Al principio ella pasó una página
y miró a ver qué escondía la siguiente.
En ella estaba él
escribiendo chistes sin gracia
que la hacían reir.
Se tomaron un café, después una cerveza,
y en el séptimo chupito de la decima calada de la noche
se vieron como lo que realmente eran:
una página en blanco
por escribir
a medias.
Se pusieron el mono de trabajo
se quitaron la ropa
se acariciaron como probándose los rozamientos,
gruñeron un poco como dos gatos asustados
por la altura del edificio
y treparon por él anhelando cazar de una vez
y por todas
la luna.
La puta luna que siempre
acechaba en los sueños mojados de otros
y que nunca coincidían con los suyos.
Se dijeron: si hubo quienes lo lograron
por qué nosotros no vamos
a hacerlo,
se quitaron los miedos
y la toma de tierra
y al tercer día de sudor
y desnudos
se miraron sin prisas pero impacientes
temerosos de que el futuro no contara con ellos
a pesar de que ellos sí lo hacían en el futuro.
Dijeron bueno, dijeron vamos,
dijeron "si la primera es la última, que sea ésta"
y dijeron "te doy una página, escribe lo que tú quieras".
Ella empezó a inundarlo todo de sonrisas a la hora del café,
los mensajes telefónicos los pintó de golosinas
y a las aspirinas
de dolores de cabeza en la cola del paro,
un gesto circustancial de rodilla,
un guiño casual de cepillo de dientes
y un "directamente proporcional" al signo de interrogación
de su espalda arqueada en instantes de guerra.
Convirtió su página en blanco
en página en selva, con lianas
y afrodisiacos en cada esquina
de ella.
Él sacó la lengua para mojarse los labios
se frotó las manos con los polvos mágicos de la poesía
y dio un triple salto mortal sin alas
dejando espesura de tierra
en las circunferencias dibujadas en el aire.
Se rasco la cabeza y dijo "vaya, voy a llenarlo
todo de hierba, voy a hacer de la casa un jardín
porque tienes que vivir rodeada de vida
que es lo que creas
y en lo que creo yo".
Hizo que el vaho de las ventanas
delineara su nombre, el de ella, en todas las lunas
de los coches que estuviesen acelerando
y pisó el fondo de los charcos
para que ella tuviera unos brazos donde poder secarse
los ojos,
le puso seda a la lija de las paredes
y terciopelo a las suelas de los zapatos
hasta que todo
fue suave, incienso y soñado.
Y siguió dibujando
cenefas imposibles en los márgenes de la cama,
asteriscos cariñosos en el cajón de la ropa interior,
una muchedumbre de besos como una afición llenando el estadio
donde hacían el amor.
Uno y otro, así, fueron escribiéndose
mutuamente una página que parecía
no tener por qué tener fin.
Lo que siguió fueron relatos y recuerdos, historietas
que a veces él se inventaba
y otras contaba con un tembleque en la voz
y rasguños en la garganta.
Ella le habló de las niñas de 7 años
que aun hoy se le aparecían en las pesadillas de noche
y del armazón que con esfuerzo diario
había logrado forjar en la cara oculta de su escote.
Los chistes sin gracia continuaron,
las semanas volaron como una minifalda
en una boca de aire,
los secretos fueron haciéndose contratos
y en el marcador los dos dieron la victoria
como de goleada.
No entendieron que el tiempo es el diablo
y nunca descansa.
Así que aquellas lianas
que sujetaban kilómetros de asperezas
y divisiones
empezaron a volverse viejas
y aquella hierba que mojaba sus pies
con el principio de la mañana
inició su muerte de barro
y las flores se marchitaron
quizá de sequía o de tanto regarlas
y la página
que era utopía y mirarse a los ojos
poco a poco
se fue tornando
una página de escombros.
De aquella lanzadera a la luna
solo quedaba un punto de apoyo
para no caerse, pero nadie ya se reía.
Un día ella se despertó por la mañana
y echó un vistazo a los muebles viejos de la habitación
a las paredes roídas de tantos golpes
y al regazo donde había reposado tantos párpados
a la hora del cierre
y le pareció un garito pasado de moda,
un extintor usado,
una pasta de dientes a la que no puedes
apretar mucho más.
