No teníamos edad ni inocencia,
el miedo era un parquecito de juguetes rotos,
de muñecas destrozadas por su futuro,
un remedio inconcluso de ballenas raquíticas
que separaban el hambre como fichas de póker sin
color.
A tientas,
probamos que las ganas suelen traer más,
que no hay nadie más sediento que un borracho
después del último zumbido, cuando busca en el
bolsillo
monedas recogidas del suelo y las cuenta
como quien cuenta una mentira
a sus mayores, esperando que le crean si él se lo
cree.
¿has visto que este verde marchito,
de hoja seca,
de fecha de caducidad,
es el nuevo tono de la esperanza?
¿que el único blanco es de semen,
que el rojo y el carmín ya no se llevan
y que el negro de la muerte nunca destiñe?
díselo a tu principe azul,
dile que te masturbas pensando en los mendigos,
que te excita la pobreza,
dile que has visto pajas en ojos ajenos que brillaban más
que su corona.
Porque no tuvimos edad.
Ni inocencia.
O porque la ley de la selva
prohíbe vivir sin libertad
a quien está dispuesto a morir por ella.
4 comentarios:
Uf!Como me suena este texto,sobre todo lo de los colores.
Alguien te copia,es un blog que habla mucho más bajo que tu.Me parece que sus escritores son gente de poca clase y cultura general.Sabes,creo inclúso,que la inocencia ni la conocen.
Ánimo con el blog,tu puedes.
increible.
Porque no tuvimos edad.
Ni inocencia.
O porque la ley de la selva
prohíbe vivir sin libertad
a quien está dispuesto a morir por ella.
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