Siento adicción por lo imprevisible
la inestabilidad
y los errores innecesarios,
me atrae como un imán el óxido cascado de la incertidumbre
agrietándose como una pared venida abajo,
siento necesidad de muchos algos y ningún alguien
y de que la tristeza sólo sea un disfraz, mi traje de superhéroe
a la contra,
siento cada nadie con el que te busqué
y cada lo siento que dije de más hasta quemarlos.
De verdad.
¿No me viste buscar el amor entre las cenizas?
Ahora bailo bajo este diluvio de letras
y no sé si lo que hago es desahogarme
o quizás
todo lo contrario.
Estoy pataleando en mitad de una marejada de palabras,
alejándome de cualquiera de los ojos salvavidas
que tratan de tirar de mí hacia arriba sin dejarme tocar el
fondo
con el que soñaba cuando te dije: sin ti, mi vida, no voy a
ser feliz, pero contigo no puedo ser libre.
Tan poco.
Normal que no me reconozcas en modo triste.
Contigo nunca lo fui.
Las dos puertas abiertas de las que hablaba Benjamín Prado.
Y toda esa mierda.
No hay nada que pueda añadir al listado de excusas
desnumeradas con las que he construido este desorden.
Welcome home, le digo a las dudas cada noche. Y las abrazo
como si el frío estuviera de mi lado: perdido y por goleada.
Pero mira, cómo beben.
Tengo ojeras de viento y una férrea sed de querer lo que
nunca tuve mientras duermo pensando en lo que una vez sí,
los bolsillos y la arena, ya me sabes, nunca salgo de mis 4
metáforas de mierda
para poder llamarlas cárcel
y sin embargo, te lo juro, aunque sólo sea por un instante, descubro
la libertad en un baño
y ni siquiera me corro sobre tu cara.
No sé qué coño estoy buscando
pero sigo prefiriendo llorar sólo.