martes, 23 de abril de 2013

amanecer sin ti no es tan bonito, pero tiene su punto si el nivel de hachís es el adecuado


Voy a ver amanecer con la nba de fondo
y no hay nadie a este lado de la noche que le ponga pornografía al asunto,
no hay un roto de minifalda en su presagio
ni un gracias por la compañía, deja un poco de tabaco al irte.

Diría que estoy solo, pero todo este desorden parece tan de otro
y a la vez
tan imposible y propio como un vertedero de recuerdos entre basura,
tan sumiso y barroco
como el cenicero donde se acumulan las colillas de 3 rutinas diferentes:
la del chico distante y sobrio de 66 horas a la semana,
la del “voy tan rápido que ni me entero de donde voy y hacia dónde vuelvo”
y esa otra, en la que solo sales tú, a lo lejos, y yo echándote de menos, a lo cerca.

Un regazo de chusta que dará para 3 caladas, es lo que tengo,
un poco de sueño y bastante desgana,
parálisis de acciones imprudentes
por un tiempo
muerto
para sentarme en el banquillo
y repasar las jugadas.

Puta locura de partido, ya no sé ni dónde tengo que meterla.

Apenas oigo al entrenador mientras me estremece el griterío
de un agrada que no me reconoce.
Y yo tampoco.

Quizá solo esté viendo pasar las salidas enfilado en el carril más izquierdo de la vida.
Tratando de no molestar a nadie, defendiendo sin hacer falta,
porque nadie me ataca,
y ni aun así me entere de qué demonios tengo que hacer con mis dichosas pelotas.

Y así voy, haciendo eses
ya no sé si por la borrachera,
el cansancio
o por simple adicción a las curvas.

Parezco un manojo de dudas cotilleando entre personajes secundarios
sobre el leimotiv de la película,
un signo de interrogación andante que solo se estira en el paréntesis de un culo desnudo,
un zigzag de frenesíes que vienen a pedir piel y madera para estas extrañas resacas
de acostarse de día, cada día,
y que sea de noche,
cada mañana.

Con la nba de fondo. Dios, qué solo parece el mundo en esta fiesta de estrellas apagadas.
Dónde besará el champagne las derrotas que celebramos.
Me pregunto.
Mientras cojo el poco de tabaco que me queda.
Y me lo lío, aliñándolo.

Gracias por dejármelo.
Junto a la pornografía.

Mi desorden.
A veces duele como el frío
pero ama
como una flor de migajas regada en la sombra,
como el brillo de un velero a la deriva entre el gentío
o como la anarquía de un niño rompiendo cosas.

¿sabes qué?

Creo que la gente no es del todo consciente
de lo que mola ver amanecer
sin haber dormido,
(contigo) 
preciosa.

martes, 16 de abril de 2013

al tambor de mi pistola le aburre la música punk.


No me da miedo el fuego pero temo al dragón.

Mi lista de la compra sigue siendo un desorden de letras
pero ya no pienso en tu risa cuando escribo “pasta de dientes”.

A veces me miro en el espejo con estas ojeras de cine y horarios
y anhelo las borracheras con las que jugaba a olvidarte.

Tengo un cansancio de girasoles secos cada vez que se pone el sol
y no me pilla en un baño.

Todavía ansío encontrar un sitio en donde pueda decir:
aquí será mi vida contigo.

Soy el faquir que camina descalzo sobre las brasas de una vida de ausencias
e imposibilidades,
habito la cabeza del león odiando a los domadores y el ganado,
me asusta la libertad
y cubro con cadenas el amor que desgasto como si fueran los zapatos sucios
de un niño que odia a los mayores.

Habrá gusanos que contarán nuestras desgracias a las mariposas más jóvenes,
nuestras lágrimas cubrirán el polvo de los mercados de segunda mano
y el amarillo de la nicotina filtrará nuestros errores en el barniz de las fotos
donde sonreíamos al desagüe de esta risa triste que se nos ha quedado.

El rincón donde solíamos mear es
y será
nuestra mejor metáfora,
nuestra alegoría de ensueño,
nuestra puta victoria al final.

Ya puedes descansar los privilegios, parecen decir,
ahora tienes que demostrar la fábula a los mercenarios de ilusiones ajenas
como la religión de un extranjero.

Dios no está, y nadie le espera.
Aquí enterramos a los muertos y seguimos bailando,
señor,
si tú eres mi pastor, yo soy tu oveja negra
y prefiero estos lobos a tus perros.

Contarás en tus sueños mis pesadillas, recuérdalo cuando no puedas dormir.

No tengo mucho más que declarar, toda esta mierda huele por sí misma.

El trigo limpio está pesado de moda, todo lo demás
lo podrás ver
en mis bolsillos vacíos: es un alma de guerra, señor,
y está cargado
y vivo.

martes, 9 de abril de 2013

y todo lo que debería hacer mientras bebo cerveza, fumo hash y escucho a miles.

  
A veces fantaseo con accidentes de tráfico tras los que me dejan dormir durante tres días seguidos. Me imagino estrellándome o siendo atropellado, mientras alguien me lleva en una camilla hacia una ambulancia y no vuelvo a despertar hasta más o menos eso: 3 días. Durmiendo. Dejándome en paz de una puta vez. Sin tener que alisar los cabellos a esta rutina llena de rizos. Ni tener que perder los papeles higiénicos manchando de mierda la poesía. A veces me excito pensando en el lado violento de las desgracias, y probabileo con mandar a tomar por culo el mundo o a mí, que siempre seré más fácil. Es como huir, pero obligándote a cerrar los ojos. No hay quien duerma con este rugir de mareas, joder. A veces sueño con fábulas de hormigones y cigarros, que coinciden en su misma mancha de sangre decorando este muro. Lo he construido con mis propias manos. Destrúyeme. Es la única forma que sé de ayudarme.  

¿el descaro no es igual que ser barato?

Algún día derogarán la insobornable ferocidad de nuestro alma y se lo darán a los bueyes para que estos vuelvan a tirar del arado, a escarbar la tierra y guiarnos. Algún día entenderemos que este instinto animal de compañía no era el invierno posmoderno del capitalismo, que nosotros ya soñábamos con monstruos mucho antes de que existieran los armarios, que le pusimos tantas piezas al puzzle que incluso la fatiga se nos llenó de burocracia. ¿sabes qué? hace frío, estoy cansado y me quiero ir a casa. Pero si pides otra cerveza me la tomo.

al dolor de los sueños perdidos le dedico estas ojeras

Amo ese sudor marchito que huele a instante consumado, a después. El incienso que se va posando en nuestras legañas mientras caemos dormidos tras el orgasmo. Amo cada pedazo de ti que no puedo besar cuando quiera, estas ganas ilesas de reposar y correrme en tus fantasías sin necesidad de permiso. De pedirte perdón y besarte los pies. Amo cada quiebra de labios atizando al alza mis recaídas, cada palabra que sueñas. La amo. Pero no sé si busco la paz conmigo mismo o la guerra contra ti. Incluso a veces creo que las confundo. Al final no estábamos tan equivocados: con los daños se aprende.

