lunes, 26 de septiembre de 2011

fuera o dentro

Las oportunidades que no tuviste
te miran con asombro cuando ven que pasaste por encima de ellas
y que ya no bromeas cuando sonríes con resignación ante las trampas sin gracia del futuro.

Vas concretando los verbos sin ese desprecio por no sentirte bien
de vez en cuando
y ves, porque puedes verlo,
que el lobo feroz eres tú mismo, así que no pongas ojos de cordero degollado
sin sangre en los miedos. No es tu estilo.

La supervivencia sigue estando un paso después
del último que diste, pero las huellas ya han sido borradas,
no hay rastro de ti ni se te espera
en lo que ya no existe ,
el polvo cubre la superficie
y en el fondo el tiempo ha hecho su trabajo.

Porque el tiempo siempre hace su trabajo, ¿recuerdas?

Claro que no, sino ya estarías repartiendo cartas con algún as
guardado bajo el brazo,
y ya habrías prendido la mecha de alguna explosión
en lugar de echar por tierra
lo que no supiste hacer volar por los aires.

Es duro, muchacho, pero basta una ligera brisa
para apagar la chispa con la que tanto incendiabas.
Un leve soplido rutinario,
un bostezo ¿te imaginas que un solo bostezo
fuese suficiente para apagarte?
dan ganas de vomitar. De pegarse un tiro.
O de levantarte cada día para ir al trabajo sin ganas de trabajar.

Y todos sabemos cual suele ser el camino que todos eligen.

Ni siquiera se puede tachar de cobardía
porque somos más simples que todo eso.
Ni siquiera es miedo lo que tenemos, solo desgana.
Si quieres imponer una forma de vida no les cabrees, inventa tele 5
y deja que las serpientes se duerman por ellas mismas.

Qué triste es ver los barrotes, y no saber si estás fuera
o dentro.
La cara de tonto que se te queda
y qué murmullo esquizofrénico de dudas empiezan
a corroer tu disfraz, ese de persona normal que tanto te costó coserte.

Ser seremos algo, qué remedio, pero mejor será que no lo contemos por ahí.
Todavía nos queda la vergüenza virgen,
por lo menos no la prostituyamos.
No la dejemos sola en una esquina tratando de taparse
con una minifalda.
La vergüenza, qué chiste. Como si ella pudiera resistir al plomo macizo,
al hormigón armado, al ladrillo inexpugnable de esta puta jungla.

Hay veces en que echo un vistazo a la calle
y solo me sale pensar: demasiado tarde, estamos jodidos.

El barco está hundido y las ratas ya están a salvo en sus orillas.

Solo nos queda seguir nadando,
pero eso sí,
como salgamos de esta mejor será que se preparen
para el tsunami,
porque vamos a llegar con fuerza.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado el final=)
tremendo.

Silvia Fernández dijo...

Es un poema muy intenso, a mí tb me ha gustado en especial el final. :)