miércoles, 20 de marzo de 2013

Derrotas


"La guerra ha terminado, y hemos perdido"
(frase que dicen en la película "Carlos")

Ayer teníamos todo el tiempo del mundo
y hoy se nos han vaciado las manos de segundos.
(Elvira Sastre)


Que se relama el sudor los pecados por nuestra ilimitada capacidad de reincidencia,
que nos pida por favor el acto, la mancha, que nos brinde las dudas
en preguntas a fuego lento como un cigarro que fumas después de haber terminado el trabajo, recogida la ropa en el suelo,
los años felices en tiempos difíciles para el amor y el verso,
riéndole a dios sus desgracias,
pidamos fuego y rock & roll
pero no confundamos la culpabilidad con el arrepentimiento,
porque no.


Me gustaría soñar con portazos para así despertarme de golpe cada vez que te vas en mis sueños. Pero nunca lo haces, en ellos nunca das un portazo sino que dejas la puerta abierta y soy yo el que tiene que cerrarla. Lo hago despacio, como tratando de no hacer ruido. Tú bajas la escalera y yo trato de no pisar tus pisadas alejándose. Trato de escucharte por última vez. Luego me quedo en el suelo llorando, me cuesta respirar y hay como un ejército de látigos golpeándome la garganta. Qué he hecho. Me digo. En voz alta. Una y otra vez. Qué he hecho. Qué he hecho. Qué he…
Hasta que poco a poco me voy despertando. En la cama. Sudado. Empapado por una tristeza que es como una derrota sostenida en el tiempo, perenne y asumida. Calado hasta la última calada del primer piti que me suelo hacer y encender todavía en la cama. Respiro el humo mientras te echo de menos por un portazo de distancia. El que no diste.
No se me pasa hasta que tomo un café. Sí. Tanto alcohol de noche, y al final uno aprende que en la rehabilitación no hay nada mejor que despertarte sin resaca, pegarte un chute de cafeína caliente, y dejar en la ducha el olor solitario de la almohada.  
Y aun así, cada noche otra vez, y van pasando las mañanas.

Ni siquiera sabes lo que fumas cuando vuelves a casa,
vas con ese trago en el que asimilas los nudos
y te los aprietas a modo de corbata
mientras sueñas con sogas y arneses.

Hay cosas que dijiste que no harías,
hay tratos en tu pasado por los que brindaste dándolos por supuesto,
muchacho, no vuelvas la mirada, anda, los dos sabemos que una vez que abres la mano…

El miedo viene después.

Cuando entiendes
que no tienes ni puta idea
de lo que puedes ser capaz de hacer
con las excusas adecuadas.
Y sin querer.

Así que imagíname queriendo…


Caminas rápido, mucho, subes andando las escaleras mecánicas y coges un metro, y  simplemente buscas la puerta del vagón más cercana a tu salida, y echas carreras con los otros a ver quién huye primero de los túneles, y ya fuera cruzas los semáforos en rojo, bordeas las plazas, y vas por la carretera intentando no tropezar con nadie no sea que llegues tarde. O que te vean. Rápido, cómo si huyeras, como si te esperaran, como si tuvieras que llegar a antes de. Como si el hombre de una mujer te persiguiera para robarte los motivos. Como si tu vida dependiera de ello. De la velocidad del viaje. Rápido, joder.
No sea que se den cuenta de que vas a ninguna parte sin tener ni puta idea.
¿Te imaginas?
Pues mírate. Y corre.

Podría empezar a mirar las cosas con cierta distancia y a las personas un poco más de cerca, y así, quizá, ir también poco a poco quitándome la coraza a las caricias que me he creado. Es decir: si vives en el centro de los huracanes tienes que aprender a protegerte un poco del viento. La otra opción es salir de allí y en otra parte, disfrutar del mar en calma y la brisa. Yo qué sé, a mí es que me gusta más lo primero. Pero con tanta subida y bajada en algún momento tendré que probar nuevas tácticas. Estoy fallando con todas. Y esto de llevar un escudo es tan pesado como parece. Y yo soy delgaducho tirando a débil. Aunque sé sudar llegado el momento. Y cargar con mis maletas. Pero no funciona y quizá me falte darle enfoque con un poco de distancia en lugar de tirar todo el rato del macro.
Quizá si salgo, sea más sencillo desnudarse. Esa preciosa palabra.
Que casi nadie cumple.

Hubo un te quiero que soñó con retiradas mientras anhelaba lo que no podría tener, hubo un jamás que te esperaba a cada salida del baño riéndose de tu falta de fe en ti mismo, y hubo resacas que bailaban como un por qué manchándose los pies con las cenizas del después de cada mañana.
No había nada en nuestros rostros que mostrara lo imposible de aquel nosotros que hicimos entre tu risa y mis payasadas, ni fueron las quemaduras las que enfriaron la piel, y no faltaron preguntas a la hora de los interrogatorios y las guillotinas.
Señor juez, tengo la paz que robé escondida en el lado más cruel de mis poesías. Hablo de naufragios como desahogo. Un matiz de cortinas y persianas bajadas me mira desde el otro lado de las ventanas, la realidad es solo un puñado de latas vacías que te recuerdan la maravillosa historia de cada borrachera. Todavía hay anarquías que por las noches se despiertan soñando con cárceles. Y la dictadura ha llegado, bienvenida. A veces me siento un soldado de ella, alguien capaz de llorar por cualquier final sin beso. El timo del romanticismo era como buscarle los tres trucos a un mago. Nunca quisiste creer en la magia, y ahora te extrañas de que haya toda esta tierra de por medio, después de que cavases tumbas y disparos sordos en los que gritabas por una ayuda que no te merecías, después de mutilar el amor, de despedazarlo y hacerle papilla, de estrangularlo hasta que el viento con el que izábamos velas fuera solo el rencor a estos remos, y un billete de vuelta de todo, precisamente yo, que nunca fui a ningún sitio, preciosamente tú, que me llevaste a todos.

