jueves, 15 de enero de 2009

las reglas del juego

de qué van ahora las reglas, dime de qué van ahora que el acertijo de papel
se ha quemado en la vanidad de las lágrimas, y los pescadores de la calle amanecen encallados
a través del despertador de hielo,
con el sonido crujiente de sus barcas haciendo choc choc contra las aceras,
dime de qué van las reglas ahora que hasta los niños de las pateras coquetean con las trampas
y el ansiado cisne de las oportunidades muestra sus plumas doloridas,
sus crías muertas, su insultante apariencia de tristeza asumida.

De que van las reglas ahora que tienes las manos atadas y no te atreves a gritar por miedo
a perder la lengua, el juicio, todo lo que te ata a una vida de mierda y normalidad,
de que irán, después de todo, nuestras piernas tan cansadas de uno mismo,
tan asustadizamente aletargadas y lentas, tan desesperadamente vacías de objetivos,
a dónde pensabas llegar con tanto peso en la mirada? dime, tú que sabes bailar en los atajos de la medianoche,
que te disfrazas de fuego a la entrada de la ciudad de las farolas,
dime dónde encendiste el candil y con qué ojos pudiste mantenerte despierto,
por qué no saliste corriendo como todos, señalando a la historia como todos,

salvando el culo como todos,

por qué a ti no se te cayó la cara de vergüenza, ni los brazos de huida,
y por qué pudiste mirar el mar tranquilo si al final de la noche
habías bebido lo mismo que el resto, qué es lo que te salvó, dime,
de qué van ahora las reglas pidiendonos una parte desproporcional de privilegios,
mirandonos la espalda tan descaradamente, tan injustamente, de qué irán y
dime si te vas a volver a arrodillar
como dijiste que nunca harías, si vas a firmar todos los papeles que te echen
y vas a regocijarte en el terreno pantanoso de las justificaciones, cuentame qué harás
con el barro y el papel albal y las pesadillas, qué harás con los hemisferios opuestos de los tragaluces
de aquella buhardilla privada que decías proteger en tu cabeza,

de qué irán las reglas y qué nos podrán cambiar antes de darnos por muertos,
antes de gritar que han ganado, antes de salir con su desfile de orgullo sobre nuestras cenizas,
cómo podremos olvidar lo cerca que estuvimos de algo, cómo podremos volver a dormir tranquilos,
cómo haremos para que no se nos caiga la cara de vergënza
y los brazos de huida, dime, tú que te apuestas a la ruleta los billetes de tus hijos, dime qué haras
y cómo para no llorar por las esquinas, para volver a sonreir, para sentirte a salvo cada noche, en qué disfraz,
en qué excusa, en qué papel protagonista imaginario nos piensas meter a todos
para salvarnos de la catátrofe de que vengan las reglas y nos obliguen a mirarnos a nosotros mismos,
dime qué haras con el reflejo más allá del ángulo de incidencia, en donde te retractarás, en qué portada de qué diario
venderás tu alma al diablo por un módico precio
y te regocijarás de ello, lo publicitarás, tratarás de que todos te imitemos,

de qué irán las reglas ahora que todo tiembla a tu paso, dime, no será que acaso tu también te mueres de miedo,
no será que tú tampoco eres capaz de, que no llegas a, que no puedes con,
que ni siquiera te acercas a la mitad de lo que un día finjiste, dime,

de qué iran las reglas el día que se presenten en tu puerta con el contrato en las manos, qué harás entonces,
a quién señalarás cuando solo te quedes tú mismo, a quién gritarás cuando solo queden tus oídos,
de qué manera te arrodillarás: besarás el suelo dando las gracias por seguir vivo
o cerrarás los ojos para no ver en lo qué te has convertido, dime,
de que van las reglas ahora que vienen a jugarse el tipo por joderte bien, qué piensas hacer?
otra vez huirás entre la maleza y el fango o por una vez
te darás media vuelta y te dirás qué pasa!!

de qué irán las reglas ahora con su monserga de causa y justicia, qué querrán de nosotros ahora,
de nosotros, ahora,
que pensábamos que estabamos tan por encima de todo eso, de qué irán
y sobre todo
qué nos van a exigir a cambio?

