El sábado tuve el honor y la responsabilidad de presentar a uno de esos compañeros de viaje que siempre te dan fuego cuando más frío hace. Ha publicado un libro que se llama "un mar bajo el suelo", y me pidió que saliera a decir algo antes que él. No iba a subirlo por aquí, pero algunas personas me lo han pedido, y bueno, nunca está de más compartir, aunque sea en diferido, todo lo que le quise decir y le dije la otra noche en directo.
"
Presentar el pasado de un creador de futuros es como pintar
de rojo la huella de labios de un beso que no has recibido.
Todavía.
Pero Marcus es un poco así. No sigue del todo los pasos.
Primero logra imposibles y después los sueña, de la misma manera que un día
dijo creo en la poesía por ti, y luego se puso a crearla. Para todos.
Porque vio que el oleaje que lleva dentro no hay silencio
que lo contenga, quizá, o porque de vez en cuanto uno tiene que dar un
puñetazo en la mesa y sentirse en calma, vomitar, jugar a los látigos sin
domesticar el lado más salvaje de sus naufragios y respirar, en voz alta, birra
en mano, y la mente en unos ojos azul en calma de esos que te mecen cuando te
crees ahogado, de esos que te sacan los fantasmas de encima y te los cuidan
hasta que tú decidas lo que vas a hacer con ellos, de esos que dices: la vida o
la nada. De esos. Que enganchan, te sostienen. Te salvan.
Hará un par de meses, cuando estuvimos en Barna y él salió
delante de mí con este puñado de papeles que por entonces no estaban
encuadernados y se fue desgajando con esa seriedad en la risa y esas bromas que
le pone a las cosas serias, y se fue desnudando o rompiéndose (a veces no es
tanta la diferencia) recuerdo que le dije, ya después birra mediante, que había
sentido la persona que ahora es a través de todos los pasados que le trajeron
hasta aquí, que ese mar del que habla en verdad es un camino, yo diría que casi
de asfalto, por el que ha tenido que luchar dejándose articulaciones,
oportunidades, paisajes y algún regazo para traer consigo una mochila, sólo una
mochila, llena de principios y ningún final, porque sabe que eso no existe.
Levanta la corteza, anda, y sigue hurgando, nos dice. Cada fondo que tocas, es
sólo una superficie más.
¿A cuántos metros de profundidad tendrás que haber buceado
para encontrar el tesoro de todos estos sentimientos? Me pregunto.
Así te imaginé en este libro: reflejado frente al vaho
helado de un cristal roto, cabizbajo y quitándote el abrigo, desabrochándote
los botones, bajándote la bragueta, tarareando un jazz intranquilo y sonriendo,
sonriendo de fidelidad a ti mismo como una hoguera en mitad de la noche.
A punto de soltar un chiste en el que sólo dices: poesía. Y el humo sale de tu
boca mientras tú te ríes, y yo, que te leía, me contenía las ganas de llorar.
Espero que entiendas lo que trato de decirte.
Un mar bajo el suelo es una isla de asfalto, una carretera
de agua, un desierto de hierba. Ese vestido de arena llamado tiempo ha dado,
como cantaba extremo, una patada al reloj, y ha decidido que la desnudez es
sólo el principio, que aquí se viene a dar la cara, dejarse los huevos y
exprimirse el alma.
De nada sirven las heridas si no. Y no seré yo quien te
lleve la contraria. Te he visto mirar hacia abajo como un héroe achicando el
agua de sus derrotas y remar sudando contra el viento en popa con esa seguridad
de quien está lleno de dudas. Sé que
sabes de lo que hablas, porque no solo me lo has contado, te he visto yo.
Empapado hasta el cuello de honestidad, pintarrajandote de diques a
manantiales, vaciándote hasta llenar el vaso y brindar.
Han sido muchos kilómetros a la espalda, muchísimos caminos
de ida, tantísimos tigres liberados, que normal que ahora muestres los brazos
cansados, tu sonrisa de quizá, y esa voluntad de derrape en cada curva, despeinado
y lleno de vientos como quien se ha buscado hasta las últimas consecuencias,
error a error, miedo a miedo, escarbando hasta el lugar más negro en tu búsqueda de la
luz, y bailando lleno de barro el vals de los impolutos, como un equilibrista
resbaladizo cortando, ciego de alcohol y abierto de sentimientos, los hilos de
las marionetas.
Mira: yo no sé si la tinta con sangre entra,
pero estoy seguro de que la sangre, con tinta sale
¿no? Cabrón.
Desde que te leí a los ojos bajo el mar de este suelo huelo
a sal! en cada baile.
Y a sangre.
La tuya.
Porque es con eso con lo que has escrito esto. Con sangre.
Y yo aquí presentándote.
A ti.
Tiene huevos la cosa.
Pero en fin, empecemos:
Les presento (y esta vez el honor es mío, y el gusto
vuestro)
No al mejor presentador que conozco,
Ni al editor más deliriums tremens de la poesía,
Ni a un diseñador de sueños ajenos,
Ni a uno de mis mejores amigos. Mi familia.
No. Sólo.
Al tipo herido que escribió esta puta guerra consigo mismo y
la llamó: “un mar bajo el suelo”.
Esta ronda de sentimientos la pega él.
Con todo ustedes, el impresentable Marcus Versus."