Vaya carita de cansados que tenemos todos últimamente, ¿no?.

Yo quería una presión de indómitos en tus deseos, pero me quedé en prisión. Hice del silencio mi mejor réplica. De la insistencia una concesión, y dejé que la vergüenza lo embadurnara todo. La vergüenza es una forma de orgullo que tragas por no vomitarte. Así que puse delantales y servilletas, plásticos con los que cubrirnos de la lluvia, techos que con la excusa del cobijo nos tapaban las estrellas y barrotes que dibujaban rayas al amanecer sobre la pared del cuarto de baño. WC. Así se llamaba aquel paisaje. Puse una carpa para que tapara la risa de los payasos y codifiqué la canción que sonaba bajo las faldas de la bailarina. Así fue mi tormenta perfecta: un desastre injustificado y manejable. Hay un niño en mis sueños que se acerca con un globo pinchado y me lo recuerda: “confundes izar velas con domesticar vientos. ¿Esa es tu idea de la libertad?

lo peor es hacer daño queriendo

Esta colección de improbables es mi temor a otorgarle la pasión a lo imposible. Todo este refugio de ausencias bajo el que me busco es el hospital de campaña en el que olvidar la guerra, mi chiringuito de huracanes por pulir, la nevera donde acicalo el frío antes de sacarlo a pasear. Solo hay que buscar en las desgracias de otros para encontrar ese poco de cinismo con el que poder dormir unas horas cada día, aunque sea intranquilo. O buscar una sorpresa en cada sonrisa, como si así pudiéramos ponerle morbo al paisaje, imáginate: afuera hiela, y aquí dentro no existe el tiempo.

Tengo un “buenos días” en la punta de la lengua, cariño, tú solo tienes que abrir las piernas.

lunes, 1 de abril de 2013

Trabajo en una peli que se titula reverso.


Hoy
juro que es cierto
se ha roto el calentador de mi casa justo cuando iba a ducharme
a primera hora de la mañana, a las 7:30 AM,
cuando iba todo motivado a mi primer día de curro después de la hostelería. Otra vez.
Así que me he duchado con agua fría. Ya sabéis, espasmos, respiración acelerada, piel de gallina, toalla a toda ostia, etcetera.
No pensarlo. Y seguir.
Me he pasado el día intentando buscar mi sitio en el rodaje.
Perdido.
Ajeno en muchos momentos, impreciso en tantos otros.
Intentando encontrarme sin pisar, en plan: ¿qué hago yo aquí y para qué me han contratado esta gente?
¿Qué puedo aportar yo en esta película desde un puesto tan lejano como el del auxiliar de dirección?
Todo el rato. Buscando saborear esa pasión de los buenos rodajes, esa ilusión que entendí, sin saber cómo explicarlo, hará unos 13 o 14 años, en aquel cine de Palencia al que fui, por primera vez yo sólo, viendo el rodillo final del film póstumo de Kubrick (Ya ni siquiera sé si habré escrito bien su nombre). 
¿Cuántas veces he cambiado de vida?
Ésa.
En la comida han tardado una hora en servirme una hamburguesa. He sido el último de todo el equipo en comer. La gente terminaba el café y yo seguía esperando que llegara mi puto plato. La gente tiraba  pal set, y yo estaba empezando a comer, ¿todavía?
Sí, hijo, sí.
Por la tarde. Bueno. Me la he pasado pensando. El run run de la gente  al rodar. La necesidad de silencio en un mundo lleno de ruido. Las jerarquías. Trabajar en equipo. Ser un grupo. De rock. Pero con solo un instrumento: la cámara. Y actores a modo de cantantes. El directo del cine es una mierda. Creo que algo así dijo Bajo Ulloa (aunque creo que le he decorado un poco la frase. Es lo que tiene el séptimo arte: mentiras).
Casi al final del rodaje se me han roto los zapatos. Los compré hace 4 o 5 años para currar con ellos de camarero en bodas y eventos así. Me los compré en un chino, me costaron 10 euros, los usé 2 veces, y desde entonces solo me los ponía cuando se me rompían las zapas de invierno en invierno y ya me esperaba a las rebajas de primavera (¿En primavera de verdad hay rebajas?) pa pillarme las zapas del invierno siguiente. Como en este que ya ha terminado. Se me rompieron hace un mes o así, y me he vuelto a poner los zapatos aquellos. Tras 4 semanas de barra, fiesta y poesía, y de un día de rodaje, se han roto. Como esas personas que un día, sin saber muy bien cuándo o cómo, se vuelven más abuelos que padres, más añejos que alijos, más reserva que crianza. Viejos, de repente. Mis zapatos. Y joder cómo llueve esta primavera.
Al llegar a casa Dano tampoco ha conseguido arreglar el calentador. Y está cocinando hamburguesas para los dos. Es lo que hoy he comido, le digo. Bueno, menos mal que te gustan mucho las hamburguesas, entonces. Me dice. Vamos a ver una peli, anda, abre una cerveza.
Mapa, de León Siminiani.
Ha vuelto a gustarme el cine. A enamorarme. Como siempre hace cada vez que desconfío de él.
Cuando empiezo a distanciarle de la poesía, siempre tiene una película con la que gritar: pero qué haces, gilipollas.
Y me deja así, callado. Con esa alegría de quien se alegra de haberse equivocado por enésima vez.
Un par de petas después abro el Facebook y
2 noticias:
Marina se va a comprar un coche. Menos mal que está en una isla, a saber dónde acabaría si el mar la dejase. Espérate. Que el mar todavía se abre para ella. Capaz. 
Y Sol ha dado al me gusta en un recuerdo nuestro. Y he entendido a esta primavera que ha empezado tan Nacho Vegas que solo puede gustarme y llorar.
He sonreído, y he imaginado su sonrisa. No sé qué antes y qué después. Porque hay sonrisas que contagian, multiplican y derivan. Se extienden. Fertilizan. Sonrisas que son como plagas. Como una tormenta de brisa matinal. Y al final nunca sabes quién empezó primero. Tanto se parecen al rencor y al odio, fíjate. Echándole siempre la culpa y la responsabilidad al otro.
El caso.
Es que hoy se me han roto el calentador
y los zapatos.
Y todo sigue roto. Incluso yo. Despegado y sin chispa.
Buscándome la vida en el desguace y los fondos,
chapoteando bajo este monzón de emociones.
Cansado, sí, y un poco sólo, también,
pero con esta sonrisa.
De no querer.
Salir en la foto  
-joder-
pero sí en la poesía.   

miércoles, 20 de marzo de 2013

Derrotas


"La guerra ha terminado, y hemos perdido"
(frase que dicen en la película "Carlos")

Ayer teníamos todo el tiempo del mundo
y hoy se nos han vaciado las manos de segundos.
(Elvira Sastre)


Que se relama el sudor los pecados por nuestra ilimitada capacidad de reincidencia,
que nos pida por favor el acto, la mancha, que nos brinde las dudas
en preguntas a fuego lento como un cigarro que fumas después de haber terminado el trabajo, recogida la ropa en el suelo,
los años felices en tiempos difíciles para el amor y el verso,
riéndole a dios sus desgracias,
pidamos fuego y rock & roll
pero no confundamos la culpabilidad con el arrepentimiento,
porque no.


