Mis alas blancas de cocaína desplegadas sobre la tapa del
WC.
¿dónde la mierda y dónde el paraíso?
Huir hacia delante sin mirar atrás.
Hay que correr más que ellos.
He visto ángeles de la guarda afilando sus cuchillos.
Riéndose a nuestras espaldas.
No sé quién me explicó una vez que era imposible asfixiarse
a uno mismo. Que el cuerpo tiene sus mecanismos de defensa propia, y por mucho
que aprietes tu propio cuello o te esfuerces en no respirar, terminarás
haciéndolo por simple instinto de supervivencia. Y yo me pregunto: ¿hasta dónde
aguantan las alarmas sin saltar? ¿en qué momento el cuerpo se da cuenta de que
al cerebro se le ha ido la pinza y hay que tomar las riendas antes de que sea demasiado
tarde?
¿Cuándo es demasiado tarde?
Un día él volvió. Había vivido del prueba-error todo ese
tiempo. Llevaba los zapatos rotos en la mano. Estaba sucio, desgastado. Viejo.
Fumaba un cigarro sin prisas, y repasaba los edificios sin gracia, las aceras
serias, los transeúntes olvidados de aquel mismo paisaje al que había llegado
convertido en otro. “Busca las 7 diferencias”, se decía. Una por cada vida. Pero
en seguida comprendió que lo que había que buscar eran las similitudes. “Nunca
se vuelve de la guerra” le dijo una vez un tipo más viejo que el diablo. ¿Dónde
estaba y haciendo qué?
Una risa. Como de niña pequeña y de mar en furia. Una risa
de bar en calma, de brindis en un hospital. Era todo lo que buscaba. Una risa.
La había escuchado dos semanas atrás en un taxi que arrancaba con una pareja
dentro. Y después una explosión hizo que los ojos se le llenaran de escombros
volando por los aires. Sentimientos, a veces salen como cuervos en desbandada a
picarte y joderte, a volverte loco. A veces te meten una risa en la cabeza. Una
secuela. Un recuerdo. Una chica.
Una mujer.
Repasó las direcciones y los lugares comunes. Buscó en
números de teléfono, en bares y en registros. Olfateó la ciudad como un sabueso,
pero quién sabe cómo olía el pasado ahora que ya lo era.
Buscó como un transeúnte famélico entre la basura, cortándose
con las grietas y los cristales, fue removiendo la mierda y encontrando mucha más.
Mierda.
Pero ninguna risa.
Solo sequedad y tristeza. Como un tiempo asumido sin atisbo
alguno de rewind. Dejó que la pena fuera llegándole. Primero en la suciedad de
sus pies y manos. Después en las telas rotas de su ropa vieja. Le fue entrando
por los ojos, como una lágrima interna de ácido quemándole por dentro hasta el futuro.
Un día él volvió y no había nadie esperándole.
Así que se dio la vuelta, consciente de que ya nunca más
volvería.
De la guerra.
¿Cuándo es demasiado tarde?
Activar y dormir. Acelerar ojeras y cansancio. Buscar la
adrenalina en el sueño, fumigar taquicardias y dejarse llevar.
Si no tienes a nadie que te coja de la mano, dejarse llevar
es lo más parecido a ser libre.
¿Quién quiere matarse a sí mismo sin vivir antes en el
intento?
Se han disparado las alarmas, y ahora están todas muertas.
No hay señales de aviso.
Y ellos están delante.
A la vuelta de la esquina de un futuro hacia el que vas.
Heridos por tu propia sangre.
Esperando a que les des la espalda.
He visto ángeles de la guarda afilando sus cuchillos.
Y tú mirando hacia atrás,
buscándoles.
Perdido.
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y este viernes: recitalazo. Con 3 tipos de los muy grandes. De los de "bua", de los de "joder".
Carlos Salem
Marwan (cómo se apellidará?)
y Diego Ojeda.
Presentado por el imprescindible Marcus Versus, claro. Pardiez.
Dejo aquí el cartel, donde viene el lugar y el horario. Yo todavía no sé muy bien dónde es, pero al parecer han buscado un sitio donde haya hueco para todos. Mucha people cabe ahí, o eso me han dicho.
Abrazos y muchas gracias a todos los que pasáis por aquí.
¿Este viernes unas cañas o qué?