánto rebajas el olvido ahora que nadie canturrea en la mesa de familia, que no hay reinas en la baraja, que la partida es un as de guillotinas en la manga y todos buscan en la oración un recuerdo que les salve. De ellos mismos.
Me acurruco en la voz de mi madre que vuelve una y otra vez a susurrarme aquello de: tranquilo, Escandar, tranquilo…

He soñado que el amor me apretaba la garganta y me he acordado de aquel primer beso en Alcalá de Henares. Hasta asfixiarme. Luego he imaginado un ejército de desastres contra los que no podía hacer nada y al vomitarte he asimilado que no hay derecho de lágrima para los cobardes. Así que he llorado, para sentirme todavía más injusto. Todavida más culpable.

Sólo hay que posarlo sobra unas tablas de madera. Rodearlo de los extremos con una cuerda. Levantarlo entre cuatro y dejar que se vaya posando bajo la tierra. Taparlo con unos ladrillos. Ponerle cemento encima. Y con la misma cuerda, colocar después la lápida. Qué extraña sensación la de estar vivo cuando estás enterrando a tus muertos. Qué sencilla contradicción.

Nacer en un rincón de castilla y acurrucarse. Dedicarse al cuidado casero, al manejo cotidiano, a la caricia diaria. Enhebrar al tacto las agujas de un ovillo en descomposición. Vivir al margen sin premios ni represalias en un mundo cada vez más y más grande hasta que poco a poco el sollozo sea la única adaptación posible, la voz apagada del televisor y los quehaceres de una vida que pasa. Deprisa y en otra dirección. Mi abuela camina por el pasillo. Tiene el frío de siempre, las manos heladas, y ni sabe dónde está ni hacia dónde se dirige. Mi abuela camina a tientas, encogida y desgastada, apoyándose en paredes que no reconoce, incapaz de calcular su edad, de decir mi nombre, de entender nada. Y es en esa soledad que detiene la cojera que la sostiene para preguntar: ¿a dónde voy? Y le da igual la respuesta, porque es la misma de siempre: a casa, abuela, a casa. 

Tus pies descalzos que yo besaba con timidez, tus pequeñas manos de curar heridas, tus labios de amor y mamada, tus mejillas rosadas y tu espalda constelación. Cada detalle insignificante, cada discusión de cada viaje al fin del mundo empezando en ti… tengo tantas maneras de hacerme daño recordándote y me importa tan poco el dolor.
Qué me haces. Qué no.

Una casa con 6 camas vacías. Dos salones. Dos baños y una cocina enorme. Mis padres teniendo la intimidad que nunca tuvieron. Y 3 fantasmas que se aparecen como en sueños. Cojean. Te abrazan. Y te echan la bronca porque no entienden el mundo que no les toca. 3 fantasmas con arrugas y canciones. Con un silencio enorme de tiempo en retirada. 3 fantasmas como ángeles de la guarda, cuidándonos, ayudándonos a ser mejores. 3 fantasmas. Cada noche.

Normal sentirse vacío si me llené de ruido y pérdidas, si ciego de libertad me alojé en la excusa de una vida de imposibles posibilidades, si no tuve la dedicación ni la paciencia, si olvidé la educación y los principios, si asumí la traición como un oficio propicio para el desgaste, un adicto a la erosión, un tramposo refugiado de alcohol y sangre. Ajena.
Al menos puedo decir que te vi reír cuando nadie te miraba.
Y que el amor no estaba hecho de palabras.
Sino de ti.
Gracias.

Con los pies descalzos y llenos de arena. Con los dedos torcidos por los zapatos apretados del pasado siglo. Arrugados y con marcas. Caminan por la playa como nunca las vi. Las tres. Llevan las mismas arrugas y las mismas canas. Los mismos ojos llenos de grietas que no cerré. Pasean, mojándose los pies en un mar que se detiene ante su belleza. La de ellas. Mis fantasmas. Es tanta su bondad que con un solo aire de su boca se me llenan de fuerzas las ganas. Pórtate bien, me dicen una y otra vez. Sé bueno, por favor, me insisten. Traen la frescura de un cálido regazo para el dolor. Huelen a eternidad y tararean una canción de cura:
por los ríos de los ríos, amar.