Me gustaría soñar con portazos para así despertarme de golpe cada vez que te vas en mis sueños. Pero nunca lo haces, en ellos nunca das un portazo sino que dejas la puerta abierta y soy yo el que tiene que cerrarla. Lo hago despacio, como tratando de no hacer ruido. Tú bajas la escalera y yo trato de no pisar tus pisadas alejándose. Trato de escucharte por última vez. Luego me quedo en el suelo llorando, me cuesta respirar y hay como un ejército de látigos golpeándome la garganta. Qué he hecho. Me digo. En voz alta. Una y otra vez. Qué he hecho. Qué he hecho. Qué he…
Hasta que poco a poco me voy despertando. En la cama. Sudado. Empapado por una tristeza que es como una derrota sostenida en el tiempo, perenne y asumida. Calado hasta la última calada del primer piti que me suelo hacer y encender todavía en la cama. Respiro el humo mientras te echo de menos por un portazo de distancia. El que no diste.
No se me pasa hasta que tomo un café. Sí. Tanto alcohol de noche, y al final uno aprende que en la rehabilitación no hay nada mejor que despertarte sin resaca, pegarte un chute de cafeína caliente, y dejar en la ducha el olor solitario de la almohada.  
Y aun así, cada noche otra vez, y van pasando las mañanas.

Ni siquiera sabes lo que fumas cuando vuelves a casa,
vas con ese trago en el que asimilas los nudos
y te los aprietas a modo de corbata
mientras sueñas con sogas y arneses.

Hay cosas que dijiste que no harías,
hay tratos en tu pasado por los que brindaste dándolos por supuesto,
muchacho, no vuelvas la mirada, anda, los dos sabemos que una vez que abres la mano…

El miedo viene después.

Cuando entiendes
que no tienes ni puta idea
de lo que puedes ser capaz de hacer
con las excusas adecuadas.
Y sin querer.

Así que imagíname queriendo…


Caminas rápido, mucho, subes andando las escaleras mecánicas y coges un metro, y  simplemente buscas la puerta del vagón más cercana a tu salida, y echas carreras con los otros a ver quién huye primero de los túneles, y ya fuera cruzas los semáforos en rojo, bordeas las plazas, y vas por la carretera intentando no tropezar con nadie no sea que llegues tarde. O que te vean. Rápido, cómo si huyeras, como si te esperaran, como si tuvieras que llegar a antes de. Como si el hombre de una mujer te persiguiera para robarte los motivos. Como si tu vida dependiera de ello. De la velocidad del viaje. Rápido, joder.
No sea que se den cuenta de que vas a ninguna parte sin tener ni puta idea.
¿Te imaginas?
Pues mírate. Y corre.

Podría empezar a mirar las cosas con cierta distancia y a las personas un poco más de cerca, y así, quizá, ir también poco a poco quitándome la coraza a las caricias que me he creado. Es decir: si vives en el centro de los huracanes tienes que aprender a protegerte un poco del viento. La otra opción es salir de allí y en otra parte, disfrutar del mar en calma y la brisa. Yo qué sé, a mí es que me gusta más lo primero. Pero con tanta subida y bajada en algún momento tendré que probar nuevas tácticas. Estoy fallando con todas. Y esto de llevar un escudo es tan pesado como parece. Y yo soy delgaducho tirando a débil. Aunque sé sudar llegado el momento. Y cargar con mis maletas. Pero no funciona y quizá me falte darle enfoque con un poco de distancia en lugar de tirar todo el rato del macro.
Quizá si salgo, sea más sencillo desnudarse. Esa preciosa palabra.
Que casi nadie cumple.

Hubo un te quiero que soñó con retiradas mientras anhelaba lo que no podría tener, hubo un jamás que te esperaba a cada salida del baño riéndose de tu falta de fe en ti mismo, y hubo resacas que bailaban como un por qué manchándose los pies con las cenizas del después de cada mañana.
No había nada en nuestros rostros que mostrara lo imposible de aquel nosotros que hicimos entre tu risa y mis payasadas, ni fueron las quemaduras las que enfriaron la piel, y no faltaron preguntas a la hora de los interrogatorios y las guillotinas.
Señor juez, tengo la paz que robé escondida en el lado más cruel de mis poesías. Hablo de naufragios como desahogo. Un matiz de cortinas y persianas bajadas me mira desde el otro lado de las ventanas, la realidad es solo un puñado de latas vacías que te recuerdan la maravillosa historia de cada borrachera. Todavía hay anarquías que por las noches se despiertan soñando con cárceles. Y la dictadura ha llegado, bienvenida. A veces me siento un soldado de ella, alguien capaz de llorar por cualquier final sin beso. El timo del romanticismo era como buscarle los tres trucos a un mago. Nunca quisiste creer en la magia, y ahora te extrañas de que haya toda esta tierra de por medio, después de que cavases tumbas y disparos sordos en los que gritabas por una ayuda que no te merecías, después de mutilar el amor, de despedazarlo y hacerle papilla, de estrangularlo hasta que el viento con el que izábamos velas fuera solo el rencor a estos remos, y un billete de vuelta de todo, precisamente yo, que nunca fui a ningún sitio, preciosamente tú, que me llevaste a todos.

La bandera blanca se ha manchado de sangre, así que voy a coger esa toalla que está sobre la lona, en mitad de un ring sin fuerzas, y te voy a curar las heridas con ella, te voy a lamer y a rezar, voy a llenarte de vida. El precio de la cobardía se mide en promesas, tengo tantos ojalás a los que aferrarme que los trato como puertas abiertas que no se pueden cerrar. Es tal mi ingenuidad que hay atardeceres para los que todavía compro palomitas. Unos tacones se acercan cada noche a besarme las nostalgias, pero cuando miro ya se han ido a otro sitio donde tú no estás, y yo no te necesito.

