Voy a ver amanecer con la nba de
fondo
y no hay nadie a este lado de la
noche que le ponga pornografía al asunto,
no hay un roto de minifalda en su
presagio
ni un gracias por la compañía,
deja un poco de tabaco al irte.
Diría que estoy solo, pero todo este
desorden parece tan de otro
y a la vez
tan imposible y propio como un
vertedero de recuerdos entre basura,
tan sumiso y barroco
como el cenicero donde se acumulan
las colillas de 3 rutinas diferentes:
la del chico distante y sobrio de
66 horas a la semana,
la del “voy tan rápido que ni me
entero de donde voy y hacia dónde vuelvo”
y esa otra, en la que solo sales
tú, a lo lejos, y yo echándote de menos, a lo cerca.
Un regazo de chusta que dará para
3 caladas, es lo que tengo,
un poco de sueño y bastante
desgana,
parálisis de acciones imprudentes
por un tiempo
muerto
para sentarme en el banquillo
y repasar las jugadas.
Puta locura de partido, ya no sé
ni dónde tengo que meterla.
Apenas oigo al entrenador mientras
me estremece el griterío
de un agrada que no me reconoce.
Y yo tampoco.
Quizá solo esté viendo pasar las
salidas enfilado en el carril más izquierdo de la vida.
Tratando de no molestar a nadie,
defendiendo sin hacer falta,
porque nadie me ataca,
y ni aun así me entere de qué
demonios tengo que hacer con mis dichosas pelotas.
Y así voy, haciendo eses
ya no sé si por la borrachera,
el cansancio
o por simple adicción a las curvas.
Parezco un manojo de dudas
cotilleando entre personajes secundarios
sobre el leimotiv de la película,
un signo de interrogación andante
que solo se estira en el paréntesis de un culo desnudo,
un zigzag de frenesíes que vienen
a pedir piel y madera para estas extrañas resacas
de acostarse de día, cada día,
y que sea de noche,
cada mañana.
Con la nba de fondo. Dios, qué
solo parece el mundo en esta fiesta de estrellas apagadas.
Dónde besará el champagne las
derrotas que celebramos.
Me pregunto.
Mientras cojo el poco de tabaco
que me queda.
Y me lo lío, aliñándolo.
Gracias por dejármelo.
Junto a la pornografía.
Mi desorden.
A veces duele como el frío
pero ama
como una flor de migajas regada en
la sombra,
como el brillo de un velero a la
deriva entre el gentío
o como la anarquía de un niño
rompiendo cosas.
¿sabes qué?
Creo que la gente no es del todo consciente
de lo que mola ver amanecer
sin haber dormido,
preciosa.