Qué frágil
eres vida
y qué
injusta eres muerte
que has
venido a demostrar
que podías
con la más fuerte
de nosotras,
las niñas
que jugamos
a la poesía
como avispas
a la primavera,
qué has
venido demostrar
sino la
ceniza inerte
la tierra
yerma
la lágrima
de sal
y claro que
sale
como un
canto
que es
canción
y no piedra
como el
perdón que piden las víctimas
y nunca los
culpables
claro que
sale
de tu mano
ciega para arrancarnos
de raíz la
hierba
sale este
dolor de ausencia
este
obligado silencio
este vacío
de mierda
que en
mantra repite:
“no todos
eran prescindibles”
“no todos
eran prescindibles”
“no todos
eran prescindibles”
como si tu
larga y aburrida
eternidad
tuviera que estar
presente en
todos estos ahora
que no
existes
qué injusta
eres muerte
y qué frágil
eres vida
que todos te
llaman puta
como si
fueses cómplice
de elegir
barbarie
tú que haces
del polvo una mota
que baila a
la luz que tú creas
en este
febrero terrible
que no
permite sonrisa tras el abrazo
qué famélica
y escuálida
patética en
los entierros
ridícula y
frágil vida
que sin
embargo sigues aquí
latiendo y
respirando
como un beat
en el pecho
unas palmas
sampleadas
o una música
en el viento
como voz que
grita y canta
“es esto lo
que hay que contar”
“es esto lo
que hay que contar”
“es esto lo
que hay que contar”
y la tierra,
que no escucha
pero sí
recibe, duda y tiembla
ante la
semilla de la cattana:
parece una
grieta, será una montaña.