Pasan como extraños que rellenan el vacío de tu vida. Como instantes que van rulando fotograma a fotogramo. Pasajeros del mismo vagón, pacientes en la misma cola, parados que te piden otra caña mientras cuentan las monedas. Son los protagonistas de nadie y menos de ti, que sueltan su frase y se largan de tu película ¿quién da la vez? Es todo lo que poseo y cuanto amo: un segundo. Puesto. Como si el clavo ardiendo en el que nos sujetamos dependiera de un momento de felicidad ajena, de lágrima que cae en otras mejillas. Mis únicos compañeros de viaje son aquellos que van en dirección contraria. Un cruce de miradas, un choque de manos, ¿porqué no echamos un polvo y después te largas y me largo? Me da miedo la posesión, retener y exigir exclusivas. Creo en el ahora por encima de cualquier para siempre, así que le pongo fecha de fugacidad a las personas, y me las trago como el recuerdo caducado de un vienes o qué?  

Así, colgado, he de decir que el mundo es un vaivén. A mi juego del ahorcado le sobraron letras. Pero no entiendo por qué no me partí el cuello en la caída. Sigo vivo, y a veces es algo que ni siquiera entiendo. O que se me olvida.

Han llegado disparos desde la azotea, hay neblina en el trozo de calle que se ve desde la ventana. Algunos sueltan sus armas y se encienden un cigarro. Otros cierran los ojos y rezan a sus familiares y recuerdos, no hay ningún dios a la vista, solo el miedo y la ceniza de los humanos. Polvo eres, parece decir el paisaje. Por lo que a mí respecta: la guerra ha terminado.
Y hemos perdido.



Mañana, esto: 

"Cuando caminas entre gigantes, dejas de preocuparte por tu propia sombra"

miércoles, 6 de marzo de 2013

toma, uno



Toma, un ticket de entrada a mi pequeño paisaje de los horrores, el cartel de no hay salida se oxidó de deshabitos, así que ven conmigo, no te pierdas
 ¿para qué los suicidas entonces?, dirás,
verás: cuando quemas el mobiliario aprendes a vivir de las cenizas.
Como aquella noche en que quisimos bailar pero no supimos cómo, ni dónde,
ni porqué.
Entonces inventamos las mentiras
y las canciones en las que todo salía bien
e inventamos ese toque salvaje y fugaz a la hora de pedir deseos.
O de dar justificaciones.

De tú embriaguez a mí pedo solo hay un corsé de elegancia. A un beso de erizarnos la piel, hay un pequeña distancia que nos exaspera. A casi nada de la risa y el orgasmo, el último paso, qué pasada…

Quisimos como colosos en llamas hasta quemar la arcadia por cualquier polvo sucio en un baño.
Esa fue nuestra elección.
Nuestro grillete premiado en la lotería.
Nuestra vida después de soltar el lastre y las velas.

Te puedes dar una vuelta, si quieres.   

  
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Pues presentamos 3ª edición de Alas de mar y prosa. este sábado. a las 21:00. en los diablos azules. calle apodaca nosequénumero. 
Voy con 5 amigos, que vendrán a compartir cervezas, humo en la entrada, y/o poesía. Un matiz para un libro que ya se ha presentado durante 3 ediciones. qué pasada. de verdad que decir gracias en bajito no le da toda la seriedad con que las digo. gracias. gracias. 
y sobre todo, una última cosa que ya he dicho por ahí pero quiero dejar por aquí escrito. también. me parece mucho más difícil y complicado encontrar un buen editor que un buen escritor. y yo tengo los mejores editores del mundo: Marcus e Isa, muchísimas gracias, por todo, pero sobre todo por el all in que le estáis haciendo a la poesía como forma de vida. vais a ganar. seguro.
(Al loro con el cartelaco que se han marcao, me parto, no me digáis que no es pa quererlos. ya subiré algún cartel más que hay hecho -y que ahora no encuentro-)


miércoles, 27 de febrero de 2013

revolvidar



"...verás, a mí me pone muy cachonda la bondad
me recuerda a esa gente
que ya lleva el piti en la mano
quince pasos antes de salir del metro..."
Juana la coja'



Durante meses velocidad y olvido han jugado a los cócteles molotov con mis derrotas, me han hecho huida, ahora que no busco a nadie,
me han hecho sangre que yo recogía en poesías tristes que apenas silabeaban
el horror, la grieta,
el espanto de ver que en los cimientos
había una nada
en donde quise edificar el amor,
que lo era todo.

A cuánto el error por desgracia,
podrás decir,
que aullaba en noches de luna hiena 
hambriento
como un cazador que mastica su cobardía
entre carroña
y se siente culpable por ello,
el muy infeliz.

a qué cenizas va a acordarse el viento de nosotros,
por qué demonios lloraremos
cuando los ángeles nos den la espalda,
en qué mueca habitará la risa
cuando comprenda
que se puede recordar
pero no recrearla,
durante toda la puta vida.

Creía que aguantaría una sin alcohol de sentimientos
pero
he puesto a Nacho
y he durado 3 canciones en decir te quiero,
voz muy baja,
como si fuera un secreto que yo no debiera escuchar,
las palabras de siempre
con su jodida necesidad de amuletos
pasándoselo pipa,
pero no te vayas por las  armas,
todavía.

¿Sabes? El suicidio es eso que planean los que no tienen planes.
Son como pájaros derrotados que aceptan su caída.

Sigo encendiéndome el piti 15 pasos antes de llegar a la salida del metro.
Con la prisa del que siempre llega tarde.

Un soñador mirando hacia el suelo.
Quizá ese sea el paisaje más bonito de Madrid.

jueves, 21 de febrero de 2013

y al recuerdo de ese segundo lo llamamos nostalgia


la felicidad es un segundo
y al recuerdo de ese segundo
lo llamamos nostalgia.

jorge frontela


La última vez que soñé un futuro teníamos 2 niños a los que quería menos que a ti. Y no me importaba decírselo porque a ellos les pasaba lo mismo. Nunca imaginé una casa, ni si tendríamos televisión o no, ni siquiera, en mi sueño, había una ciudad que dijeras: es aquí. O allí. Era como si nada de todo eso importara, y tan solo aparecierais los 3 sujetando la vida que yo reconstruía no sé en que parte de mí, supongo que en mi cabeza, como si cultivara tu risa lanzando semillas de detalles diarios, de problemas conjuntos, de pérdidas comunes, de aledaños. Y en ese constante punto de apoyo del nosotros contra el mundo, en ese pequeño equipo que formábamos de trincheras, juegos y paisajes, había algo como de seguridad y destino, esa fe y dignidad del que ha conseguido la comida, la música, y el refugio, y se mira sus manos ya viejas mientras fuma tranquilo un cigarrillo que le susurra: lo hiciste, tío, lo conseguiste, disfruta. Y eso hace.

