martes, 16 de octubre de 2007

el olvido y la muerte

tengo el problema de no tener dioses que me respalden la eternidad.

y miro hacia atrás mirando a esos hombres que nos firmaron
el prólogo de nuestra historia
y no consigo ver las explicaciones
a todos los miedos que sí me crearon.

vértigo de estar vivo,
el puto miedo a la muerte que me viene
cada vez
que no duermes conmigo.

digamos que tiemblo,
respiro mal
y hasta pierdo el equilibrio
si me acerco a un precipicio y compruebo que caerse
es mirar al vacío y ver que no hay nada.

no soporto la palabra infinito por todo lo que representa.

y cuando tú me abrazas,
a veces,
deseo solo
morirme a tu lado
y seguir así
y que sea siempre.

porque me duele cada minuto que muere,
y cada cacho de vida que paso,
y cada paso que doy

y cada miércoles...

imagino las cenizas de los muros que harán dentro de 50 años,
los cadaveres, inexistentes ya, de los niños del futuro,
la nada desplegando arrogante su poderío
y no habrá amantes que se piensen como nosotros
ni parejas oxidados de tantas años y tanta rutina,
ni siquiera habrá atascos para entrar en las piernas de la felicidad
ni ésta llamará a nuestra casa,
que será una hoguera donde todos los poemas que escribimos
se irán quemando
sin hacer ninguna forma especial con el humo.

me jode el olvido, porque vendrá a llevarse todo por delante
y entonces no importará si vivimos bien
o lo hicimos muy mal,
dará igual que ahora nos demos la mano como una forma particular de vida
o que ayer dijera "te necesito" hablando muy en serio.

nunca me han gustado las fechas de caducidad.
ni el hecho de que exista una cosa llamada tiempo
y encima avance.

quiero decir que dentro de 1000 poesías poco se va a quedar con nosotros,
que estaremos muertos y solos
como ejercitos de soldados rendidos y de rodillas,
llorando todos,
y la tierra se llamará gemido
y nadie estará pa decir que esto se parecía a un valle de lágrimas.

y olvidarán, cómo evitarlo, que un día nos hicimos caricia
y otro fuimos abrazo,
olvidarán -y no da igual, no me jodas-, lo que era dormir
y más aún, soñar,
entre el vértice de tu sonrisa
y la última grieta de tus párpado
s.

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