No hay derrotas en las que encontrarte ni freno que pisar, ya no hay nadie en la contra ni terror en la pelea, ya no hay drogas ni piedad.
Bienvenido al desastre. Ponte incómodo. Y deja de rendirte ante las cuentas.
El amor no es  una deuda de víctimas y culpables.
El amor tiene muchos sentidos y solo una dirección.
De ida. Pero no de vuelta.

Allá voy.

sábado, 8 de marzo de 2014

Siento adicción por lo imprevisible
la inestabilidad
y los errores innecesarios,
me atrae como un imán el óxido cascado de la incertidumbre agrietándose como una pared venida abajo,
siento necesidad de muchos algos y ningún alguien
y de que la tristeza sólo sea un disfraz, mi traje de superhéroe a la contra,
siento cada nadie con el que te busqué
y cada lo siento que dije de más hasta quemarlos.
De verdad.
¿No me viste buscar el amor entre las cenizas?

Ahora bailo bajo este diluvio de letras
y no sé si lo que hago es desahogarme
o quizás
todo lo contrario.
Estoy pataleando en mitad de una marejada de palabras,
alejándome de cualquiera de los ojos salvavidas
que tratan de tirar de mí hacia arriba sin dejarme tocar el fondo
con el que soñaba cuando te dije: sin ti, mi vida, no voy a ser feliz, pero contigo no puedo ser libre.
Tan poco.

Normal que no me reconozcas en modo triste.
Contigo nunca lo fui.
Las dos puertas abiertas de las que hablaba Benjamín Prado.
Y toda esa mierda.

No hay nada que pueda añadir al listado de excusas desnumeradas con las que he construido este desorden.
Welcome home, le digo a las dudas cada noche. Y las abrazo como si el frío estuviera de mi lado: perdido y por goleada.

Pero mira, cómo beben.
Tengo ojeras de viento y una férrea sed de querer lo que nunca tuve mientras duermo pensando en lo que una vez sí,
los bolsillos y la arena, ya me sabes, nunca salgo de mis 4 metáforas de mierda
para poder llamarlas cárcel
y sin embargo, te lo juro, aunque sólo sea por un instante, descubro la libertad en un baño
y ni siquiera me corro sobre tu cara.

No sé qué coño estoy buscando

pero sigo prefiriendo llorar sólo.

domingo, 9 de febrero de 2014

A ver
cuántos otros de nosotros niños
seremos capaces de disfraz
o máscara de: lo que no es la ostia tampoco hace daño.

Metemos a todos en el mismo saco,
les imponemos sus preguntas
y les obligamos a memorizar nuestras respuestas.

Educación, lo llamamos.
Y la hacemos obligatoria.

Más que evolución o futuro
a mí me parece
un teléfono
escacharrado.

Pero sigamos jugando.
A ver.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Una noche
con el amor y la borrachera
vomité
un sueño
 y todos los que brindaban
conmigo
los bailarines de la traviesía
se pusieron a darle de beber
con esa sed
de los bebés recién nacidos
le regaron
con el sudor de la poesía en combustión
le calentaron
con un abrigo de pieles sin maceta
hasta hacer de infinitos su desnudez
y le pusieron caminos
y cimientos
le habitaron de jardines
y de selvas
y le quitaron
los techos
las cuerdas
y la red
para que el desequilibrio nunca fuera
un miedo sin segunda vez
le anudaron una lanzadera de anhelos
y trampolines sin vértigo
a no estar a la altura
lo pulieron
y lo afilaron
hasta que fue puñal
y puño
hasta que del suelo brotó en delirios
cargados de fuerza
hasta que el fuego les calentó las manos
y las ideas se llenaron de golpe
sobre la mesa
y los vasos
sobre todo los vasos
esos sí que se llenaron
hasta el desborde de los precipicios
y entonces
mi sueño
ya para siempre
valiente y con la fuerza
de mil párpados abriéndose
subió la verja
y dijo:

podrán cerrar todos los bares
pero no podrán detener la borrachera.

martes, 28 de enero de 2014

Se entendían a las mil maravillas en punto
cuando ningún paraguas se atreve a salir
ellos quedaban desnudos y con lluvia
para decirse aquello de que el día menos pensado
podría ser este
¿no?
¿de qué mítica tarde traes esa sonrisa?
estás empapada joder estás preciosa
pasa, no te quedes ahí como si llegaras tardes de vergüenza
y te importara, caray, llevo unos últimos días de cielos despejados
y de mar,
imposible así no pensar en tus ojos, claro,
y en que todavía podemos jugar a las protestas y quedarnos por vicio,
todavía tenemos algo de hierba en nuestra sonrisa de asfalto,
ya me entiendes…

Y claro que le entendía, es lo primero que he dicho.


jueves, 23 de enero de 2014

duele a sangre y no soy sólo yo, ¿no?