Entonces vio
que su página, la que ella le había dejado
para que él escribiera los chistes sin gracia
que la hacían reír
estaba en blanco
y que él estaba durmiendo en lugar de escribir
las siguientes líneas
para que ella pudiera seguir leyendo.
Se hizo un café y miró el libro de su vida por un momento
y pensó para sí
que quizá habría otras historias en la siguiente página,
hizo amago de pasarlas y echo un vistazo
a ver lo que se encontraba.
Sintió vértigo miedo y frío
cuando vio
que tampoco era tan malo,
que había algo después de él
y solo había que hacer un esfuerzo con la mano
para seguir leyendo.
Cuando él se despertó, vio un bolígrafo sin tinta
en la mesita de noche
y no le dio mayor importancia
hasta un rato después, calentando el café en el microondas
se dio cuenta de que ella ya no estaba.
La buscó.
Con más inercia que pasión
la buscó en el reloj parado de la pared,
en la bolsa orgánica de la basura,
en el pozo sin fondo del wáter.
Vio entonces su página llena de un párrafo que tardaría
muchas noches en leer, una nota de despedida
tan larga como las borracheras que le siguieron.
Ella había llegado al final de su página
y no quiso esperarle,
por qué iba a hacerlo
si él solo tenía un bolígrafo sin tinta
y ningún chiste sin gracia, porqué
si solo había colillas, estropajos
y un mechero sin gas ni piedra
que no calentaba,
porqué no iba a pasar una página
y quedarse en la de él
si él no iba a seguir escribiendo.
Así que, como ella, hizo un movimiento de mano
y miró al otro lado
A ver qué tal pinta tenía:
estaba en blanco.
Se arremangó las mangas
y aceptó
que ya nadie iba a escribirle sus páginas.
Solo él.
Hizo balance de todas las perdidas
y rodeado de números rojos
pensó en sus ojos, los de ella,
y lamentó
no haber sabido escribir
más rápido que ella en leer.
Y se puso de pie y al trabajo
porque habría una próxima vez
en alguna otra página en blanco
donde otra ella le dejaría escribir
sus canciones de cuna contra el tiempo
y él debía estar preparado
para ello:
no iba a dejar escapar la luna
sin arañarla
al menos.
y miró a ver qué escondía la siguiente.
En ella estaba él
escribiendo chistes sin gracia
que la hacían reir.
Se tomaron un café, después una cerveza,
y en el séptimo chupito de la decima calada de la noche
se vieron como lo que realmente eran:
una página en blanco
por escribir
a medias.
Se pusieron el mono de trabajo
se quitaron la ropa
se acariciaron como probándose los rozamientos,
gruñeron un poco como dos gatos asustados
por la altura del edificio
y treparon por él anhelando cazar de una vez
y por todas
la luna.
La puta luna que siempre
acechaba en los sueños mojados de otros
y que nunca coincidían con los suyos.
Se dijeron: si hubo quienes lo lograron
por qué nosotros no vamos
a hacerlo,
se quitaron los miedos
y la toma de tierra
y al tercer día de sudor
y desnudos
se miraron sin prisas pero impacientes
temerosos de que el futuro no contara con ellos
a pesar de que ellos sí lo hacían en el futuro.
Dijeron bueno, dijeron vamos,
dijeron "si la primera es la última, que sea ésta"
y dijeron "te doy una página, escribe lo que tú quieras".
Ella empezó a inundarlo todo de sonrisas a la hora del café,
los mensajes telefónicos los pintó de golosinas
y a las aspirinas
de dolores de cabeza en la cola del paro,
un gesto circustancial de rodilla,
un guiño casual de cepillo de dientes
y un "directamente proporcional" al signo de interrogación
de su espalda arqueada en instantes de guerra.
Convirtió su página en blanco
en página en selva, con lianas
y afrodisiacos en cada esquina
de ella.
Él sacó la lengua para mojarse los labios
se frotó las manos con los polvos mágicos de la poesía
y dio un triple salto mortal sin alas
dejando espesura de tierra
en las circunferencias dibujadas en el aire.
