Sentarme a escribir lo que siento. sin miedo ni prisas, qué
chorrada. Pero el caso es que se me lía la vida y creo que no le concedo la
importancia que tiene (que quiero que tenga), y me voy distrayendo con esas
cosas de la calle, ya sabes, drogas y sexo, noche y furia, ¿Dejarse llevar o
dejarse caer? ¿suena demasiado bien o solamente suena muy alto?
Lo de la pasta de dientes puede que sea una buena forma de
explicarlo. En mi casa, la de mis padres, quiero decir, el tubo de la pasta de
dientes siempre se iba enrollando cuidadosamente desde la parte de abajo de la
misma, así según se iba acabando no tenías que estar retorciéndola con
cabriolas imposibles o apretar desde abajo porque no quedaba más pasta arriba. De
dientes. A todos nos ha pasado. A todos los que no usamos el método de
enrollarlo según lo vas consumiendo. Yo soy incapaz. En mi casa, en
mi piso alquilado junto a Dano, nunca consigo poner en marcha esa chorrada de
rutina. Ni siquiera sé si es que se me olvida o que simplemente paso. Pero no
lo hago. Y encima Dano también se olvida de poner el tapón para cerrarlo. El
tubo de la pasta dentrífica. Imagínate qué desperdicio.
El caso es que yo creo que tampoco es miedo, ¿pero entonces?
Tiene que serlo. Porque vale que un desastre bien desorganizado pueda
justificar más de un agujero en las velas. ¿pero el rumbo? Si las
estrellas siguen allí al fondo, no tienen pérdida. Por qué demonios te has
puesto a comer pipas distraído como si en la comodidad alguna vez te hubieras
sentido cómodo. A santo de qué lujo vas a permitirte horas muertas, ligereza en
las promesas y atajos que no empiezan en tus principios. A qué viene la
condolencia contigo mismo si no tienes la calma ni la necesidad, si siempre te
aburrió ser espectador o peor aún: solo un sueño.
En la caverna las sombras siguen pasando de una en una. Y nosotros
nos seguimos mirando en ellas. ¿De verdad crees que la realidad es mucho mejor
que todo esto? Yo de verdad que no tengo ni puta idea, no sé si es mejor mal
que menos, ni le pido cartas al diablo ni le rezo monedas dios. Es solo una
sucesión de sucedáneos con los que distraerse, pasear de puntillas como si
pudieran no vernos, acechar con el confeti preparado para cuando seamos
nosotros los que nos doblemos en cada campanada.
Te voy a contar un chiste:
-¿Qué le dice un náufrago a otro náufrago?
-Nada.
Pues eso.
Tu defensa hace aguas como castillos de arena antes de la
ola. Se puede perder en un segundo, pero primero que te pillen luchando. Que nadie
y mucho menos tú mismo te cambie la imperfección de las palabras por el
impoluto molde del silencio. El silencio. Creo que es eso que les gusta a todos
los que doblan el tubo de la pasta por la parte de abajo.
En la caratula de un disco de Fito una vez leí: “Tanto
silencio no entiende por qué canto”.
Y digamos que lo me raya es su fixed: “tanta música no entiende
por qué nos callamos”.
Pero en fin. Soy un hijo de puta testarudo al que es muy
difícil convencer para cambiar de vida.
Si no es un domingo, claro.