Creo que el punto de giro fue en el verano de 2019. Hubo
muchos, muchísimos detonantes anteriores pero creo que fue justo ahí, en julio
de hace 2 años, donde empecé a tomar
conciencia de idea y forma de acto. Estábamos en Valencia porque María recitaba
allí, y nos quedamos unos días en casa de David e Ysa. De repente, un domingo
de mañana, paella y playa, asistí –casi de una forma ajena- a una lluvia de
odio y represalias volando sobre un yo que sentía, de alguna manera, lejano. Como
si una lupa sobrevolase mi cabeza en busca del mínimo eco que permitiera
cualquier tipo de distorsión. Gente y más gente golpeando las cacerolas de sus
opiniones, exigiendo recursos de amparo para sus sentencias, firmes afirmando
su clamor de castigos, la identidad de su pureza. Por supuesto ya lo había
visto antes, pero no lo había vivido con tanta precisión, o quizá solo fue el
último latigazo en mi cabeza. El caso es que recuerdo aquello como el comienzo.
Después de dar las mínimas (¿necesarias?) explicaciones, apagué el móvil, y me
agarré a María. Nos pasamos los siguientes días compartiendo reflexión y deseos
con David e Ysa, pasamos por el Kafca, y luego tiramos mar arriba hasta
terminar en familia y norte. De aquel viaje nació Hogar o guerra. Y de ese
poema nació Hogares.
Hogares ante un mundo que condena el error, exalta venganzas
y no le vale más juicio que el inmediato, con el odio creciendo de forma
expansiva sin dejar espacio y tiempo para la autocrítica y la reflexión, un
mundo de fuego cruzado y cruzadas de fuego, en el que la convivencia solo es
posible gracias a refugios amigos, casas maternas, calles escuela y personas
salvavidas que sacan sus pañuelos, escobas, estropajos y botiquines para
limpiar y curar, sin ruidos ni pancartas, silenciosos y enormes como la bondad
de una madre.
El libro sale este martes, y la casualidad de un temporal ha
querido que lo presentemos en Valencia, donde
nació, junto a David Trashumante, que presentará Aisha, un libro lleno de amor
y verdad, palabras hortelanas en manos sucias de tierra limpia. En la librería
Berlín, donde la última vez me fui leyendo Capitalismo, de Ana Pérez Cañamares,
y hablando de libros con María, que también estará (que siempre está).
Aquí dejo un vídeo con Titxu Vélez de aquel primer poema.
Hogar o guerra. Le puso una música hermosísima y melodía a su “estribillo”. Nos
grabó y editó Kike Reig, con el que planeo un par de mil líos más. En el
Vergüenza Ajena y el Calvario Bar, auténticos templos culturales de la
hostelería madrileña, gente que son la resistencia en un momento tan complicado,
con tantos pecados y más piedras.
Ya iré contando más cosas según se concreten. Insisto en las
gracias: gracias gracias siempre.