Tengo un tren de lejanías en el pecho taladrándome a despedidas. Poco a poco, está haciendo un agujero tan negro que su gravedad podrá absorber todos los sentimientos  que estén a menos de una mirada de distancia, a la primera nota de música, a una simple intención de beso. Oigo tequieros dichos a toda prisa en los adoquines y números de teléfonos arrugados como el olvido en las papeleras, una pintada a navaja en un banco dice: es la velocidad lo que nos derrite. Lo que nos diluye hasta mezclarnos el orgullo y la osadía, hasta confundirnos la falta de fuerzas con excesos de nostalgias. ¿No queremos el regazo y las almohadas? Te das de ostias contra la vida porque en el fondo te mueres por dormir tranquilo en un colchón. Porque si no llegas destruido sabes que vendrá el monstruo de después de cerrar los ojos. A comerte. Venga, niñito, llora por tus miedos que ellos se van a reír de tus lágrimas. Igualmente. ¿A quién estás engañando? Te fías tan poco de ti que pones en sobre aviso al resto. Les estrechas las manos, les miras como pidiendo por anticipado el perdón, no querría contagiarte de lo que yo no soy, pero tampoco puedo evitarlo. Tengo en el pecho  un agujero negro que absorbe los sentimientos y la luz de todo lo que se acerca alrededor mío. Lo siento. Y lo guardo en mi vacío. Que nunca deja de ser negro.

Y que haya muchos columpios y canastas. Y yerba que pueda pisarse sobre todo descalzo, y lo desordenaría hasta hacerlo precioso, mi mundo, tendría un grifo de cerveza en cada plaza que se mezclaría con la risa de los niños y las guitarras de los juglares, y habría bares en las rotondas, o piscinas de bolas, y el castillo de los reyes, que no habría, sería hinchable, como nuestros pulmones al olor de la maría en los balcones, o como la poesía que late dentro de cualquier mujer embarazada, mi mundo, de jeans rotos y minifaldas en donde los jóvenes mochileros perderían el mapa y las costumbres al primer beso, y los viejos cascarrabias sonreirían al menos una vez después de cada taco, y el trabajo sería vocación, no habría ni políticos ni cías, ni abogados (lo siento dani, perdón), ni psicólogos (Isa, Irene, os quiero). Ni dentistas, qué coño. Y los maestros podrían ser jardineros en lugar de fumigadores, y se cerrarían todas las cárceles y sobre todo los museos, y los zoos, y las comisarías, parques de atracciones para todos, un mundo, joder, donde podrías plantar un árbol, tener un hijo y escribir un puto libro sin tener que vomitar tantas veces en el intento. Dices que mi utopía es imposible porque no puedes verla. Normal, ella está a tomar por culo y tú vas un poco ciego. Pero recuerda que ya hubo quien miró al mar allá donde se terminaba la tierra y dijo: al otro lado del océano tiene que haber otro mundo. Es mi mundo, y no tengo que convencerte de nada.

Otra vez esa pesadilla: mi madre y mi hermana llorando, y yo me despierto cuando echo a correr.

Lejos.       

martes, 19 de febrero de 2013


Querías la descripción de una lágrima porque decías que mis palabras podrían conseguir embellecerla, como si eso no fuera todavía más triste, mis palabras…

Querías que hablara de balas y de milagros como diamantes en nuestros dedos, que mis palabras se hicieran carbón y te calentaran, que recogiera la hoguera, el naufragio y las imposibilidades y los hiciera habitables, cómodos, modestos. Yo, que siempre tuve miedo a las celdas,  a los espacios vacíos o sin ti, mejor dicho, no sé, se me metió una libertad entre reja y reja, divisé horizontes y anhelos, me obsesioné con las ventanas abiertas del futuro…

qué pena las cosas bellas, qué manía tiene la tristeza de ponerse guapa.

Tengo una derrota en tu mejilla.
He podado los bordes y limado las grietas,
ya no tengo qué hacer
pero sí dónde ir, puede que no necesite mucho más,
a veces es verdad que paseo borracho por autopistas
de ciegos que juegan a las pistolas,
espera,
me voy a encender un cigarro
y regalar una sonrisa de casualidad al destino,
por sus chistes macabros
y su ansiedad de amuletos,
a veces es cierto que me deshago como polen entre los dedos,
como materia entre gusanos,
y este look de adicción y nicotina, de trapecista magullado,
de chico triste que sonríe sin pedir disculpas
por el arrebato de bailar en las recaídas,
esta estampa de coche empotrado contra la pared
soy yo.
También.

Tú querías la descripción de una lágrima.
No mis palabras.

Así que te hice el amor.

Y me corrí en tu cara.

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nos cierran los garitos donde aprendimos a escribir. en la misma semana chaparon el bukowski club, y el foro de extremoduro. como la poesía no va a cerrar, pues habrá que buscarse la vida hasta encontrarla. de nuevo. el Beber para contarlo es el recital que cada año junta a la peña que paseaba su mierda por el rincón del poeta del foro de extremoduro. el primer sitio donde empecé a compartir mis chorradas. este sábado, volvemos a hacerlo. en el Bella Ciao. nos han pedido puntualidad (puntualidad en poesía!!!) así que intentaremos tenerla. 
un abrazo a todos los que os pasáis por aquí. Un nuevo GRACIAS, en mayúsculas esta vez. porque me apetece gritároslo. joder.


jueves, 14 de febrero de 2013

Del infinito hasta aquí, te quiero un ahora.


La felicidad que se vive deriva del amor que se da
Isabel Allende

Podría haberte besado por encima de rascacielos y de torres gemelas,
haberte cedido la potestad de mando
a distancia,
de volante en todas las curvas,
de riendas y remos hasta el naufragio.

Y me habrías llevado, de la mano, como siempre hiciste.

caminamos hacia el refugio, traemos un cansancio de continentes
y dudas, hemos venido a hacer el amor
y a pasar de las palabras
a los pechos

Podría haber cedido mi egoísmo
a los relatos
y a poesías que no hablaran de nosotros,
y podría, por una vez,
haberme hecho daño a mí mismo
sin joder
con mis destrozos
a nadie más.

La de personas a las que he hecho llorar desde que no te hago reir a ti.

 Imposible ser feliz y reducir  tu vida a nuncas y parasiempres,
como imposible esta carga
que tendrás que llevar
si rechazas
lo que no viviste

Podría haberme pringado de horas, humedades y secretos
sólo
para contártelos,
para cerrar los ojos y dejarme caer
encima de ti, “dudo que pudiera estar debajo”.
Podría haber pisado el freno para esperarte,
haberte cogido en brazos,
despeinarte con mi velocidad.

La felicidad que se vive deriva del amor que se da, no del que se recibe.
No sabría cómo explicarte mejor lo de mi tristeza.

Puede que el amor sea una cárcel, pero al otro lado de su alambrada
tampoco está la libertad.
Lo supe desde el primer silencio en que no te vi.
Desde el primer te quiero en que no te tenía.

Podría haber esperado a que tus ojos inundaran
con su regazo
mi gris,
pero preferí el todo o nada
a esa espera.