Se rasco la cabeza y dijo "vaya, voy a llenarlo
todo de hierba, voy a hacer de la casa un jardín
porque tienes que vivir rodeada de vida
que es lo que creas
y en lo que creo yo".
Hizo que el vaho de las ventanas
delineara su nombre, el de ella, en todas las lunas
de los coches que estuviesen acelerando
y pisó el fondo de los charcos
para que ella tuviera unos brazos donde poder secarse
los ojos,
le puso seda a la lija de las paredes
y terciopelo a las suelas de los zapatos
hasta que todo
fue suave, incienso y soñado.
Y siguió dibujando
cenefas imposibles en los márgenes de la cama,
asteriscos cariñosos en el cajón de la ropa interior,
una muchedumbre de besos como una afición llenando el estadio
donde hacían el amor.
Uno y otro, así, fueron escribiéndose
mutuamente una página que parecía
no tener por qué tener fin.
Lo que siguió fueron relatos y recuerdos, historietas
que a veces él se inventaba
y otras contaba con un tembleque en la voz
y rasguños en la garganta.
Ella le habló de las niñas de 7 años
que aun hoy se le aparecían en las pesadillas de noche
y del armazón que con esfuerzo diario
había logrado forjar en la cara oculta de su escote.
Los chistes sin gracia continuaron,
las semanas volaron como una minifalda
en una boca de aire,
los secretos fueron haciéndose contratos
y en el marcador los dos dieron la victoria
como de goleada.
No entendieron que el tiempo es el diablo
y nunca descansa.
Así que aquellas lianas
que sujetaban kilómetros de asperezas
y divisiones
empezaron a volverse viejas
y aquella hierba que mojaba sus pies
con el principio de la mañana
inició su muerte de barro
y las flores se marchitaron
quizá de sequía o de tanto regarlas
y la página
que era utopía y mirarse a los ojos
poco a poco
se fue tornando
una página de escombros.
De aquella lanzadera a la luna
solo quedaba un punto de apoyo
para no caerse, pero nadie ya se reía.
Un día ella se despertó por la mañana
y echó un vistazo a los muebles viejos de la habitación
a las paredes roídas de tantos golpes
y al regazo donde había reposado tantos párpados
a la hora del cierre
y le pareció un garito pasado de moda,
un extintor usado,
una pasta de dientes a la que no puedes
apretar mucho más.
Entonces vio
que su página, la que ella le había dejado
para que él escribiera los chistes sin gracia
que la hacían reír
estaba en blanco
y que él estaba durmiendo en lugar de escribir
las siguientes líneas
para que ella pudiera seguir leyendo.
Se hizo un café y miró el libro de su vida por un momento
y pensó para sí
que quizá habría otras historias en la siguiente página,
hizo amago de pasarlas y echo un vistazo
a ver lo que se encontraba.
Sintió vértigo miedo y frío
cuando vio
que tampoco era tan malo,
que había algo después de él
y solo había que hacer un esfuerzo con la mano
para seguir leyendo.
Cuando él se despertó, vio un bolígrafo sin tinta
en la mesita de noche
y no le dio mayor importancia
hasta un rato después, calentando el café en el microondas
se dio cuenta de que ella ya no estaba.
La buscó.
Con más inercia que pasión
la buscó en el reloj parado de la pared,
en la bolsa orgánica de la basura,
en el pozo sin fondo del wáter.
Vio entonces su página llena de un párrafo que tardaría
muchas noches en leer, una nota de despedida
tan larga como las borracheras que le siguieron.
Ella había llegado al final de su página
y no quiso esperarle,
por qué iba a hacerlo
si él solo tenía un bolígrafo sin tinta
y ningún chiste sin gracia, porqué
si solo había colillas, estropajos
y un mechero sin gas ni piedra
que no calentaba,
porqué no iba a pasar una página
y quedarse en la de él
si él no iba a seguir escribiendo.
Así que, como ella, hizo un movimiento de mano
y miró al otro lado
A ver qué tal pinta tenía:
estaba en blanco.
Se arremangó las mangas
y aceptó
que ya nadie iba a escribirle sus páginas.
Solo él.