Creo que a veces acorazamos de miedos las paredes de nuestro refugio
e incrustados  de caparazones
nos defendemos encerrándonos tras una libertad de jaulas,
el mundo visto  
desde una ventana cada vez más pequeña,
un puntito en la pared,
hasta que terminas por cerrar los ojos,
por apagarte
quería decir:  no vemos,
sentimos
ni odiamos siquiera.
Es lo que tenemos lo que nos hace inabarcables: nada.
Y sin embargo
seguimos llenando de plumas el colchón donde caernos.
Acomodándonos las caídas
y suavizando el suelo.
Hasta que un día digamos: para qué levantarse
con los bien que se está aquí tumbado.

No sé, yo también estoy asustado.

Pero creo que en la libertad todos somos prófugos de nuestros deseos
como en aquel lugar al que todo el mundo llegaba sin saber cómo
y salía corriendo sin saber porqué:
es de huidas de lo que se alimenta,
como estrellas tras el delirio
ruge de insatisfacciones en la carrera,
se vanagloria de la velocidad en nuestros sueños
y cuando estos se van por cualquier sumidero, una noche de lluvia,
nos deja así como con el cigarro mojado
y algunas monedas en los bolsillos, tampoco muchas,
como deseando aquella cama de lágrimas que un día lloraste
para caídas así: estúpidas
desacordes
¿cobardes? Dilo.

Cárceles de cóleras inventadas nos detienen,
la inservible soledad del buen gusto,
el alma abucheada en los fabricantes de comodidades,
sumisa de tristeza y acorralada de humanidad
precisamente
fue la condena al error con lo que nos derrotaron.

Qué queréis hacer, pero hacer de verdad, qué queremos
con todo nuestra insaciedad y hasta mancharnos
hundirnos
y seguir escarvando
qué queremos
decid algo gritad
alguien
que el nombre de este dolor no se escribirá en vano,
que servirá aunque sólo sea para secar una gota de sudor en la próxima guerra,
 sea esta el pan o el amor, el pecado o la sangre. 

Pero que sea.


Disculpa  si no te escucho, un alarido de monstruos empapa mi coraza. 

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pues en un rato, apenas unas horas, a la 13:00 hemos quedao, en donde los casimiros, cogemos el coche de marcus, hacemos trasbordo al mío, que era el suyo antes, y tiramos con todo el equipo (salem, marcus, sha y javi -isaaaaaaaaaaaa, jo.-( pa granada. eso el viernes. mañana. en un rato, como he dicho. destino "la tertulia". a las 22:00. a confesar y dar la chapa. a afilar borracheras. thanks Pablo.
y el sábado murcia, a la puerta falsa. the return. a las 20:00. la última vez que estuve por murcia no solo fui a un after, sino que supe volver. y a eso vamos.


miércoles, 15 de enero de 2014

Qué sonrisa tenías
que haberte visto.
Desnuda.

Era lo único que llevabas
puesto.
Aparte de mí,
que estaba hasta el culo.

El tuyo,
quiero decir. 

lunes, 13 de enero de 2014

Un mar bajo el suelo

El sábado tuve el honor y la responsabilidad de presentar a uno de esos compañeros de viaje que siempre te dan fuego cuando más frío hace. Ha publicado un libro que se llama "un mar bajo el suelo", y me pidió que saliera a decir algo antes que él. No iba a subirlo por aquí, pero algunas personas me lo han pedido, y bueno, nunca está de más compartir, aunque sea en diferido, todo lo que le quise decir y le dije la otra noche en directo.