Y aquí estoy, a mil canciones de ti,
pero sigo bailando.
Nena.



miércoles, 6 de febrero de 2013

para no dejar de creer en las minifaldas


Esta fue mi vida en la recaída. Si alguien les cuenta que volé, no le crean. La gente suele confundir caer con volar. Es tan fácil, lo uno. Y tan imposible, lo otro. No hay gravedad en estas palabras, solo el amor hacia el suelo que me sostiene, a todas las ostias prometidas con las que me perdonó y a su justicia de terrena mortalidad, a esos gusanos que salían de nuestras bocas después de los besos y los amaneceres. Nunca logré detener el tiempo, ni siquiera ralentizarlo. Mi apuesta fue: rápido, como si nos persiguieran. Y te cogí de la mano. Quería escapar contigo pero sin salir de mí. Y me llevé detrás nuestro o alrededor todos mis miedos que salivaban por darnos alcance, por mordernos en la caricia las heridas de las que nos habríamos curado. Lamiéndonos.

Este es el asalto en el que besé la lona. Y acostumbrado a tus labios, te cambié por el suelo. La sangre hablará por mí, es decir, los de la última fila: enfoquen sus prismáticos. Tu piel es como ausencia de azúcar cuando hago el desayuno y no es para ti. Apostaría no volver a ver el mar a que tus ojos pueden humedecer cualquier piedra, pero desde dentro, a que pueden atravesar un muro hasta hacerle llorar, a que toda la tierra que pisas suda tras tus pasos. El paisaje de tu dolor es fijarte en que contengo mis amagos por cogerte la mano. Que haya un invisible que no entiendas luchando por alejarme de ti. Que me deje follar por una vida loca en lugar de reinventar el amor, o de rehacerlo, orgasmo a orgasmo. Mi corazón y mi polla a veces hablan sobre tus caderas, y mi cabeza dice que sí, solamente.

A veces sueño con primaveras y con tu boca, así que vengo a pedir la flor y la mamada como si soñar otorgara derechos en lugar de obligaciones, como si pudiera patalear mi necedad de naufragio reclamando tu isla de ojos azul o asis. Y vendiendo tu ausencia a desconocidos, traficando con este vacío sólo por tener algo que sentir sin tener que mentir al respecto, mi incalculable necesidad de tirar de la cadena una vez te has metido la última raya, y este orfanato sin hijos a los que aferrarse que yo llamo casa, tú puedes llamar cuando quieras. Lo sabes, ¿no?

Perdona el ovillo que lanzo como si quisiera enredarlo todo. Ya sabes que a mí los sentimientos siempre me parecieron un poco laberinto, esquinas donde me perdía cuando tenía que coger un tren y llegaba tarde, excusas con las que aceptabas que no te pillaran nunca en los trabajos que de verdad querías. Un poco como una barra llena de gente pidiendo cerveza como si fuera auxilio. Dicen Mahou y escucho socorro. Un griterío. Que es, supongo, como también te amé. Gritando.

Mis miedos hacían fiestas en nuestro eco. En lo que venía después. En nuestras sombras, mis miedos jugaban a ver quién pedía en la primera mano. Y qué. Esperaban a la formación del recuerdo para emborracharse, y prometían pérdidas por su rescate, mis miedos trabajaban el ayer que jodería nuestras mañanas, tú con la toalla en la cabeza y yo metiéndote prisa, en lugar de otras cosas, otra vez. Lo bueno es que, aunque solo fuese un momento, les tuvimos acojonados, a mis miedos. Lo malo es que ellos tenían razón. Y yo solo sentimientos.

Cogías un palo fino y lo metías hasta el fondo para que saliese la araña. Había algo de atractivo en todo ello. Hurgabas en su comadreja tratando de que saliera asustada, dispuesta a picar o a huir como cualquier animal aferrándose a la supervivencia por encima de su dignidad. Nosotros ni siquiera teníamos que sobrevivir, y la dignidad indicaba solo el nivel de crueldad aprendida. Nos creíamos dioses matando insectos. Y ahora que creamos monstruos ¿por qué no hacerlo?

Cómo le diré al niño que vi llorar madres de camino al trabajo, resignándose a la rutina, pidiendo una vida de menos por un día de descanso. La sonrisa de quién me tendré que inventar para convencerle de que sueñe lo más lejos posible para vivir lo imposible más de cerca, en qué libertad morirán los payasos y las putas después de que les hayamos utilizado, ¿a qué precio están las cadenas, señor invierno?, y el viento haciendo crujir la madera, como diciendo: duérmete, niño bueno, duérmete…

Creo en las hogueras y el derroche. He sentido la noche a través de mí, y aullaba como un pergamino sin tesoro, a la desesperada por sentirse útil, diáfana, ávida de necesidad. He metido cada oportunidad en la coctelera y después la he agitado como si masturbara mi odio. Señorita, no soy digno de que entres en mi cama, pero una mamada tuya bastará para sanarme. Yo rezaba cada noche pensando en tu coño. ¿De verdad querrías querer a alguien así?

Siempre he creído que la resaca era la parte final de la borrachera. Ahora la reconvierto también como parte inicial. De otra. Y así, se van pasando las semanas. A toda ostia. Metiéndomelas. 
  
“tú quieres a mucha gente, pero nunca se lo dices a nadie”. Me dijo, mientras deshacía las maletas de su próximo viaje. “Quédate con eso. Yo no lo necesito, porque te quiero y te lo digo, así que déjate de gilipolleces y empieza a decirlo, ¿vale?”.

Me verás fugaz o eterno, caído como el ángel aquel que montó un infierno solo por rebeldía, lejos como una estrella que no sirve para iluminar la puesta en escena de siquiera un sueño, o triste como este mundo de andenes cruzados y ciegos suicidas, como el porqué que nadie responde cuando le preguntan por la muerte.

Me verás como en las nubes o las casualidades, buscando, ya me conoces, la felicidad que no me corresponde de tus piernas.

Me verás, quizá con mi nudo en la garganta bien apretado, tratando de no toser, sonriendo mientras te digo:

He venido a besarte y a hacerte el café.
He venido para ser tu desayuno.

martes, 29 de enero de 2013


Somos el parnaso cabreado de la revolución. y hemos venido a decir mierda en lugar de amén.
Estáis jodidos.
Como una mentira acorralada por puñales de verdad.
Hemos talado las metáforas como si fuesen los muros que sembrasteis: a ostias.
Y vamos a degollaros la historia de vuestra inmortalidad
subrayándoos el olvido, os vamos a encerrar en un margen sin error
para que disfrutéis de vuestros horrores
como nosotros nunca pudimos.

Tened miedo de nuestra sed, porque somos unos putos borrachos.

Temblad por el hilo fino que separa al suicida
del asesino
y gotead sudores como los hombres que se dejaron la espalda
en vuestros contratos de propiedad privada
a ellos.