el que no baile no pasa

cada noche loca que golpeo las paredes buscandome las tuercas al pasado
y regreso al estadio de los futbolines a jugar la partida decisiva
que vuelve a ser un abrazo con los viejos compinches de antaño, eufóricos
como solo ocurre en las grandes ciudades de provincia, hasta los huesos
entumecidos por el gyn, la cerveza, el olor a hachis que inevitablemente desprendemos
en cuanto metes la mano en nuestros bolsillos,
con el non stop music pintado en las manos, golpeándonos contra las buenas maneras
de la gente que hace cola en las barras sin tratar de ligar camareras, qué podemos hacer sino
cuando ahí fuera está la puta guerra mundial avanzando en silencio, destrozándolo todo
con esa arrogancia que solo el tiempo te quita, que solo el hombre se cree, qué hacer
sino dar vueltas alrededor de este vaso con los hielos derretidos
y pedir max madera max madera max madera
que tenemos que arder como la gente enferma a la que admiramos, como locos
confundidos bajo las estrellas, eso somos quizá, ey amigo, fuiste tú quien dijiste
"donde vas si ahí fuera solo hay gente que cree en las chimeneas,
en la contención del fuego,
donde vas si tú no estás preparado para los frenos de mano, las pedidas de auxilio,
los corchetes entre cursivas,
dónde coño vas a ir hermano, dimelo bien, porque voy a tener que seguirte
para cuidarte a lo largo de la noche, no sea que luego te vayas con los primeros labios
que te den la bienvenida, y te olvides de las veces que me cuentas
tus secretos más intimos al borde la lagrima, con el peta en tu escalera y el frío en los huesos
pero nunca en la carne.
nunca en la carne, joder."
entenderás que este alarido me salga de muy adentro de las tripas, donde se forman los vomitos
y los cortes de digestión,
donde la sangre dirige las acciones y la cabeza solo reproduce espasmos,
el síndrome cardioadictivo en las venas, la nariz esperando, los precipicios ahí, donde siempre han estado
para que nosotros les llamaramos abismo, pero tío, ahora que vemos que solo el tiempo es abismo,
que el espacio no importa, que nos movemos a través de la historia como eso que presumimos de ser:
los viajeros mochileros de la noche, los héroes anónimos que se arrancaron la etiqueta del precio
para que nadie pudiera comprarlos, los a flor de piel si la piel es un sentimiento, y las flores un regazo,
y en las pupilas de la gente que nos conoce se pueden ver nuestras botas saltando de charco en charco,
buscando el mojarse siempre, el pringarnos hasta los huevos y ser fuertes tío, porque lo aprendimos
viendonos caer, sujentandonos el uno al otro, resumidos en la historia de aquel
que nos hizo creer en la inmensidad de las personas a partir de un litro vacío,
de un librillo al que nunca se le acaban los papeles, siempre con el muelle listo para saltar
cuando usted mande, amigo, no me preguntes por objetivos si solo he traído folios en blanco, bics en el bolsillo,
(las váritas mágicas dejan todo perdido cuando se corren)
y una noche, esta, que vuelve a elegirnos para la inmortalidad.
montero tenía razon: puede cobrarse por adelantado.
así que otros tiemblen de miedo por lo que nunca serán
que nosotros bailaremos por lo que nunca podrán quitarnos.

heather brooke

Heather Brooke camina descalza sobre una hilera de sombras anónimas
que se masturban en la otra pared de la caverna.

No necesita el artificio de los pintalabios, ni las muecas osadas
de las marionetas,
ni la seda de las sábanas donde otros van a correrse.

En la feria de la carne, Heather Brooke se mueve como una princesa desnuda
dispuesta a dejar violarse a cambio de un poco de vino,
saborea el olor de su trono mientras se mece por corrientes
de saliva derretida,
de semen en proceso de ebullición.

Todos los hombres del planeta sueñan con ella cada noche de viernes,
cada noche de sábado,
cada domingo entero desde por la mañana.

En su boca abierta bullen los gritos de toda una humanidad
en el momento justo del orgasmo,
y en su garganta
sigue la fábrica de belleza tragando
y tragando
y tragando.

Heather Brooke saca su media sonrisa de hiena
y en ella pierden su fuerza la espada de todos los astros: siempre la luna más llena
fue la más deseada.

Saca su media sonrisa de hiena
y parece que diga: uy, se me ha corrido el rimel de la hadas.

un lugar por encima del nivel de la tierra

aqui las luces brillan en el suelo cada vez que llueve
y parecen estrellas a punto de brotar, los tacones de las chicas de 20
buscan su respuesta a la noche en los charcos
y las medias se rompen apuntando a un abismo improbable de lencería,
hay algunos borrachos que se sujetan como mal saben en un semáforo
que no termina de ponerse en verde
y el neón se confunde con las luciernagas,
las farolas con árboles,
las luces de los comercios cerrados siguen brillando en la lluvia y el suelo,
las sirenas van y vienen con su estrépitoso canto de jazz,
con los motores rugiendo carreteras sudadas
y una manada de claxofones desplazándose lentamente entre los silbidos
de los susurros de las putas.

aquí las paredes siguen despellajándose las pintadas y es ese sabor añejo
el que sale en las fotografías,
es esa inmisericorde sensación de tiempo la que saca lustros a las arrugas de los viejos vagabundos de debajo de los cartones,
mientras sigue la hilera de coches con ventanas tintadas
rezumando su envidioso olor a sexo en los billetes de 50 y 100.

me preguntas ¿qué ves? y te digo que aquí es el único lugar posible
para el podría ser del que todos hablan, con esas bocas abiertas,
desesperadas en la búsqueda de un grito, solo uno,
un puto grito en mitad de la noche de los aspavientos,
con todos esos monstruos saliendo de los armarios de la razón
para producir nuestros sueños,
nuestras pesadillas.

aquí es, donde el alcohol es sed y vergüenza, donde la gente que no piensa en nada
flota hasta la mínima reminiscencia de la costumbre,
donde el baile es atronador y las bailarinas tintinean electricidad con el movimiento imposible de unas caderas
que gritan revolución más alto que la sangre derramada del che sobre las converse de un punki de 15 años,
aquí, donde los músculos se comprimen hasta la arteria y sientes corrientes de tinta roja corriendo a través de ti,
pidiendo una guerra a muerte contra la vida,
sin simulacros, sin redes, sin paracaídas:
donde solo la altura de tus actos te separa los pies de la tierra.