se levanta y con ella
hasta las motas de los restos de polvo que todavía quedan
y la luz
entran en un invierno de mes de agosto,
con todo un oceáno de su parte,
sin vaqueros,
vuelven a camuflarse como otra pareja más
aunque no lo sean
y las calles, oxidadas como siempre, no lo sepan todavía.
él dibuja papeleras en las esquinas
mientras subraya las grietas como se subraya algún verso:
a mitad de la pared
un te quiero baila baladas
y en un inglés tan peleón como el vino
viene a decirle
oh yeah, we are the same as yesterday
y entonces intuyen que todo podría ser,
hasta la osadía
de buscar un futuro en la piel de un cuerpo de otro.
y puede que sea el tocadiscos del mercado de los jueves
o la bandera de aquella revolución
o tal vez
la siguiente metáfora que se le ocurre mientras la besa,
ella se hace carmín
y le roza las heridas dispuesta a quedarse,
dice: "podrías haber pasado de largo
pero me ataste con el amago de irte",
y suena igual que el final de una película de los años 50,
aunque él no lleve gabardina,
aunque ella haya tenido que llorar de por medio.
un siglo después son sus manos las que recogen la misma arena,
cambiados de ropa pero no de isla,
con dos vidas y un castillo construido a los pies del mar,
con el "honestidad brutal" de fondo
y algún que otro paraíso escondido en la mirada,
vuelven a mojarse las ganas
y el corazón taquicardea secretos
como quien deja lágrimas entre el humo.
así, regocijandose de su propia risa,
deciden echar el resto a caballo ganador
y envidan la vida
a dos copas y un trago,
se la beben
mientras el tiempo,
borracho,
les va pintando las mismas canas.
martes, 16 de octubre de 2007
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