Venimos a por vosotros.
Y vais a perder
por el hecho
de que sois los únicos que podríais hacerlo.
Nosotros luchamos contra ese lenguaje de leyes
con que firmáis tratados, constituciones
y vacíos.
Pero vosotros…
vosotros  lucháis contra la poesía.
Pobrecitos. 

Hemos venido a repartir nuestra miseria triste
y nuestras canciones
de una vida que sea eso: vida.
A metérosla por el culo, si hace falta.
A romperos la baraja, el corazón y
 la mandíbula.

Vamos a echar por cielo todo el peso plomizo de vuestro mundo.
Vamos a brotar como el musgo
y las ratas
en las alcantarillas,
a surgir como los gusanos hambrientos de vuestro cadáver,
a florecer como si una chica de ojos azules
leyera en portugués a Neruda.

Y vamos a quemar el mapa ese con el que señaláis vuestra
avaricia en deseos
hasta que el último aliento de vuestro legado
llame a la puerta pidiéndole el permiso
a nuestros pasos.

Insisto: estáis jodidos.

Quedaros con nuestras caras, porque hemos venido
a quemar vuestra cloaca de andar por casa
y traemos un alma cargada que hará explotar
vuestro mundo por los aires.

Entre las llamas
veréis la estela nupcial de la gente de la calle
y en la palabra  
solo se escuchará el canto tribal de chavales
gritando:
contra la ley de la gravedad: alas.
Contra la ley
de la gravedad: alas.
Contra la ley de la gravedad:
alas.

viernes, 18 de enero de 2013

 La velocidad seguramente es porque nadie cae a dos por hora sin paracaídas
IreneX


¿Cuantos parches pueden salvarte antes de reventar rueda?
O dicho de otro modo
¿cuántas suelas les quedan a tus zapatos?

Te acuerdas de que había que meter monedas para seguir jugando, ¿verdad?

Y sabes que lo de las 7 vidas no se los creen ni los gatos más suicidas, ¿no?
 Y que vivir a mil revoluciones por indulto terminará por matar a tus caballos.
También.

Pon chuletón el día de su entierro.
Celebra su billete de ira con cerveza,
 y guárdate las espuelas como si fueran un espejo de lo rápido que fuiste.

De lo rápido que pudiste llegar a ser.

Que viviste a la velocidad de una caída.
Libre.
Dilo.

El futuro aquel que soñábamos, ¿recuerdas?
era el pasado,
y quizá yo confundí la página de las poesías con un cheque en blanco
y bueno, me quedé sin fondos
cuando más obsesionado estaba con tocarlos.

Como te tocaba a ti.

Aun quedan restos de nosotros en demasiados baños
como para olvidar
el trocito de pared en el que no me besabas.

Es mentira que los besos no escuezan sobre tus heridas
del mismo modo
que es herida cualquier beso que no escueza bajo mis mentiras.

Vaya lío, eh?
Tendría que haber comprado tabaco
para al menos quemar en las brasas  este silencio de distancias
con que nos hablamos
sin decir nada, ya ves,  
íbamos a degollarnos y solo se nos ocurrió
comprar tiritas, pañales
y kleenex.

Siempre fue peor la vergüenza que el dolor.

Perdona este look de desastre lleno de escombros.
Eran mis sentimientos,
y fueron palacios antes del terremoto.

Sigo cogiendo el metro por ver sus caras,
las de los pasajeros.
Se dividen entre la ingenua ilusión de los que van
y la doméstica decepción de los que vuelven.
Lo sé.
Sé que yo soy el primero con un mañana tan oxidado que parece viejo,
pero el afinador de sueños dice que las pesadillas
mejor en bruto
porque sino pueden llegarnos hasta la sonrisa.
Y eso sí que no.

Tiremos el alcohol y los sedantes por encima del lanzallamas,
que brillen sobre la orilla la ceniza y el confeti,
que el mar explote
y nosotros ardamos, ¿acaso no es una opción?

No necesitamos la esperanza, que se joda.
 Que se vaya a deshacer de sus miserias con otros gusanos.
    Y luego di que yo te lo conté así:

Tenía el contador de utopías descontando.

Aprendí a cargar un arma y disparar,
pero nunca supe situarme en el mapa
y claro, me perdí.

No hay nada más peligroso que un perdedor
cargado de disparos.
Y sin ti.

lunes, 31 de diciembre de 2012

2012


Gracias por hacerme tan duro como un cristal roto imposible de romperse más,
y por demostrarme que en la levedad de las caricias
existe una pequeña inmortalidad
dispuesta a quedarse para hacerte daño cuando vengan sus ausencias,
y gracias por el almidón amargo del corazón,
por reencontrarme conmigo mismo en toda mi brutalidad,
por aquella primavera nublada donde el sudor solo fue frío y sin excusas,
por el rock&roll muchísimo más allá de la cocaína y todas sus mierdas parecidas.

Gracias por devolverme el cine cuando lo tenía cabizbajo y llorando olvidos
en mi esquina de sueños pasados,
por cederme la fuerza  para contar la historia de los nuevos héroes
anónimos y en minúsculas
que cambiarán el mundo antes de que éste logre cambiarlos.

Gracias por esa revolución oscura de almas brillantes, por hacernos caer tan bajo
que ya solo podamos subir,
por el reto de cimas imposibles que nos has planteado: será leña en el fuego
de las hogueras que calentarán nuestras manos
en todos los inviernos que nos impongan.

Gracias por el dolor.
Por haberme hecho tragármelo.
Por haberme obligado a digerir derrotas, decepciones e imposibilidades.
Por el escozor de heridas inconclusas con que llené el vertedero
antes de sacar la basura.

Gracias por el amor. Por saber que he amado. Que todavía lo hago.
Que nadie podrá impedírmelo jamás. Amar.
Solo yo.
Y no pienso ser ya más mi rival
ni mi enemigo.
Todo eso se acabó. Voy a querer sin cortapisas. Sin cláusulas ni contratos.
Gracias, insisto, por el amor.

Y por la poesía. Como forma de vida.
Gracias. De verdad.

Por lo demás, en lo que a mí respecta, te puedes ir a la puta mierda, maldito 2012.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Cuando los payasos se lo hacen no tienen ni puta gracia.


El amor es sucio. El sexo una guarrada. Y yo soy un cerdo. Ya puedes quitarme las esposas, ¿dónde había que firmar? Seamos honestos pero de verdad, sin plásticos ni incienso, sin corsés ni riendas a las que atarse, ¿de qué va todo esto si no? Así que te mueves con miedo a la libertad porque temes a los containers, los descampados, y los vertederos. Entre basuras el juego no es tan bonito pero es más real, ¿no crees?

Mira: la peña se muere por un beso pero mata por un escupitajo. El valor de la saliva camina cabizbajo ante el indulto de tu justicia, podríamos echarle azufre a esta desidia de nausea, meter las manos en los bolsillos.
Olvidar.
Pero en cambio nos encantan las agujas de la nostalgia, hacernos daño como un recuerdo de taladros, la sangre que gotea mientras tú te chupas los dedos.