 "Presentar el pasado de un creador de futuros es como pintar de rojo la huella de labios de un beso que no has recibido.
Todavía.
Pero Marcus es un poco así. No sigue del todo los pasos. Primero logra imposibles y después los sueña, de la misma manera que un día dijo creo en la poesía por ti, y luego se puso a crearla. Para todos. 
Porque vio que el oleaje que lleva dentro no hay silencio que lo contenga, quizá, o porque de vez en cuanto uno tiene que dar un puñetazo en la mesa y sentirse en calma, vomitar, jugar a los látigos sin domesticar el lado más salvaje de sus naufragios y respirar, en voz alta, birra en mano, y la mente en unos ojos azul en calma de esos que te mecen cuando te crees ahogado, de esos que te sacan los fantasmas de encima y te los cuidan hasta que tú decidas lo que vas a hacer con ellos, de esos que dices: la vida o la nada. De esos. Que enganchan, te sostienen. Te salvan.

Hará un par de meses, cuando estuvimos en Barna y él salió delante de mí con este puñado de papeles que por entonces no estaban encuadernados y se fue desgajando con esa seriedad en la risa y esas bromas que le pone a las cosas serias, y se fue desnudando o rompiéndose (a veces no es tanta la diferencia) recuerdo que le dije, ya después birra mediante, que había sentido la persona que ahora es a través de todos los pasados que le trajeron hasta aquí, que ese mar del que habla en verdad es un camino, yo diría que casi de asfalto, por el que ha tenido que luchar dejándose articulaciones, oportunidades, paisajes y algún regazo para traer consigo una mochila, sólo una mochila, llena de principios y ningún final, porque sabe que eso no existe. Levanta la corteza, anda, y sigue hurgando, nos dice. Cada fondo que tocas, es sólo una superficie más.
¿A cuántos metros de profundidad tendrás que haber buceado para encontrar el tesoro de todos estos sentimientos? Me pregunto.

Así te imaginé en este libro: reflejado frente al vaho helado de un cristal roto, cabizbajo y quitándote el abrigo, desabrochándote los botones, bajándote la bragueta, tarareando un jazz intranquilo y sonriendo, sonriendo de fidelidad a ti mismo como una hoguera en mitad de la noche. A punto de soltar un chiste en el que sólo dices: poesía. Y el humo sale de tu boca mientras tú te ríes, y yo, que te leía, me contenía las ganas de llorar.
Espero que entiendas lo que trato de decirte.

Un mar bajo el suelo es una isla de asfalto, una carretera de agua, un desierto de hierba. Ese vestido de arena llamado tiempo ha dado, como cantaba extremo, una patada al reloj, y ha decidido que la desnudez es sólo el principio, que aquí se viene a dar la cara, dejarse los huevos y exprimirse el alma.
De nada sirven las heridas si no. Y no seré yo quien te lleve la contraria. Te he visto mirar hacia abajo como un héroe achicando el agua de sus derrotas y remar sudando contra el viento en popa con esa seguridad de quien está lleno de dudas.  Sé que sabes de lo que hablas, porque no solo me lo has contado, te he visto yo. Empapado hasta el cuello de honestidad, pintarrajandote de diques a manantiales, vaciándote hasta llenar el vaso y brindar.  

Han sido muchos kilómetros a la espalda, muchísimos caminos de ida, tantísimos tigres liberados, que normal que ahora muestres los brazos cansados, tu sonrisa de quizá, y esa voluntad de derrape en cada curva, despeinado y lleno de vientos como quien se ha buscado hasta las últimas consecuencias, error a error, miedo a miedo, escarbando  hasta el lugar más negro en tu búsqueda de la luz, y bailando lleno de barro el vals de los impolutos, como un equilibrista resbaladizo cortando, ciego de alcohol y abierto de sentimientos, los hilos de las marionetas.

Mira: yo no sé si la tinta con sangre entra,
pero estoy seguro de que la sangre, con tinta sale
¿no? Cabrón.   

Desde que te leí a los ojos bajo el mar de este suelo huelo a sal! en cada baile.
Y a sangre.
La tuya.
Porque es con eso con lo que has escrito esto. Con sangre.
Y yo aquí presentándote.
A ti.
Tiene huevos la cosa.
Pero en fin, empecemos:
Les presento (y esta vez el honor es mío, y el gusto vuestro)
No al mejor presentador que conozco,
Ni al editor más deliriums tremens de la poesía,
Ni a un diseñador de sueños ajenos,
Ni a uno de mis mejores amigos. Mi familia.
No. Sólo.
Al tipo herido que escribió esta puta guerra consigo mismo y la llamó: “un mar bajo el suelo”.
Esta ronda de sentimientos la pega él.
Con todo ustedes, el impresentable Marcus Versus."