Hizo balance de todas las perdidas
y rodeado de números rojos
pensó en sus ojos, los de ella,
y lamentó
no haber sabido escribir
más rápido que ella en leer.
Y se puso de pie y al trabajo
porque habría una próxima vez
en alguna otra página en blanco
donde otra ella le dejaría escribir
sus canciones de cuna contra el tiempo
y él debía estar preparado
para ello:
no iba a dejar escapar la luna
sin arañarla
al menos.
17 comentarios:
Quizás sea un poco caótico todas esas metáforas...que para un lector le pueden costar llegar a imaginar, porque directamente no tienen esa situación en mente como tú, pero a pesar de eso, creo que lo has salvado con nota...creo que es una buena historia. Y es cierto que ella escribía más rápido y él mal lento que lo que ella leía, pero quizás siendo ella, me hubiese pensado si enseñarle a escribir algo más que chistes malos que a ella le hacían gracia.
La historia sin nombres de los personajes es magnífica para aquellos que están necesitados de alguna historia con inicio, cuerpo y un final caótico!
Por desgracia, muchos de nosotros aún no estamos preparados para seguir escribiendo esa página por nosotros mismos, andamos buscando una mano con un boli repleto de tinta para que lo haga.
Excelente.
A veces es mejor tapar el boli y esperar, no siempre tenemos ganas de escribir.
Me enteré al día siguiente que el tipo simpático del sombrero eras tú. (llevaba una resaca importante, éso no lo dije.)
Me hubiera encantado decirte en persona que me gusta mucho como escribes.
Dicho queda.
Y insisto tus letras rezuman.
Un saludo
;)
e
Ojala algún día pudiera oírte recitar algo en persona. No sé cómo consigues que cada frase que plasmas en este blog tenga un significado para mí.
Gracias por escribir.
Coincido con Elena, supongo que estarás acostumbrado a que te digan estas cosas... pero realmente creo que aún no eres totalmente consciente de todo de lo que significa para muchos leer cada letra escrita por un tí.
Te admiro muchísimo, de verdad que me gustaría poder conocerte alguna vez.
Cuidate!·
Muy bueno, hombre.
Pareciera que asi funciona la cosa.
Muy bueno otra vez.
Animo!
Increíble, acabo de ver un comentario tuyo del 14 de diciembre en una entrada de septiembre jaja!
Sí sí, te busqué por google y todas partes, tus entradas del blog eran la miel en los labios que dicen, y tenía necesidad de leer más y más y más y más!
Y lo encontré, varios textos, me tiré días leyéndolos y releyéndolos y buf, sin palabras, como siempre, cualquier comentario quedaría superfluo. Eres MUY GRANDE tío!
Por cierto, gracias por poner los sitios de venta de tu libro, poooor fin lo encontraré, un día de estos me escapo de la facul y me voy a por él :D
Me he vuelto una yonkie de tus letras, creo que ya te habrás dado cuenta!
Bueno, invitado (de honor) quedas a decir 'mu' cada vez que quieras pasarte por el blog.
Mil gracias escandar :D
Es el mejor texto que he leído en estos últimos días. Si supieras en que momento de mi vida estoy... Que identificada me he sentido.
Por supuesto, me sigue encantando tu forma de entrelazar palabras y jugar con ellas.
He muerto un poco al final de cada verso, con ellos.
"vaya, voy a llenarlo
todo de hierba, voy a hacer de la casa un jardín
porque tienes que vivir rodeada de vida
que es lo que creas
y en lo que creo yo".
Que grande eres, madre mía, no puedo evitar que se tensen todos los pelos de mi brazo, y todos los nervios de mi cuello al mantener la postura correcta para no despegarme de tus textos.
Estoy emocionada, no se como decirlo... estoy orgullosa de mi misma por haberte encontrado.
Eres un grade, enserio, no se ya como decirlo...
¿Y qué pasa cuando te has quedado sin tinta y ni siquiera te apetece buscar otro boli?
Los chistes malos así no tienen sentido...
¿Dónde estás? Echamos de menos leerte :(
Hay veces que es mejor dar por terminado el libro y empezar uno nuevo.
Ciao.
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