sábado, 21 de junio de 2014

merecer las penas


A cuantos amaneceres estoy de ti
le pregunto cada mañana a mis ojeras

Madrid despertándose y yo bajando las persianas.

Cuántas noches más durará este naufragio
cuantísimas borracheras serán las necesarias.

Si algún día ordenara la habitación encontraría
todo lo que me faltas.

Toda mi ropa tirada para tapar la ausencia
de tu ropa interior en mi armario.

 Es tan fácil cortarse cuando tus sueños son de cristal

Mis heridas siguen abiertas así que, supongo, puedes pasar.
De mí.

O besarlas.  

lunes, 9 de junio de 2014

¿Cuántos delitos cometerías si pudieras olvidarlos después?

No es de miedos a castigos ajenos de lo que viven mis culpas.

Sigo dando de comer a mis monstruos.
Y ellos siguen teniendo sed.

Un día romperé los espejos y me clavaré todos sus cristales.

Es cuestión de tiempo.
Y de sangre.

Bebed. 

sábado, 7 de junio de 2014

¿El derecho a echarte de menos cuándo se termina?
¿Cuándo empieza la limpieza del dolor  y todas esas mierdas?

Han sido dos sueños contigo en un mismo día.
Todas las cosas que te decía y al despertar
este silencio.

Me siento como un turista incapaz de besar la tierra,
mirando cada paisaje con las manos en los bolsillos,
pidiendo comida a domicilio
y diciendo “ticket para uno solo” en cada museo.

Me basta tu risa para aferrarme a un recuerdo,
el bastón de tristeza con el que trato a los gusanos
cuando vienen a comerse los pedazos
y habitarme las sombras,
el horario de visitas de este absurdo trabajo
de olvidar  tus manos frías
cada vez que me emborracho.

Cada día.
La gente dice que deje de hacerme daño.
Olvidarte.

Eso sí que me dolería. 

jueves, 5 de junio de 2014

No sé cómo frenar esta jauría.
No sé cómo dejar de dejarme llevar.

Cada mañana miro restos de tempestades y daños ajenos
heridas reabiertas como un pub sin licencia lleno de drogas
y ningún sueño,
la endeble fuerza de ninguna decisión tomada,
el viejo alquimista que repasa sus recetas para comprobar
que la velocidad no era cualquier tipo de rebeldía,
que no había sonrisa en la rutinaria puesta en escena de un ciego
hinchado de prisas y hundido de culpas,
sólo esta forma de remar la soledad lejos de cualquier orilla,
de mandarme a la mierda y bailar,
de regatear principios y miradas
como un espadachín de la nada a la defensiva,
el desencanto arbitrario de una ruleta rusa que no termina de terminar
conmigo,
las aceras maltrechas, el cielo jodido y apagadas las estrellas,
el azufre de un paraíso sin derecho ni admisión,
el breve artificio de quien confunde potencia con intensidad,
temeridad con valentía,
un griterío de sombras y ninguna revolución.

Hasta qué punto yo y hasta qué puta la vida
si no tengo nada que declarar en esta confesión de polvareda,
en este silencio me arrodillo ahora que no me queda ningún dios
que matar, ningún hombre por el que salvarme,
ninguna guerra en la que poder decir: la vida entera.
Contigo.

Hasta que duela, cariño,
hasta que muera.