La bandera blanca se ha manchado de sangre, así que voy a coger esa toalla que está sobre la lona, en mitad de un ring sin fuerzas, y te voy a curar las heridas con ella, te voy a lamer y a rezar, voy a llenarte de vida. El precio de la cobardía se mide en promesas, tengo tantos ojalás a los que aferrarme que los trato como puertas abiertas que no se pueden cerrar. Es tal mi ingenuidad que hay atardeceres para los que todavía compro palomitas. Unos tacones se acercan cada noche a besarme las nostalgias, pero cuando miro ya se han ido a otro sitio donde tú no estás, y yo no te necesito.

Pasan como extraños que rellenan el vacío de tu vida. Como instantes que van rulando fotograma a fotogramo. Pasajeros del mismo vagón, pacientes en la misma cola, parados que te piden otra caña mientras cuentan las monedas. Son los protagonistas de nadie y menos de ti, que sueltan su frase y se largan de tu película ¿quién da la vez? Es todo lo que poseo y cuanto amo: un segundo. Puesto. Como si el clavo ardiendo en el que nos sujetamos dependiera de un momento de felicidad ajena, de lágrima que cae en otras mejillas. Mis únicos compañeros de viaje son aquellos que van en dirección contraria. Un cruce de miradas, un choque de manos, ¿porqué no echamos un polvo y después te largas y me largo? Me da miedo la posesión, retener y exigir exclusivas. Creo en el ahora por encima de cualquier para siempre, así que le pongo fecha de fugacidad a las personas, y me las trago como el recuerdo caducado de un vienes o qué?  

Así, colgado, he de decir que el mundo es un vaivén. A mi juego del ahorcado le sobraron letras. Pero no entiendo por qué no me partí el cuello en la caída. Sigo vivo, y a veces es algo que ni siquiera entiendo. O que se me olvida.

Han llegado disparos desde la azotea, hay neblina en el trozo de calle que se ve desde la ventana. Algunos sueltan sus armas y se encienden un cigarro. Otros cierran los ojos y rezan a sus familiares y recuerdos, no hay ningún dios a la vista, solo el miedo y la ceniza de los humanos. Polvo eres, parece decir el paisaje. Por lo que a mí respecta: la guerra ha terminado.
Y hemos perdido.



Mañana, esto: 

"Cuando caminas entre gigantes, dejas de preocuparte por tu propia sombra"

miércoles, 6 de marzo de 2013

toma, uno



Toma, un ticket de entrada a mi pequeño paisaje de los horrores, el cartel de no hay salida se oxidó de deshabitos, así que ven conmigo, no te pierdas
 ¿para qué los suicidas entonces?, dirás,
verás: cuando quemas el mobiliario aprendes a vivir de las cenizas.
Como aquella noche en que quisimos bailar pero no supimos cómo, ni dónde,
ni porqué.
Entonces inventamos las mentiras
y las canciones en las que todo salía bien
e inventamos ese toque salvaje y fugaz a la hora de pedir deseos.
O de dar justificaciones.

De tú embriaguez a mí pedo solo hay un corsé de elegancia. A un beso de erizarnos la piel, hay un pequeña distancia que nos exaspera. A casi nada de la risa y el orgasmo, el último paso, qué pasada…

Quisimos como colosos en llamas hasta quemar la arcadia por cualquier polvo sucio en un baño.
Esa fue nuestra elección.
Nuestro grillete premiado en la lotería.
Nuestra vida después de soltar el lastre y las velas.

Te puedes dar una vuelta, si quieres.   

  
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Pues presentamos 3ª edición de Alas de mar y prosa. este sábado. a las 21:00. en los diablos azules. calle apodaca nosequénumero. 
Voy con 5 amigos, que vendrán a compartir cervezas, humo en la entrada, y/o poesía. Un matiz para un libro que ya se ha presentado durante 3 ediciones. qué pasada. de verdad que decir gracias en bajito no le da toda la seriedad con que las digo. gracias. gracias. 
y sobre todo, una última cosa que ya he dicho por ahí pero quiero dejar por aquí escrito. también. me parece mucho más difícil y complicado encontrar un buen editor que un buen escritor. y yo tengo los mejores editores del mundo: Marcus e Isa, muchísimas gracias, por todo, pero sobre todo por el all in que le estáis haciendo a la poesía como forma de vida. vais a ganar. seguro.
(Al loro con el cartelaco que se han marcao, me parto, no me digáis que no es pa quererlos. ya subiré algún cartel más que hay hecho -y que ahora no encuentro-)