lo asimilas igual que una cerveza, cuando ya queda poco
y sabes que no tienes monedas de más en los bolsillos,
entonces bukowski se convierte en tu mejor amigo por unos momentos
y tú siempre le llamas Jorge
y nunca le dices que le echas de menos cuando vas demasiado borracho.
miras de lado sin pedir auxilio
porque no está tan mal acabar esta noche
de nuevo perdido
como si quisieras no tener que encontrarte.
sonríes en la parte de atrás mientras sueñas con canciones en inglés que
no entiendes,
mark knofler tal vez,
y ella sigue durmiendo como si el mundo se detuviese a observarla.
dices te quiero en voz baja tratando de que nadie te oiga
porque a estas alturas de la tormenta
piensas que queda muy mal ponerse a descifrar sentimientos.
te ahorras un infinito en sus ojos de nuevo y te pides otra,
que ya verás cómo el dinero aparece solo,
un día de estos,
el que menos te lo esperes.
y te olvidas de todos los poemas que deberías escribir para poder besarla,
te olvidas de que mañana vendrá con su propia fecha de caducidad
y la certidumbre de no saber qué día te tocará morirte.
así que al menos te imaginas de viejo imaginandote volver a ser joven
y tirando segundas oportunidades por un suelo sucio
de día de lluvia y trincheras.
ya no esperas nada que no sea encontrar pistas nuevas en sus mejillas
o una llamada a las cinco y media
donde solo te dice que hacía frío en la última pesadilla de esta noche.
te dejas caer entonces, porque todos los portales tienen el mismo olor
que un palacio sin ella
y las estrellas no se ven en la retina de las grandes ciudades
y hace tiempo que bebes de la misma forma que olvidas,
sin querer
y también sin dolerte.
y así te quedas, a un paso de sortear la suerte,
tirando al aire monedas
de dos caras y una cruz,
jugando a las probabilidades con el destino
mientras, tú,
que te ibas a llevar la vida por delante,
llega ella
y te da por detrás.
martes, 16 de octubre de 2007
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