En el tira y afloja de los sentimientos la risa fértil crece con el dolor y la mierda como fuente de abono. Y hay un cielo en cada pozo sin fondo. Y mentiras que reivindican la verdad cuando te miro a los ojos y no me respondes. Saca las pancartas de esterilidad contra estas palabras llenas de semen, seguro que el cartel publicitario de la suavidad lima las asperezas y las dudas, que no hay manchas en tu sonrisa, que mi mirada está limpia porque detrás hay un manantial de lágrimas por donde se desangra tu tristeza.

Exactamente, qué es lo que vendes tras ese sonido en pausa, qué quieres si lo bonito de la historia es simplemente que sucede y nos cambia. Que somos el fantasma de las navidades pasadas, su juguete roto, su fiesta de bebidas vacías en nuestras excusas.

Y tapa la fecha de caducidad, esconde el mohín debajo de la cama, que las cortinas oculten ese paisaje de abismos en donde no te suicidarías, mucho menos conmigo. El orgullo no nos podará las espinas, ¿sabes? y esa vida en resumen, ese trailer de cosas fáciles por el que debería apostar, ese esquema de revolución sin heridas ni ruido me sabe a cero y de nada, me hace temblar de conformismo, me obliga a desplegar estas alas a cualquier otra parte.

¿La huida de quién pagarán tus monedas?  ¿qué clase de mendigo te crees que soy? ¿Acaso el precio de tus caricias es mayor que esta forma de bailar desnudo a la intemperie? Yo cargo con mis propias maletas y trato de pagar mis rondas. La culpa, sabes, tengo un sentimiento de posesión sobre ella. De asunción. Y este look de heridas abiertas es mi manera de que nadie pueda hacerme daño, solo yo, y eso es lo que hago. Protegerme. Aunque no haya ningún quién al acecho de mis huesos tristes, aunque la pólvora esté mojada de tanta lágrima sin petición de auxilio y los fantasmas sean los mismos a los que un día vencí por goleada contigo como cheerleader.

Dicen que la tristeza, si la abanicas, se extiende como el fuego. Y que eso da calor. También.

Puedes ponerle el perfume que desees a todo esto, hacer que huela bien o duela menos, pero la única forma de maquillar una mirada es escondiéndola entre las sombras y esperar a que los miedos terminen de comer el alpiste.

Luego pondremos el tedio sobre la cornisa y lo llamaremos paisaje. O madurez. Y llamaremos a los hombres por sus cosas y a cada losa por su nombre. Ya hay una humanidad que limosnea la belleza en stocks de pornografía en horarios de máxima audiencia, y hay odio que habita detrás de cada mentira esperando su turno para el estrellato. Sus 15 minutos de infamia: su última oportunidad.
¿Sabes que el odio está lleno de esperanza?
Aquí tienes tu caja fuerte, tipo débil. Ya puedes alquilar un precipicio con vistas, pagar el seguro, y arrendar en desprecio tu jardín de hierbas silvestres a los fumigadores de lo doméstico. No vas a desnudarte, ¿verdad? Yo venía a pedir el sexo y la balada. A rogarle suciedad a lo impoluto. Yo quería el barro y dejarme llevar sin etiquetas, pero solo fui un muñeco de trapo en tu cajita de alfileres.

Ahora que tengo un montón de recetas contra el hambre he perdido las ganas de comer. Quizá sea el momento de alienarse con los más débiles y rezar a zaratustra porque baje  pronto de esa maldita montaña, que tanto grano de arena no va a mover el culo ni por una ráfaga de viento.
Joder.
Puedo quemar el refugio y las naves solo por verlos arder en tus ojos.
Puedo saltar del llameante carro de la libertad en cuanto me queme mi necesidad de cárceles y llorar tras mi traje de sábanas sin testigos.

Y puedo matarme sin mirar hacia atrás
y resucitar sin mirar hacia delante.

Tenía que decirlo.

domingo, 23 de diciembre de 2012

ungreatest hits


Todavía me duelen algunas canciones
y cuando saltan en el playlist
las paso con prisa como esperando que nadie se fije.

Este disfraz alquilado no traía consigo una sonrisa
contra la música,
así que es un poco como desnudarse
pero con muchas heridas
y ningún orgasmo.

Imposible delante de las visitas.

Pero luego,
cuando me quedo solo, las pongo una y otra vez
nuestras canciones
e imagino que las escuchas
desnuda
por aquí,
escondida entre las sábanas
y quejándote por el frío.

(Si vieras la de bajoceros que han crecido en la habita
desde que no vienes…)

Y me imagino a mí
metiéndome con todos tus grupos maqueteros
para picarte,
intentando hacerle cosquillas a tus opiniones,
o riéndome del punk para que pongas esos ojitos de
“como te pases me lo vas a tener que comer muy bien,
así que sigue así, valiente”
y siguiendo así, claro,
hasta besarte como una chica difícil,
yo, que siempre fui tan fácil.

Y no sé si me pongo triste o feliz
al recordarte
dibujándole  striptease a los empalagos
y al rock&roll
follándotelo
directamente.

Qué preciosidad de rabia, qué maravillosa tristeza
esconde el paisaje de las cimas más altas
una vez has bajado.

Y qué nostalgia abierta te abre su futuro de puertas cerradas
para que las recuerdes,
para que aprendas a vivir alrededor de lo que ya no harás.

Llega un momento en que si miras hacia atrás
lo bueno y lo malo
pierden su matiz de diferencia para unirse
en un solo tiempo verbal:
pasado.

Da igual lo mucho que duela,
el vacío aséptico con que te trate
o que no pida permiso para los puñetazos.

De qué nada sirve la indómita libertad
del que no le quedan monedas
ni balas
en la ruleta.

Qué poco importa la velocidad
después de haber escupido el equipaje
y los besos
por la ventanilla. 

Quiero decir que si no tengo cicatrices
es porque nunca dejé que se cerraran mis heridas
y  por eso le doy al play
como si el dolor fuera un juego de musas
enjauladas.

Lo único que sé
es que en mitad de este desierto también llueve
cada vez que pones ojos de música.

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nota de pro-vocación: me he quedado sin revistas. están todas repartidas por ahí. Intentaré sacar más, pero tengo que recibir el dinero de estas para ello, así que ahora mismo hay en las siguientes ciudades:
Madrid
Barcelona
Murcia
Málaga
Sevilla (ya llegan, lo juro que ya llegan)
Granada (van a ir más este enero)
León
Palencia
Valladolid
cádiz
Santander
Oviedo
Vigo-A coruña
Logroño
Valencia
Almería
Bilbao
y un pequeño lote que va a tenerife
y otro también pequeño destino mallorca.


son un porrón, eh? a vuestra salud, muchisimas gracias joder.